Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional
‘Wabi’, ‘sabi’, ‘yūgen’… Así se forjó la idea de “lo japonés”
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Me ocurre a menudo que investigadores extranjeros de la cultura japonesa me pregunten cuál es la esencia de nuestra belleza. Y hay tres palabras muy socorridas para estos casos, pues expresan una conciencia de lo bello que penetra toda nuestra cultura tradicional: wabi, sabi y yūgen. Entiendo perfectamente que en nuestra tradición hay muchos otros elementos, pero esa respuesta resulta misteriosamente convincente, incluso para mí mismo. Hay en esas palabras algo así como una magia. Los problemas comienzan en cuanto me preguntan qué diferencia hay entre wabi y sabi, o qué significa exactamente yūgen.
Habría que preguntarse, en cualquier caso, cuándo comenzó a pensarse que estas tres palabras condensan todo lo que de japonés hay en nosotros. Tal vez nos repitieran tantas veces que esta tríada es la quintaesencia de lo japonés que, para cuando quisimos darnos cuenta, ya nos lo habíamos creído. Se nos ha quedado grabado como una impronta. Haremos ahora un recorrido por las transformaciones que ha experimentado en la historia la idea de lo japonés tal como se ve en el teatro nō, la ceremonia del té, el haikai (haiku) y otras manifestaciones culturales, para descubrir así cómo ha sido el proceso por el que estas tres palabras han pasado a ostentar un papel tan central.
Palabras clave de la belleza que se remontan a la Edad Media
Antes de empezar nuestro recorrido, explicaremos brevemente qué significan estas palabras.
1. Wabi
Kumakura Isao, un investigador especializado en la historia de la ceremonia del té, entiende que el wabi nace del deseo de colmar el corazón en un ambiente de pobreza, tosquedad e insuficiencia. El experto señala que en el Man’yōshū, la primera gran antología poética japonesa, de finales del siglo VIII, wabi solo expresaba una idea de sufrimiento o angustia por un amor que no fructifica, nunca un concepto estético.
A partir del periodo Heian (794-1185) a esa idea de sentimiento penoso o desgraciado se suma otra más cercana a la de un ambiente vagamente triste o solitario. Y cuando, finalizado el periodo Heian, Japón entra en su Edad Media (periodo Kamakura, 1185-1333), se empieza a usar wabi para referirse a un entorno apartado del “mundanal ruido”, de cierta elevación espiritual por implicar una renuncia a las ambiciones. En el Japón medieval, bajo el influjo del zen, se fue perfilando una preferencia por lo imperfecto o incompleto sobre lo pleno, por ejemplo, por la luna que se asoma y esconde entre las nubes sobre la luna llena perfectamente visible. El wabi se encuadra en esta idea medieval de la belleza que, vinculada a la ceremonia del té como manifestación de la cultura urbana que se desarrolló entre los comerciantes ricos en la última parte del periodo Muromachi (1336-1576), fue expandiéndose y asentándose entre la población del país. En el periodo Edo (1603-1868) se llamó wabicha (“el té wabi”) a la ceremonia del té, en la que se da una gran importancia a conseguir un ambiente de tranquila quietud.
2. Sabi
El investigador del teatro nō y kabuki Horikoshi Zentarō sostiene que sabi transmite “la belleza que se consigue cuando, dentro de un ambiente de tranquila quietud, lo profundo y lo rico se revela por sí mismo”. Es una sensación fresca y reconfortante apenas perceptible, un mundo que aparece en toda su amplitud y riqueza cuando se ahonda en el silencio de los lugares solitarios, cuando lo ya viejo parece más seco y marchito que nunca, o en las profundidades de un paisaje helado. Esa belleza que está en el polo opuesto del esplendor o de la magnificencia más superficial, es el sabi.
Tanto el wabi como el sabi nacen de la idea de que quien busca la belleza no debe dejarse esclavizar por los asuntos mundanos, debe mantener una distancia y no aferrarse a ellos. En la ceremonia del té wabi y sabi fueron superponiéndose, entremezclándose e influyéndose mutuamente. Y sobre todo ello ejerció un gran influjo el budismo, especialmente el budismo zen, que alcanzó un gran esplendor durante la Edad Media.
3. Yūgen
Frente a wabi y sabi, dos palabras de origen propiamente japonés, yūgen es de origen chino. En el budismo chino, yūgen se usaba para designar los arcanos de la enseñanza de Buda, aquellos aspectos más abstrusos y de más difícil comprensión. Hasta finales del periodo Heian, tampoco en Japón se apartó esta palabra de su significado original. Pero en el periodo Muromachi fue evolucionando y adquiriendo nuevos matices de elegancia, encanto y seducción. En Kakyō, un escrito sobre el teatro nō, el dramaturgo y actor Zeami (1363?-1443?) define yūgen, simplemente, como “lo que es bello y apacible”.
Wabi, sabi y yūgen tienen mucho en común pero también tienen una naturaleza propia y distinta. La distancia es especialmente perceptible entre la pareja wabi-sabi, por una parte, y yūgen, por la otra. La diferencia estriba en que, si wabi y sabi son formas de belleza que se encuentran en un estado de solitario silencio y abandono, yūgen sería, más bien, una sutil pero profunda emoción que está detrás o al otro lado de las cosas. No obstante, estos conceptos se han desarrollado vinculados a la idea budista y especialmente zen del mu (“nada” o “vacío”) y poco a poco fueron vistos como conceptos parcialmente coincidentes y con un sustrato común.
Una estética “tradicional” no tan antigua como se piensa
A partir de la Edad Media, wabi, sabi y yūgen van convirtiéndose en palabras que transmiten el sentido de la belleza tradicional de Japón, pero al principio no formaban una tríada. ¿Cuándo comenzó la costumbre de vincularlos? Me ha resultado llamativo e incluso sorprendente no poder hallar ni un solo documento escrito que ligue estos tres conceptos hasta el siglo XX y, además, hasta su segunda mitad.
Muchos de nuestros contemporáneos creen que las ideas de wabi y sabi se han venido transmitiendo ininterrumpidamente como manifestaciones del espíritu de búsqueda de los practicantes de la ceremonia del té desde tiempos del gran maestro Sen no Rikyū (1522-1591). Pero el investigador de la cultura japonesa Iwai Shigeki, que ha estudiado minuciosamente los libros sobre la ceremonia del té escritos desde el siglo XVII hasta nuestro tiempo, señala que en dichos libros no puede encontrarse un rastro continuo que avale que wabi y sabi sean dos ideales básicos a cuya consecución hayan aspirado siempre los practicantes de dicha tradición.
En los libros del subperiodo Genroku, que abarca de finales del siglo XVII a principios del XVIII y marca la culminación de la cultura de Edo (actual Tokio) hay muchos libros que aluden a estos dos conceptos, pero considerando todos los escritos durante el periodo Edo, son una minoría. Y en las épocas posteriores tampoco son los más citados cuando se habla de la filosofía de la ceremonia o de su espíritu. En la era Meiji (1868-1912) suelen aparecer kanso, shisso y shitsuboku, que apuntan a la sencillez, la sobriedad y la naturalidad, y en la era Taishō (1912-1926) la expresión más utilizada es wakei seijaku (“armonioso respeto entre anfitrión e invitado, y pureza y calma en la ejecución de la ceremonia”). Okakura Tenshin (1862-1913), principal difusor de la ceremonia en el ámbito internacional, dice en Cha no hon (El libro del té, 1906), que su concepto medular es shibumi (“sobria elegancia”).
En cuanto al sabi que aparece en los textos teóricos del poeta del haikai (haiku) Matsuo Bashō (1644-1694), no puede decirse que fuera el ideal de belleza central de todo el periodo Edo. En el seno de la cultura urbana de la época, los conceptos más celebrados eran sui e iki, ambos relacionados con lo puro, selecto, distinguido o sofisticado.
Del teatro nō oímos decir a menudo que en él se despliega el mundo del yūgen. Sin embargo, no puede encontrarse un solo libro teórico sobre teatro nō del periodo Edo en el que se encarezca este concepto. Esto solo comenzó a afirmarse en el siglo XX. El libro de Zeami Fūshikaden, considerado la biblia del nō, permaneció encerrado en las estanterías de las casas de los señores feudales y solo llegó a publicarse en 1909. En los ambientes del teatro nō solo se habla de yūgen desde terminada ya la Segunda Guerra Mundial.
La verdad sobre “lo japonés”
Estamos en pleno siglo XXI y hemos asumido plenamente la diversidad cultural, pero la idea de que cada país tiene una cultura tradicional que penetra ininterrumpidamente toda su historia sigue estando muy arraigada entre nosotros. Personalmente, esa idea de que “lo japonés” se ha venido transmitiendo sin interrupción de generación en generación me parece bastante sospechosa.
Para encontrar el inicio del interés hacia estos tres conceptos, podríamos remontarnos, como mucho, a la guerra ruso-japonesa (1904-1905). La conciencia de ellos comenzó a extenderse con la exaltación del “nacionalismo cultural” que trajo aquella guerra y su “proclamación oficial” vino con la euforia “japonesista” de la Segunda Guerra Mundial. Después de la contienda se expandió internacionalmente gracias al ambiente crecientemente globalista y así fue como pasaron a ser entendidos como la quintaesencia de lo japonés.
La formación de esta “tríada de la belleza japonesa” coincide con acontecimientos como los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 o la Exposición Universal de Osaka de 1970, una época desarrollista marcada por las demostraciones de poderío nacional.
Tampoco en otros países cabe esperar que exista nada parecido a una cultura pura. Y si hay algo parecido a un concepto propio de belleza, se habrá formado oponiendo lo propio a lo de otros países o tomando de ellos algún elemento. Parece ser que nuestra “tríada” se elaboró a modo de eslogan publicitario para proclamar en el extranjero la superioridad de la cultura japonesa. Y solo ha cobrado cierta fuerza cuando algunos jóvenes extranjeros comenzaron a hablar del “cool Japan”, es decir, hace muy poco tiempo.
Hay otras palabras que transmiten ideas japonesas sobre la belleza, entre las que se me ocurren, por ejemplo, aware o iki. El aware es la idea troncal del Genji monogatari o Historia de Genji (c. 1005) y tiene un amplio reconocimiento como concepto estético de la cultura cortesana de la antigüedad. El iki, por su parte, ha tomado ya carta de naturaleza como ideal de belleza de la cultura urbana de Edo gracias a obras como Iki no kōzō, de Kuki Shūzō.
Para transmitir a las generaciones venideras esa estética de “lo japonés” que ha llegado hasta nosotros atravesando las más diversas fases y situaciones, deberemos ser sensibles a los cambios que las modas y los gustos experimentan a lo largo de las épocas y enfrentarnos a su significado con honestidad. Y hacer un seguimiento de sus transformaciones puede ser una actividad muy entretenida.
Fotografía del encabezado: Turistas extranjeros contemplan el jardín del templo Ryōanji, en Kioto. Wabi, sabi y yūgen son palabras clave a la hora de hablar sobre estos jardines de estilo karesansui, en los que se utilizan solo piedras y arena para simular paisajes con montes y masas de agua. Pero nadie pensaba en esos términos cuando se construyeron estos jardines. Fue a partir de los años 30 cuando los japoneses comenzaron a ser conscientes de estos ideales de belleza gracias a la cobertura mediática de exposiciones universales organizadas en países occidentales en las que se exhibieron jardines típicos japoneses. (AFLO)
(Traducido al español del original en japonés.)