Tradiciones “cool”, modernidad y belleza tradicional
Entre la realidad y la ilusión: el encuentro del jazz sueco con el ‘nō’
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Hay un estándar del jazz titulado Dear Old Stockholm. Es una pieza originalmente lanzada por Stan Getz en 1951 que luego interpretaron también artistas como Miles Davis y Chet Baker. La primera vez que la escuché, su melodía sobria y cargada de tristeza me invadió el corazón como un soplo de aire que me sumió en la melancolía. Creo que inspira una sensación de blues que guarda cierta compatibilidad con la sensibilidad de los japoneses. Partiendo de ahí, me puse a investigar y descubrí que se basa en una canción tradicional sueca.
Parece ser que, cuando Stan Getz visitó Suecia, escuchó la pieza folclórica Ack Värmeland, du sköna (conocida como Dear Old Stockholm en inglés) y se inspiró en ella para componer su canción. La frustración de los nórdicos, que han de soportar inviernos durísimos, engendra melodías melancólicas que sin duda resuenan en el fondo del corazón de los japoneses.
Värmland es una provincia del medio oeste sueco que linda con la vecina Noruega y que vio nacer a la nobel Selma Lagerlöf (1858-1940), conocida por la novela El maravilloso viaje de Nils Holgersson. Es una zona repleta de bosques y lagos donde aún vive el animismo anterior a la llegada del cristianismo a los países nórdicos y perdura la idea de que hay divinidades que moran hasta en las rocas. Probablemente ese sea otro aspecto que encaja con el sentir de los japoneses.
Conmemorando el quinto centenario de la independencia de Suecia
Sassa Tomoki lleva más de 20 años trabajando para dar a conocer el jazz sueco en Japón. En 2001 fundó la firma musical independiente Spice of Life y desde entonces se ha dedicado a producir excelentes álbumes de jazz sueco y a invitar a artistas a su país. Su labor se vio oficialmente reconocida en 2007, cuando el rey de Suecia lo condecoró con la Orden de la Estrella Polar por contribuir a la difusión de la cultura musical sueca en Japón.
Sassa fue también el artífice de la Semana del Jazz Sueco, un festival de música en vivo para conmemorar el quinto centenario de la independencia de Suecia que se celebró del 16 al 23 de mayo de 2023. El evento trajo a Japón a 11 músicos de renombre, como el pianista Lars Jansson en su trío de piano, la cantante Isabella Lundgren con otro trío de piano y el guitarrista Ulf Wakenius con su banda. Las actuaciones, repartidas entre seis clubes de jazz y salas de conciertos (Marunouchi, Shibuya, Roppongi, Kichijōji y Hamarikyū, entre otras ubicaciones), fueron un gran éxito.
Danzas dedicadas a Värmland
De entre los espectáculos que se ofrecieron durante el festival, cabe destacar la colaboración entre el jazz sueco y el teatro nō que tuvo lugar el primer día, 16 de mayo, en el Hōshō Nōgakudō. En el primer acto, la intérprete de nō Takeda Isa protagonizó la obra Tenko, mientras que en el segundo Isabella Lundgren cantó con un trío de piano. En el tercer acto, después de que Isa ejecutara la danza shimai de la obra Izutsu, llegó al fin el momento de la actuación conjunta de los músicos de jazz con el actor Takeda Takashi (padre de Isa).
Cuando Takashi se dirigió al escenario por el hashigakari con el caminar conocido como suriashi (pies arrastrados), se creó un ambiente de tensión serena. El trío de piano que acompañaba a Isabella empezó a tocar con tono solemne. La canción era nada más y nada menos que Ack Värmeland, du sköna (Dear Old Stockholm). Cortando el aire como el viento nórdico, la voz de la cantante envolvió el teatro desgranando aquella melodía triste y melancólica. Después de ese momento en que el escenario y el público quedaron inmersos en el bosque y el cielo sombrío del invierno escandinavo, la canción terminó y quedó solo la música.
Metido en la piel de un viajero que se dirige a Värmland, Takashi ejecutó una refinada danza. Sus movimientos eran amplios y tranquilos, pero bien enraizados. A pesar del viento violento del norte, caminaba paso a paso hacia adelante y no vacilaba. Ponía un pie tras otro y avanzaba en busca de la luz, sin retroceder ante la ventolera. Su sosegada figura hizo que aguantara la respiración sin darme cuenta. Cuando al fin la suave luz de la primavera descendió, la alegría del renacer invadió al viajero, la tierra y el bosque.
El espectáculo colaborativo tenía por temas los viajeros, el invierno, la fuerza de la naturaleza y la llegada de la primavera. Aquellos instantes de fusión entre el nō y el jazz encarnaron de forma conmovedora la temática. El público estaba embelesado con aquella primavera invisible y, al poco, una oscuridad luminosa se apoderó del escenario.
Una actuación conjunta sin armonía prestablecida
Todo empezó cuando a Sassa se le ocurrió la idea de tocar jazz sobre un escenario de nō. Cuando se lo consultó a Takeda Isa, ella reaccionó proponiéndole un espectáculo que fusionara su disciplina con el jazz.
“En el invierno sueco, la noche es muy larga y el día no clarea hasta pasadas las diez”, explica Sassa. “Anochece antes de las dos de la tarde. La primavera llega tras ese invierno inclemente. Por eso es una estación tan especial. Nosotros no podemos ni imaginar el anhelo con el que allí esperan su llegada. Hablando de todo esto, llegamos al consenso de que nuestra colaboración giraría en torno a dos temas: la alegría del paso del invierno a la primavera y el respeto a la naturaleza en la que habitan los dioses”.
Entre ambos llegaron a la conclusión de que Japón y Suecia debían de compartir ciertos elementos culturales. Con todo, el nō otorga importancia a las formas, mientras que el jazz se basa en la libertad. “En general, no tenemos la sensación de actuar”, apunta Takeda Isa. “Nos limitamos a reproducir de manera estricta esas formas que vienen legándose en los 650 años de tradición del nō, independientemente de con quién colaboremos o de que compartamos escenario con artes que compiten de alguna manera”.
No había una armonía prestablecida. Como el jazz es un género musical improvisado, no quedaba más remedio que hacer la colaboración sobre la marcha, teniendo en mente los conceptos del espectáculo. A Sassa y Takeda se les ocurrió bailar en el espacio entre canciones; eso iba a permitirles moverse sin verse influidos por las palabras.
El nō es un arte a caballo entre dos mundos. Por ejemplo, los intérpretes pasan por el hashigakari, un pasillo que conecta este mundo con el más allá, para salir al escenario. Muchas piezas empiezan con un diálogo entre espíritus y personas vivas, y el argumento se desarrolla entre el sueño y la realidad. Ver un espectáculo de nō implica alejarse momentáneamente del mundo real y entrar en el tiempo y el espacio de la ilusión. Por lo tanto, una colaboración entre el nō y el jazz solo puede darse en ese espacio intermedio, en esos momentos entre canciones. Mientras contemplaba a los intérpretes japoneses bailando con Ack Värmeland, du sköna (Dear Old Stockholm) de fondo, el escenario me fue absorbiendo.
La “dulzura” que evoca la primavera sueca
Después del espectáculo, le comenté a Sassa: “La colaboración me ha transmitido la sensación de la luz suave de la primavera. Pero me ha parecido que no se representaba simplemente con la ligereza propia de la estación y me ha hecho pensar de nuevo en el sentido de la primavera nórdica”. Mi comentario sirvió para que me hablara del Sweet Jazz Trio, una banda que motivó la creación de la firma Spice of Life.
El Sweet Jazz Trio es una banda compuesta de corneta, guitarra y bajo que interpreta una suerte de música de cámara. Sassa se enamoró de su forma de tocar y se lanzó a producir un CD para dar a conocer su música en Japón porque encarnaba esa dulzura melancólica —como su nombre, Sweet— que evoca la primavera nórdica.
“Al comentarlo con mi entorno, la gente del mundo del jazz me criticó porque, según ellos, el jazz no tenía nada de sweet, no era una música dulce (se ríe). Al verme con más de 50 años y habiendo fundado una firma de música independiente sin pensar en los beneficios, seguramente todos querían tacharme de naíf. Pero sweet no solo significa ‘dulce’ en el sentido más habitual, sino también en el de ser amable y humano. Precisamente la primavera que llega al superar ese invierno tan duro es sweet”.
Atendiendo a las explicaciones, llegué a la conclusión de que el espectáculo que nos ocupa verdaderamente representaba la primavera sueca y que la primavera era una estación dulce que llegaba tras otra amarga. Quizás la colaboración entre el nō y el jazz sueco sea como el hashigakari de un teatro nō, que une la amargura con la dulzura y el invierno con la primavera. Creo que todos los que participaron de algún modo en este espectáculo, especialmente Sassa, lograron unir la cultura sueca y la japonesa desde ese espacio intermedio que está a caballo entre dos mundos.
Reportaje y texto: Yoshimura Nobuhiko
Fotografías: Nagasaka Yoshiki
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: Ensayo del espectáculo que combinaba el nō con el jazz sueco, que tuvo lugar en un teatro de la escuela Hōshō el 16 de mayo de 2023.)