Ecos de Maquiavelo: la última remodelación del Gabinete Kishida

Política

El primer ministro Kishida Fumio parece decidido a aferrarse al poder, a pesar de los bajísimos índices de aprobación; el veterano periodista político Koga Kō escribe sobre el desconcertante cambio de gabinete del pasado mes de septiembre.

El 4 de octubre, el primer ministro Kishida Fumio superó la marca de los dos años como máximo dirigente político de Japón. No es ni mucho menos un mandato largo, pero ya supera a siete de sus ocho predecesores. En vista de los bajos índices de aprobación del Gabinete y de la reputación de “buen tipo” de Kishida, cabría esperar que cediera las riendas sin luchar, pero cada vez hay más indicios (incluida la última remodelación del Gabinete) de su determinación de aferrarse al poder y unirse a las filas de primeros ministros tan longevos y recordados como Koizumi Jun’ichirō (2001-2006) o el difunto Abe Shinzō (2012-2020).

¿Tres años más?

Quizá la expresión más explícita de esas ambiciones fue la declaración de Kishida en una reunión de su nuevo gabinete el 26 de septiembre, cuando el primer ministro dio instrucciones a su Gobierno para que elaborara un paquete de medidas de política económica destinado a la transición de Japón a una nueva fase de crecimiento. Incluso antes de que se hubiera elaborado un calendario para el paquete, Kishida pedía “esfuerzos intensivos que se centraran en los próximos tres años como un periodo de cambio”.

Un primer indicio de la mentalidad de Kishida había sido la remodelación del Gabinete del 13 de septiembre, que parecía tener poco propósito más allá de afianzar el apoyo dentro del Partido Liberal Democrático, en el poder, y aumentar los menguantes índices de aprobación del Gobierno.

En la rueda de prensa en la que anunció la nueva composición de su Gabinete, Kishida citó el lema “Construir una nación que prometa un mañana mejor”, acuñado por el primer ministro Ikeda Hayato (1960-1964), fundador de la facción que ahora lidera Kishida y figura clave en el milagro japonés de posguerra. “Con este tipo de construcción de la nación en mente, he seguido nombrando a miembros del Gabinete con una destacada capacidad para hacer su trabajo, y centrándome en áreas políticas clave: economía, sociedad, y política exterior y seguridad”.

Nadie esperaba que reconociera haber hecho algunos cambios cosméticos simplemente para mejorar los pobres índices de aprobación del Gabinete. Aun así, es difícil conciliar las palabras “destacada capacidad para hacer su trabajo” con las nuevas caras del Gabinete de Kishida.

Sacrificar al ministro de Asuntos Exteriores

En el área clave de la política exterior y la seguridad, Kishida nombró a Kamikawa Yōko, miembro de su propia facción, ministra de Asuntos Exteriores en sustitución de Hayashi Yoshimasa, también de la facción de Kishida, y a Kihara Minoru, de la facción de Motegi, ministro de Defensa, en sustitución del independiente Hamada Yasukazu. Como miembros del Consejo de Seguridad Nacional, tanto el ministro de Asuntos Exteriores como el de Defensa tienen acceso privilegiado a información altamente sensible.

La sustitución de Hayashi por Kamikawa ha sido especialmente sorprendente. Kamikawa no tiene experiencia previa en ningún puesto diplomático, ni en el Gobierno ni en el partido gobernante, y sustituye a Hayashi como máxima diplomática de la nación en un momento crítico. Japón seguirá ostentando la presidencia del Grupo de los Siete hasta el fin de 2023, y con los estragos de la guerra en Ucrania, podría ser llamado a liderar una conferencia del G7 en cualquier momento. El propio Hayashi visitó Ucrania el 9 de septiembre y se vio inmerso en los preparativos de otra conferencia de ministros de asuntos exteriores del G7 prevista para noviembre.

Sin duda, Kamikawa es una política veterana que entre sus colegas tiene la reputación de ser competente. Tras graduarse en la Universidad de Tokio entró en el Instituto de Investigación Mitsubishi, obtuvo un máster en la Universidad de Harvard y trabajó como auxiliar legislativa del senador estadounidense Max Baucus antes de regresar a la política japonesa. Fue elegida miembro de la Dieta en el 2000. Consiguió su primer puesto en el Gabinete en 2007 como ministra encargada de misiones especiales (descenso de la natalidad, igualdad de género) bajo el primer gabinete de Abe, y posteriormente fue ministra encargada de la gestión de los registros públicos con el primer ministro Fukuda Yasuo. Sin embargo, Kamikawa es más conocida por su cargo como ministra de Justicia (desde 2014) bajo el segundo gabinete de Abe, cuando presidió la ejecución de trece antiguos miembros de la secta Aum Shinrikyō, responsable del ataque con gas sarín en el metro de Tokio en 1995.

A pesar de todo esto, no había ninguna razón de peso para sustituir a Hayashi, que había actuado con fiabilidad, por la inexperta Kamikawa, incluso manteniendo a Nishimura Yasutoshi como ministro de Economía, Comercio e Industria y a Takaichi Sanae como ministra de Seguridad Económica. A Hayashi le habrá resultado difícil digerir la decisión.

Algunos han especulado que Hayashi provocó el disgusto de Kishida al viajar a Ucrania en compañía del consejero delegado del Grupo Rakuten, Mikitani Hiroshi, que ha expresado críticas al “nuevo capitalismo” de Kishida. Pero seguramente la verdadera razón reside en otra parte. La explicación más convincente es que Kishida buscaba pulir su imagen pública nombrando a una mujer ministra de Asuntos Exteriores por primera vez en diecinueve años, y empatando así el récord japonés de mujeres en un gabinete (cinco). Esto también explicaría por qué se mantuvo a Takaichi incluso después de que desafiara públicamente la postura de Kishida sobre la financiación del aumento del presupuesto de defensa.

Tomando las riendas de la diplomacia

En la citada rueda de prensa, un periodista preguntó a Kishida por qué había considerado necesario sustituir a su ministro de Asuntos Exteriores, un cargo en el que la continuidad se considera una baza importante. Kishida ofreció una justificación bastante extraordinaria: “Los ministros tienen un papel importante que desempeñar, pero la diplomacia de las cumbres es también un componente mayor. Yo mismo pretendo asumir un papel mayor en esa diplomacia de cumbres”.

Un funcionario diplomático confesó su asombro. “Es como decir: ‘No importa quién sea el ministro de Asuntos Exteriores; yo mismo voy a manejar la diplomacia’. Me sorprendió que dijera eso directamente”.

Los sentimientos de Kishida al respecto pueden ser producto de sus pruebas como ministro de Asuntos Exteriores bajo el mandato del primer ministro Abe. Aunque Kishida tuvo el mandato ininterrumpido más largo de todos los ministros de Exteriores japoneses, el foco mediático estuvo en ese periodo casi siempre sobre la “diplomacia de Abe”. Fueron, por otra parte, los ministros de Asuntos Exteriores de Japón y Corea del Sur quienes anunciaron el acuerdo de diciembre de 2015 sobre el problema de las “mujeres de solaz”, y los nacionalistas de derechas de Japón dirigieron su ira directamente contra Kishida. Sin embargo, el propio Abe me dijo en una ocasión que Kishida apenas había participado en la elaboración del acuerdo; la Oficina del Primer Ministro se había encargado básicamente del asunto.

Uno tiene la sensación de que Kishida puede estar siguiendo un estilo de diplomacia vertical similar al de Abe, para compensar las frustraciones que experimentó como ministro de Asuntos Exteriores poco potente.

Gusto por el poder

Kishida ha sido considerado durante mucho tiempo como un centrista acomodaticio y creador de consenso, lo que supone un marcado contraste con el estilo de liderazgo a menudo dominante e inflexible de Abe y su sucesor inmediato, Suga Yoshihide. Incluso ahora, Kishida mantiene la imagen pública de “buen tipo”, serio y modesto. Pero ha adquirido una gran confianza en sí mismo en el proceso de hacer frente a crisis como la pandemia de la COVID-19 y la guerra de Ucrania, y ha mostrado un sorprendente afán por abordar cuestiones políticamente arriesgadas. El reiterado compromiso del nuevo gabinete de “afrontar los retos que ya no se pueden posponer” me parece una expresión de la adrenalina política del propio Kishida.

Un comentarista de un programa de televisión bromeaba recientemente sobre el notable talento de Kishida para no llamar la atención, señalando que el primer ministro había aplicado discretamente políticas que normalmente desencadenarían grandes protestas, como duplicar el presupuesto de defensa o volver a poner en marcha los reactores nucleares del país. Uno tiene la sensación de que la personalidad suave y simpática de Kishida reduce algunas de las fricciones que inevitablemente acompañan a la elaboración de políticas.

Pero bajo la apariencia apacible del primer ministro se esconde un político calculador con un creciente gusto por el poder. El propósito subyacente de la remodelación del Gabinete de septiembre era posicionar a Kishida para un segundo mandato como líder del PLD y, por tanto, para una prórroga como primer ministro. Si bien es cierto que en la nueva alineación hay once miembros del Gabinete que se estrenan (de un total de 19 puestos), la mayoría de ellos son miembros de edad avanzada de facciones rivales, veteranos con un historial de no ser tenidos en cuenta. Estos eternos en la lista de espera apenas destacan por su “capacidad para hacer su trabajo”. Es evidente que Kishida los ha elegido a petición de los líderes de sus facciones, cuyo apoyo necesitará en las elecciones presidenciales del PLD del próximo otoño.

Un suelo fértil para la especulación

El otro objetivo clave de la remodelación del Gabinete, como se ha sugerido anteriormente, era mejorar la imagen pública de Kishida y dar un empujón a sus pésimos índices de aprobación. Después de todo, para asegurarse la reelección como presidente del partido y continuar siendo primer ministro, Kishida necesita llevar el PLD a la victoria en las elecciones para la Cámara de Representantes. Por desgracia no se ha producido el esperado repunte, según los sondeos de opinión realizados inmediatamente después de la reorganización. Si las elecciones se celebraran mañana lo más probable es que el PLD perdiera escaños, lo que obligaría a Kishida a dimitir.

Un político del PLD con el que hablé llegó a especular que el nombramiento de Kamikawa por parte de Kishida era una protección contra esa eventualidad. Sugirió que al nombrar a Kamikawa ministra de Asuntos Exteriores, Kishida la está preparando para convertirla en su sucesora, y por tanto en la primera mujer en llegar a ser primera ministra de Japón, con Kishida manejando los hilos en la sombra.

Es una teoría intrigante, pero totalmente inverosímil. Las probabilidades de que una mujer se haga con el control del PLD (un bastión de la supremacía masculina) en un futuro previsible son ínfimas. Pero donde hay humo, hay fuego. En última instancia, el combustible que alimenta estos rumores es la creciente percepción dentro del partido gobernante de que Kishida Fumio hará lo que sea necesario para aferrarse al poder político.

(Publicado originalmente en japonés y traducido al español del inglés. Imagen del encabezado: el primer ministro Kishida Fumio anuncia la composición de su nuevo gabinete en una rueda de prensa en la Oficina del Primer Ministro, el 13 de septiembre de 2023. © Jiji Press).

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