Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional
Las posibilidades del ‘mizuhiki’, una bella técnica con 1.400 años de historia
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La historia del mizuhiki, un elemento presente en el día a día de los japoneses
El mizuhiki tiene mucha historia. Aunque existen varias teorías sobre sus orígenes, se cree que estos se remontan al período Asuka (593-710), cuando un emisario regresó de la China de la dinastía Sui con un obsequio que llevaba atada una cuerda de cáñamo teñida de rojo y blanco. Durante el período Heian (794-1185) el mizuhiki evolucionó hasta convertirse en lo que conocemos en la actualidad: unos hilos de papel washi endurecidos con pegamento. Ahora, con 1.400 años de historia, es un elemento de la cultura tradicional japonesa indispensable en toda clase de ritos y ceremonias.
“El mizuhiki, que se emplea también en los ritos sintoístas y se transmitió tras haberse difundido entre la nobleza y otras personas de posición alta, se expandió entre las clases populares en el período Edo [1603-1868]. Con la llegada de la era Meiji [1868-1912] surgió la cultura de obsequiar dinero y empezaron a utilizarse los shūgibukuro. Al parecer, esto motivó que la técnica de elaboración del mizuhiki se enseñara incluso en las escuelas, donde se consideraba un elemento propio del decoro femenino. Además, de un tiempo a esta parte no solo se ven los hilos para mizuhiki de los colores más típicos, como pueden ser el blanco, el negro y el rojo, sino que han ido apareciendo más tipos. Por otra parte, tengo la impresión de que el mizuhiki está creciendo de una manera novedosa y se ha convertido en un elemento con el que la gente está mucho más familiarizada que cuando yo me inicié en él”, cuenta Morita Eriko.
Morita tuvo su primer contacto con el mizuhiki en 2006 y, al cabo de un año, inició su andadura como artista de esta técnica; se trasladó a Kioto y fundó Wakōbō Hōyū, desde donde da a conocer los atractivos del mizuhiki a través de sus obras y de los cursos que imparte, entre otras iniciativas.
La versatilidad del mizuhiki: desde lo plano hasta lo tridimensional
Todas las obras de Morita, que se alejan de la imagen que normalmente se tiene del mizuhiki, son adorables. Además, resultan tan bonitas que fácilmente podríamos olvidarnos de que están hechas con esta técnica: las creaciones de la artista abarcan desde los motivos relacionados con las estaciones en Japón hasta las hierbas con flores y los dulces.
No son pocas las personas que empiezan a mostrar interés por el mizuhiki y se atreven con esta técnica a raíz de lo bonitas que les resultan las obras de Morita. De hecho, ella misma empezó así: fascinada por la belleza del mizuhiki, se apuntó a clases de esta técnica cuando en Tokio aún había una sola escuela que las ofrecía.
“Una cosa que a mí también me sorprendió cuando empecé a aprender la técnica del mizuhiki es que, por muy complicado que parezca un diseño, este se hace aplicando el método básico de atado. Como es posible crear cualquier cosa, el día a día está repleto de inspiración. En mi caso, incluso cuando estoy comiendo, lo que tengo delante puede convertirse en el tema de mi próxima obra. Pienso: ‘¿Y si lo próximo con lo que me atrevo es esto?’ Así pues, nunca me quedo sin ideas”, explica Morita.
La artista, que cree que el mizuhiki es una labor de la que todo el mundo puede disfrutar, nos muestra cómo se hace el umemusubi, un diseño fácil de incorporar en elementos cotidianos como la correspondencia y los sobrecitos que se utilizan para regalar dinero.
Vídeo: cómo se hace el umemusubi
Se hace un awabimusubi, también llamado awajimusubi, que sirve de base, y, una vez que se han pasado ambos extremos del hilo por el agujero del centro, el umemusubi ya está listo. El truco para que quede bonito consiste en avanzar juntando cada fibra sin que se superpongan ni se tuerzan.
Los hilos que se emplean para el mizuhiki se pueden comprar hasta en las tiendas de cien yenes, lo cual demuestra que, en realidad, se trata de algo cercano. Por lo general, tienen un tamaño de 90 centímetros, aunque se venden también hilos cortados de 30 centímetros. Además de los monocromos, hay un sinfín de tipos; por ejemplo, con purpurina. Con una gama de entre 400 y 500 colores, aproximadamente, según se combinen, la capacidad de expresión no conoce límites.
Morita dice que es posible hacer cualquier forma —ya sea plana o tridimensional— tomando como base el awabimusubi (awajimusubi); aun así, no deja de sorprender que de un solo hilo de mizuhiki nazca tanto una pieza de sushi del tamaño de la palma de la mano como una obra de cinco metros. Por si esto fuera poco, la artista no hace dibujos de diseño para ninguna de sus creaciones: se deleita manipulando los hilos mientras se imagina el acabado final.
Morita, que, además de crear una gran cantidad de obras, imparte clases de mizuhiki para que otras personas aprendan a disfrutar de esta labor, considera que dicha técnica trasciende la decoración: “Por ejemplo, el término awabimusubi (awajimusubi) tiene su origen en el abalón [awabi en japonés], un molusco de gran valor en la gastronomía japonesa que se emplea en las ofrendas a las deidades sintoístas. Por otra parte, el mizuhiki que se utiliza para atar los shūgibukuro se compone de cinco hilos, tantos como dedos tiene una mano, de ahí que exprese la unión de una mano con otra. Es decir, hay un porqué para todo lo relacionado con esta técnica. Siento fascinación por todo lo espiritual, de ahí que esa faceta del mizuhiki también me parezca uno de sus atractivos”.
La peculiar relación entre los motivos celtas y el mizuhiki
Fascinada por todo aquello que surge de las líneas, entre ellas las propias de la caligrafía, desde antes de su primer contacto con el mizuhiki Morita ya sentía interés por los motivos que se han venido transmitiendo en todo el mundo. En ese contexto, cuando empieza a aprender esta técnica, descubre que el awabimusubi (awajimusubi) presenta un diseño idéntico al de los nudos de la tradición celta.
“Por si esto fuera poco, cuando me propuse usar el mizuhiki para hacer motivos de otros lugares del mundo y empecé a buscar al respecto, me di cuenta de que los celtas no eran los únicos motivos parecidos a los tradicionales japoneses: había algunos similares entre los arabescos y los turcos y los del art nouveau. Entonces se me ocurrió que tal vez los diseños que surgen de una sola línea habían llegado a Japón a través de la Ruta de la Seda en un pasado muy lejano, lo cual hace que el mizuhiki me resulte más interesante y que me haya replanteado que se trata de un mundo sumamente profundo”, comenta Morita.
El mizuhiki es un legado tradicional, un elemento espiritual provisto de motivos comunes a las culturas de otros países remotos. Dicho sea de paso, a Morita aún le quedan muchísimas cosas por hacer: “Me gustaría utilizar el mizuhiki como herramienta para fomentar los intercambios culturales. Uno de mis sueños es hacer prendas de vestir empleando esta técnica”. Tras más de 1.400 años, las posibilidades del mizuhiki se van ampliando.
Entrevista y vídeo: Kawamoto Seiya.
Texto y reportaje: Taguchi Mikiko.
Wakōbō Hōyū
Ofrecen clases de mizuhiki en Kioto, Osaka, Hyōgo, Nagoya, Tokio y en línea durante todo el año. Más información en su página web. Además, las obras de Morita se pueden ver en Instagram.
(Traducción al español del original en japonés.)