Un nuevo Gobierno en una parte inestable del mundo: la idea de una ‘OTAN asiática’ de Ishiba Shigeru
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Una idea impopular de una Administración tambaleante
Una de las ideas que planteó Ishiba Shigeru cuando se postuló en las elecciones la presidencia del Partido Liberal Democrático en septiembre de 2024 fue la creación de una “OTAN asiática”. Esta propuesta resultó impopular: los especialistas en política exterior y seguridad de Japón y Estados Unidos, así como de otras partes de Asia, la desdeñaron, y el 1 de octubre, el día en que Ishiba se convirtió en primer ministro, el ministro de Asuntos Exteriores de India, Subrahmanyam Jaishankar, señaló la falta de interés de su nación en un discurso en Washington: “Nunca hemos sido aliados de ningún país. No tenemos en mente ese tipo de arquitectura estratégica”.
La popularidad del plan de Ishiba puede ser una cuestión discutible. En las elecciones del 27 de octubre de 2024, que convocó poco después de asumir el cargo, el PLD y su socio de coalición, el Kōmeitō, perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes (Cámara Baja). En la sesión extraordinaria de la Dieta celebrada a principios de noviembre, Ishiba fue elegido para seguir ejerciendo como primer ministro, pero como jefe de un Gobierno minoritario con una base inestable. Es posible que su gran plan por el que Japón lideraría un equivalente asiático a la OTAN se quede en nada.
Aún más incertidumbre se introdujo en la escena internacional el 5 de noviembre, cuando Donald Trump ganó otro mandato como presidente de los Estados Unidos. La vicepresidenta Kamala Harris había prometido mantener en gran medida las políticas del presidente Joe Biden, pero con Trump, que ha llegado a amenazar con retirar a su país de la OTAN, la suerte está echada.
Para un presidente altamente transaccional como Trump, incluso las alianzas de EE. UU. con sus socios del Noreste Asiático, Japón y Corea del Sur, pueden estar en terreno incierto, ya que se centra más en lo que su nación obtiene del acuerdo. Varias publicaciones influyentes en lengua inglesa han opinado que si la Casa Blanca de Trump no muestra sinceridad a la hora de mantener la parte estadounidense de la alianza y defender a estos países, Seúl y Tokio bien podrían buscar armas nucleares propias para sustituir el paraguas estadounidense. En Corea del Sur en particular, hasta 2016 aproximadamente existía un fuerte tabú contra la consideración de una capacidad nuclear interna, pero hoy en día más del 60 % de los surcoreanos encuestados están a favor de que su país posea estas armas.
Trump aparece como una presencia extravagante en la escena política estadounidense, pero en realidad la reticencia estadounidense hacia la implicación militar en el exterior ha ido en aumento desde mucho antes de su aparición, y es difícil ver una inversión de esta tendencia con él de nuevo en la Casa Blanca. Creo que esto significa que puede haber llegado el momento de discutir el potencial de un marco de seguridad multilateral en Asia Oriental, y desde esa perspectiva, hay razones para prestar atención a la propuesta de Ishiba.
Considerando los objetivos reales de Ishiba
Sin embargo, un punto clave es que resulta difícil ver con precisión qué espera conseguir Ishiba con su plan para una OTAN asiática. Su propuesta causó un gran revuelo internacional cuando contribuyó con un artículo al Instituto Hudson de Estados Unidos antes de su elección como presidente del PLD. En él afirmaba que “Ucrania hoy es Asia mañana”, argumentando la necesidad de desarrollar una mayor disuasión contra China en preparación para una posible crisis en Taiwán.
Sin embargo, el libro de Ishiba Hoshu seijika (Un político conservador), publicado en agosto de 2024 y basado en entrevistas y escritos del experiodista del Mainichi Shimbun Kurashige Atsurō, cuenta una historia algo diferente. En él afirma: “Estos días oímos cada vez más argumentos en la línea de ‘la Ucrania de hoy es el Japón de mañana’ o ‘una crisis de Taiwán podría tener lugar en cualquier momento’. Pero si estas cosas son realmente así, hay más razones que nunca para trabajar en mantener abiertos los canales diplomáticos con Rusia y China. Esto es algo que debemos subrayar”. No se menciona aquí el concepto de una versión asiática de la OTAN para hacer frente a estos adversarios.
En el mismo libro llega a exponer lo que me parece un argumento muy convincente: “Si en Japón se da rienda suelta a la visión de China como una amenaza, me temo que perderemos nuestra capacidad de llevar a cabo debates equilibrados sobre esa nación en su conjunto”. Partiendo de esta base, lamenta las estrechas opiniones que se están imponiendo cada vez más en la sociedad japonesa: “En el pasado, varios miembros eminentes del PLD desempeñaron un valioso papel como enlaces entre Japón y China. Hoy, sin embargo, la gente es propensa a considerar a cualquiera que intente hacer avanzar los lazos sinojaponeses como ‘doblegarse ante Pekín’, llegando a menudo a atacarles por sus esfuerzos para llevar la relación en una dirección positiva”.
Puede darse el caso de que Ishiba sea sincero tanto en su propuesta de lanzar una OTAN asiática con la disuasión de China como uno de sus objetivos principales como en su deseo de frenar la visión de China como una amenaza. Sin embargo, si se ponen una al lado de la otra y parecen producto de oradores totalmente distintos.
Al mismo tiempo, resulta un tanto preocupante que las críticas de Ishiba a las excesivas posturas antichinas se perciban como una crítica negativa a sus predecesores en el cargo de primer ministro, entre ellos Abe Shinzō y Kishida Fumio. Ishiba ha gozado durante mucho tiempo del apoyo de la opinión pública por servir como una especie de fuerza de oposición dentro del gobernante PLD. Ahora que él mismo está en la cúspide del partido y ejerce de primer ministro, ya no puede adoptar la postura de tábano atacando al actual primer ministro y presidente del partido. La gente estará atenta para ver si, como líder de la nación, asume la responsabilidad de las diversas opiniones que ha expresado hasta la fecha.
La conmoción del Informe Higuchi de 1994
La recepción negativa del concepto de la OTAN asiática de Ishiba nos trae a la memoria un acontecimiento de hace tres décadas: la publicación del llamado Informe Higuchi, La modalidad de seguridad y la capacidad de defensa de Japón: Perspectivas para el siglo XXI. Este informe fue publicado en 1994 por el Grupo Asesor sobre Cuestiones de Defensa, un grupo de expertos dirigido por el destacado empresario Higuchi Hirotarō bajo la administración del primer ministro Hosokawa Morihiro, cuyo mandato había marcado el fin del “régimen” de 1955 de gobierno ininterrumpido del PLD. El documento se centraba en las formas en que Japón podía hacer frente al nuevo entorno internacional surgido tras el fin de la Guerra Fría.
El Informe Higuchi causó sensación en particular por su posicionamiento de dos pilares principales de la estrategia de seguridad japonesa tras la Guerra Fría, a saber, (1) los esfuerzos multilaterales de seguridad y (2) la alianza entre Japón y Estados Unidos. El hecho de que los esfuerzos multilaterales aparecieran en primer lugar en esta lista, por delante de la alianza con Estados Unidos, fue un shock para muchos, incluidos los miembros de las comunidades políticas de seguridad japonesa y estadounidense, que consideraban que Japón estaba mostrando escasa consideración por la alianza y señalando su intención de salir de la órbita de Washington.
El profesor Watanabe Akio, de la Universidad Aoyama Gakuin (más tarde pasó a ser profesor emérito de la Universidad de Tokio), que colaboró en la redacción del informe, ha subrayado que estos dos puntos se reforzaban mutuamente y que no se les atribuía ningún valor relativo. Al mismo tiempo, también señala que la presión del establishment japonés para que se enumerara en primer lugar la alianza con Estados Unidos fue considerable. Sin embargo, al optar por dejar el orden tal y como estaba en la forma final del informe, los compiladores pretendían agujerear la anquilosada idea de que la alianza Japón-EE. UU. siempre tenía que ocupar el primer lugar en las consideraciones de política exterior de Japón.
A principios de la década de 1990, justo después del fin de la Guerra Fría, muchas naciones pensaban que era probable que Estados Unidos redujera su presencia militar en la región de Asia-Pacífico. Para atajar estas preocupaciones, el Departamento de Defensa estadounidense publicó en 1995 el Informe Nye, la Estrategia de Seguridad de EE. UU. para la Región Asia Oriental-Pacífico. Este documento reafirmaba el “compromiso estadounidense de mantener una presencia avanzada estable en la región, al nivel actual de unos 100.000 efectivos, en un futuro previsible”.
Ni que decir tiene que el panorama internacional de los años noventa no era el que afrontamos hoy en día, y las declaraciones de entonces sobre la continuidad de la presencia norteamericana en la región (o su ausencia) tenían un significado totalmente diferente al que tienen en la actualidad. Pero tanto el Informe Higuchi de 1995 como el concepto de la OTAN asiática de 2024 se apoyan en unos cimientos similares: la idea de que debemos preocuparnos por un declive relativo de la implicación estadounidense en la región de Asia Oriental y estar dispuestos a considerar su sustitución por marcos multilaterales. También estamos viendo reacciones similares en la época actual a las de hace tres décadas, con la preocupación de que se esté devaluando la relación bilateral Japón-EE. UU. o atribuyéndole una menor importancia relativa. (En el caso de la idea de la OTAN asiática que se está barajando en la actualidad, una crítica clave es el hecho de que los actores asiáticos que formarían parte de dicho marco carecen de una visión común de las amenazas a las que se enfrentan ellos y la región).
¿Puede arraigar el multilateralismo en Asia?
Como es natural, las ideas de Ishiba sobre seguridad y política exterior han atraído mucha más atención a medida que ha ido ascendiendo a la cima de su partido y al cargo de primer ministro de Japón. No obstante, también cabe señalar que antes de la contienda presidencial del PLD en septiembre, el socio menor de la coalición, el Kōmeitō, también presentó la idea de crear una versión asiática de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. La OSCE, creada originalmente en 1975 con el nombre de CSCE, o Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa, reúne a Rusia y a los Estados occidentales para debatir asuntos como el fomento de la confianza y el desarme tanto por parte de Occidente como de Oriente. El concepto del Kōmeitō de una versión asiática de este marco proponía reunir a Japón, China y Corea del Sur con actores como Corea del Norte, Estados Unidos y Rusia, con una secretaría con sede en Japón para fomentar el diálogo entre todas las naciones de la región.
Mientras tanto, en el lado de la oposición, el Partido Comunista Japonés centra su atención en la ASEAN. Shii Kazuo, el antiguo jefe del partido que dejó el cargo en enero de 2024, pronunció un discurso en abril ante un grupo de funcionarios de las embajadas de países extranjeros en Tokio en el que destacó el énfasis de la ASEAN en el diálogo en el Sudeste Asiático, una región que anteriormente fue escenario de conflictos casi incesantes. Hizo grandes elogios del papel desempeñado por la organización en la estabilización del orden regional, e instó a los actores del Noreste Asiático, un hervidero de rivalidades y acciones divisivas, a seguir el ejemplo de la ASEAN a la hora de forjar tratados de amistad y cooperación.
A decir verdad, ha habido momentos en los que los enfoques multilaterales han prevalecido en Asia Oriental y se esperaba que hubiera nuevos pasos en este sentido. Uno de ellos fueron las conversaciones a seis bandas sobre la desnuclearización de Corea del Norte, que duraron hasta 2009, cuando Pionyang abandonó las negociaciones. Desde entonces, el programa nuclear norcoreano se ha convertido en un hecho establecido y la cuestión de Taiwán ha cobrado protagonismo como principal preocupación de seguridad en la región, pero esta vez, China, con la que se contaba para ser una fuerza impulsora en el marco de las seis partes, es un instigador principal de la situación actual, lo que la elimina de la consideración como posible coordinador de unas conversaciones constructivas sobre Taiwán.
Con este telón de fondo, si vemos una situación cada vez más turbia en lo que respecta a la implicación de Estados Unidos en Asia Oriental, el orden regional podría desmoronarse y volverse inestable en poco tiempo. Para evitar los resultados de tal evolución, incluidos los posibles escenarios de fuerzas coreanas y japonesas con armamento nuclear, no podemos confiar únicamente en los esfuerzos por mantener la implicación de Estados Unidos. En adelante debemos pensar de forma más amplia, y una parte de estas consideraciones que sin duda merecerá nuestro tiempo será el concepto de una OTAN asiática.
(Publicado originalmente en japonés. Traducido al español desde la versión inglesa. Fotografía del encabezado: El primer ministro Kishida Fumio, segundo por la izquierda, se reúne con el presidente finlandés Alexander Stubb, en el extremo derecho, al margen de la cumbre de la OTAN en Washington DC el 11 de julio de 2024. © STT-Lehtikuva/Sipa USA vía Reuters Connect.)
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