La precariedad de los profesores a tiempo parcial y la situación de la universidad
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La pandemia ha perjudicado a muchísimas personas, empezando por los profesores universitarios a tiempo parcial; a los bajos salarios y el entorno de investigación precario que ya arrastraban desde hace años, se ha sumado la presión de tener que adaptar las clases al entorno virtual a toda prisa.
Según los sindicatos de profesorado universitario a tiempo parcial de las zonas de Kansai y Tokio, muchos profesores se han quejado de que la transición acelerada de la docencia al formato virtual en 2020 ha prolongado considerablemente el tiempo de preparación de las clases y han pasado a trabajar el doble de horas. Además, mientras que todos los profesores titulares y los alumnos han recibido ayudas para adquirir los equipos necesarios para la enseñanza en línea, muchos profesores a tiempo parcial han tenido que pagar de su bolsillo ordenadores nuevos o equipos periféricos como cámaras web y auriculares que necesitaban.
Los despidos proliferan
“La crisis sanitaria ha vuelto a poner de relieve el trato que reciben los profesores a tiempo parcial y su inestabilidad. Urge tomar medidas”, afirma la profesora emérita de la Universidad Aoyama Gakuin Haba Kumiko. “Los problemas de este profesorado se vienen señalando desde la década de los 90, pero cuesta conocer bien su situación porque no se les pueden hacer encuestas sistemáticas para comprobar las diferencias respecto a alumnos y profesores titulares. Tampoco existen estadísticas oficiales del Ministerio de Educación que indiquen cuántos son en todo el país. Es una cuestión compleja porque sus condiciones varían en función de si trabajan en universidades nacionales o privadas, la rama de especialidad, el sexo y la edad”.
A finales de marzo de 2021, JAICOWS (Asociación Japonesa para Mejorar las Condiciones de las Mujeres Científicas), un grupo formado por miembros de consejos de investigadores que preside la profesora Haba, publicó la revista Hijōkin wa ima! (¡Los profesores a tiempo parcial ahora!) con los datos de una encuesta en línea efectuada entre enero y marzo de 2018 en colaboración con los sindicatos de profesorado universitario a tiempo parcial de la zona de Kansai y Tokio: “La encuesta se llevó a cabo cinco años después de que entrara en vigor la enmienda de la Ley de Contratos Laborales de abril de 2013. Reinaba una creciente sensación de alarma por los despidos, cada vez más frecuentes, y respondieron más de 700 personas”.
La enmienda de la Ley de Contratos Laborales introdujo la “regla de los cinco años”, que permite a los profesionales temporales que hayan trabajado dicho periodo solicitar un cambio al régimen indefinido en la siguiente renovación de contrato. “Los profesores a tiempo parcial trabajan con contratos de un año, por lo que carecen de estabilidad. Las mejores universidades nacionales y las privadas más potentes, que quieren evitar a toda costa la conversión al contrato indefinido, empezaron a despedir al profesorado a tiempo parcial algo antes de que cumplieran esos cinco años en el puesto”, explica Haba. Aunque la acción de los sindicatos de profesorado universitario a tiempo parcial ha logrado impedir algunos despidos en masa, los ceses individuales siguen a la orden del día.
Problemas para ganarse la vida aun combinando varios trabajos
¿Cómo de escaso es el salario de los profesores universitarios a tiempo parcial? Según la encuesta de JAICOWS, la mayoría (el 59,1 % de los hombres y el 55,6 % de las mujeres) no sobrepasa el millón y medio de yenes anuales. Además, más de la mitad respondió que el trabajo docente era su principal fuente de ingresos. La encuesta a las principales universidades del área metropolitana de Tokio efectuada por los sindicatos de profesorado universitario a tiempo parcial reveló que la remuneración media de una clase semanal (de 90 a 120 minutos) es de entre 25.000 y 30.000 yenes al mes. Impartiendo una asignatura, solo se obtienen 360.000 yenes al año, por lo que el profesorado se ve obligado a colaborar con varias universidades para sumar clases. Aun así, su salario solo es entre una quinta y una décima parte del de los docentes titulares.
“El apartado de comentarios libres que incluía la encuesta recopiló muchas quejas sobre la precariedad laboral y permitió perfilar la diversidad de condiciones del profesorado universitario a tiempo parcial”, afirma Haba. Todos los testimonios eran muy sinceros: “El salario por hora prácticamente no ha aumentado desde 1990… Impartir diez o más clases semanales es muy pesado físicamente (hombre en la cincuentena)”, “Salgo adelante compaginándolo con trabajos por horas, pero las cuotas de mi crédito de estudios y de los seguros me lastran mucho y me preocupa el futuro (mujer en la cuarentena)”, “Voy tirando porque vivo con mis padres… Aunque quiera trabajar por horas, no encuentro tiempo porque tengo que prepararme las clases y hacer otras tareas; tampoco me da tiempo a investigar (hombre en la treintena)”, “Encima de que cobro poco, tengo que pagar yo misma todos los libros, conferencias y seminarios que necesito para preparar las clases e investigar (mujer en la treintena)”.
“Hay profesores que también hacen trabajos por horas en tiendas de conveniencia, por ejemplo. Por el día enseñan en la universidad y luego cubren turnos de noche o madrugada en esos establecimientos. Siento que no se les garantizan los derechos humanos básicos para llevar una vida digna”, lamenta Haba.
Sin reconocimiento como investigadores
La mayoría de los profesores universitarios a tiempo parcial no pueden solicitar las becas de ayuda a la investigación que ofrecen el Ministerio de Educación o la Asociación Japonesa para la Promoción de la Ciencia: “El Ministerio establece que este profesorado sí puede pedirlas, pero, por más que lo decida el Gobierno, es la universidad quien lo ejecuta. Muchas universidades privadas no admiten las solicitudes del personal a tiempo parcial alegando, por ejemplo, que les complicaría tanto el papeleo que provocaría un colapso administrativo”.
El profesorado a tiempo parcial, que tiene maestrías o doctorados y contribuye a sostener la educación universitaria en Japón, lidia con sueldos exiguos, carece de tiempo y ayudas económicas para la investigación, paga sus propios materiales educativos y se ha visto gravemente perjudicado por la pandemia. La profesora Haba establece una relación directa entre la situación de este sector laboral y la fragilidad de la universidad, que debería ser la espina dorsal que vertebrara el conocimiento del país: “En los países occidentales tampoco se garantiza la colocación de todos los doctores en puestos universitarios o investigadores, pero cuentan con un entorno mucho más favorable, ya sea porque los sectores empresarial y académico están bien conectados o porque gozan de un presupuesto educativo mucho más generoso que el de Japón. Por lo que sé, las universidades estadounidenses tienen puestos de asistentes a la docencia con los que los doctorandos pueden ganarse un sueldo de unos 300.000 yenes al mes. Esto les permite mantenerse y disponer de tiempo para investigar”.
¿Qué iniciativas concretas habría que desarrollar para mejorar la situación? “Mejorar el entorno investigador permitiendo que los profesores a tiempo parcial soliciten becas de ayuda a la investigación u otorgarles rangos y títulos como personal investigador de los laboratorios universitarios son medidas que no afectarían al presupuesto y que la universidad podría adoptar de inmediato. Lo que más urge es aumentarles los salarios. Es inconcebible que cobren entre un millón y medio y dos millones de yenes al año teniendo un doctorado. Ya que se les ha otorgado el título de doctores, quiero que tanto la universidad como el Gobierno los cuide como un patrimonio nacional”, defiende la profesora Haba.
“Con el limitado presupuesto del que disponen actualmente, las universidades no van a recortar los sueldos de los profesores numerarios para paliar las condiciones de los profesores a tiempo parcial. La clave está en la colaboración con la empresa. Quiero que se monte un sistema de colaboración entre los sectores académico y empresarial para que las empresas aprovechen al máximo el cerebro y la energía de los jóvenes investigadores como estrategia para abrirse paso en el plano internacional. Lo suyo sería un cambio de planteamiento para que invirtieran los beneficios retenidos en las universidades”.
La profesora Haba advierte del peligro de que Japón se quede rezagado en nivel educativo e investigador, no solo respecto a Occidente, sino también a otros países de Asia como China o Corea del Sur, si no se aumentan las ayudas económicas —tanto en universidades que dependen del “capital competitivo” (se explica más adelante) como en las privadas— y se atrae un generoso flujo de inversiones de las empresas.
Producción en masa de trabajadores pobres altamente cualificados
Al principio, los docentes a tiempo parcial eran profesores numerarios que combinaban las clases en su centro principal con clases en otros centros. Ahora, sin embargo, hay cada vez más profesores dedicados exclusivamente a la enseñanza a tiempo parcial. En el trasfondo de esta situación están la caída constante de la población infantil y la campaña de construcción de nuevas universidades y facultades y priorización de la educación de posgrado impulsada por el Gobierno desde la década de los 90. La población de 18 años alcanzó su punto álgido en 1992 con 2.050.000 personas y luego fue encogiendo, año tras año, hasta llegar a 1.170.000 (casi la mitad) en 2020. En cambio, el número de universidades en Japón pasó de 507 en 1990 a 795 en 2020. Según las estadísticas del Ministerio de Educación, la mayoría son centros privados que incluyen formación de posgrado.
Las nuevas universidades privadas, con su frágil base financiera, recurrieron a la contratación masiva de profesorado a tiempo parcial barato para lograr la viabilidad económica. El número de profesores exclusivamente a tiempo parcial se disparó y ahora hay universidades que imparten el 60 % de las clases con este tipo de personal. En cuanto a las universidades nacionales, las subvenciones para gastos de gestión del Gobierno para cubrir costes de personal e investigación han ido menguando año tras año desde 2004, por lo que ahora dependen del “capital competitivo” que se logra presentando proyectos de investigación. Como no tienen presupuesto para ampliar la plantilla de profesores titulares, cada vez contratan a más profesores a tiempo parcial. La mano de obra para este tipo de docencia procede de la creciente población de posgraduados generada por la iniciativa de priorizar la formación de posgrado.
El Gobierno impulsó su plan para duplicar el número de posgraduados porque había que formar a profesionales con un nivel avanzado de conocimientos y capacidades técnicas para que Japón siguiera siendo competitivo en el panorama global. Sin embargo, la iniciativa carecía de visión sobre las salidas profesionales de los doctores. La falta de oportunidades laborales ha provocado que estos jóvenes pasen a formar una masa de trabajadores pobres altamente cualificados que se dedican a la docencia a tiempo parcial.
Profesores aislados
Los sindicatos de profesorado universitario a tiempo parcial de las zonas de Kansai y Tokio, que se fundaron a mediados de los noventa, son un recurso para ayudar a negociar con las universidades cuando se producen rescisiones de contrato o despidos improcedentes. En 2013 la Universidad de Waseda intentó introducir una iniciativa para despedir en masa a los profesores a tiempo parcial en cinco años, antes de que entrara en vigor la enmienda a la Ley del Trabajo, pero el sindicato de Tokio llevó el caso a juicio y, tras cuatro años de litigio, consiguió un acuerdo que beneficiaba al profesorado. Este fue solo uno de los numerosos casos de universidades que intentan, por todos los medios, evitar que sus profesores a tiempo parcial se conviertan en numerarios.
La tendencia a contratar a nuevos profesores por un periodo máximo de cinco años resulta cada vez más evidente. Un buen ejemplo es la Universidad Ritsumeikan, que instituyó un “sistema de profesores encargados de clase” con contratos de un año renovables hasta cuatro veces. También hay universidades que sostienen que el derecho a acceder a un contrato indefinido solo se aplica a aquellos que llevan al menos 10 años trabajando.
Lo que buscan los sindicatos es solucionar los problemas mediante negociaciones firmes e insistentes con la universidad; el litigio es el último recurso. La mejora de las condiciones de los docentes también se aborda a base de negociaciones colectivas. Por otro lado, la mayoría de los profesores a tiempo parcial no forman parte de los sindicatos y se encuentran aislados, sin un lugar donde dirigir sus dudas o preocupaciones.
“Los trabajadores no suelen unirse al sindicato hasta que tienen entre 40 y 45 años”, apunta la doctora en Derecho Matsumura Hinako, profesora a tiempo parcial en la Universidad Takushoku (entre otras) que se afilió al sindicato de Tokio en el año 2000 y fue su secretaria entre 2006 y 2010. “Tienen la oportunidad de convertirse en profesores titulares hasta los 45, más o menos. Lo más común es que, al acercarse esa edad, vean que se les ha cerrado el camino a la plaza fija y decidan entrar en el sindicato. Muchos no quieren que su nombre se haga público en las negociaciones colectivas a pesar de ser sindicalistas porque es muy posible que les acosen en el trabajo o que la universidad se invente motivos —como quejas de estudiantes—para despedirlos”.
La tragedia de los posdoctorados de humanidades
A partir del año 2000, con el agravamiento del problema de los posdoctorados de ciencias, se visibilizó la precariedad de los profesores universitarios a tiempo parcial. Sin embargo, Matsumura asegura que este problema ya se había puesto de manifiesto cincuenta años antes: “En 1972 el periódico Asahi Simbun publicó un artículo titulado Daigakuin wa detakeredo (Aunque tengo estudios de posgrado) que explicaba que las empresas evitaban a los posgraduados. A pesar de eso, a partir de los noventa fueron fundándose nuevas universidades con programas de posgrado, la mayoría de humanidades. En una sociedad que prioriza las ciencias como la japonesa, los posdoctorados de letras están en una posición todavía peor”.
Se han conocido casos de posdoctorados de letras que se quitaron la vida ante la presión psicológica de no poder investigar como querían ni encontrar trabajo para ganarse la vida. En 2016 se suicidó una investigadora de 43 años especialista en historia del pensamiento japonés que, a pesar de contar con una carrera brillante y haber obtenido un premio de la Asociación Japonesa para la Promoción de la Ciencia por su libro sobre el budismo, fue rechazada por más de veinte universidades. En un intento de escapar de su inseguridad, se casó con un hombre que había conocido por internet, pero su vida conyugal se desmoronó al poco. La historia despertó un gran interés público cuando el Asahi Shimbun la contó en el reportaje Bunkei no hakasekatei — Susumu to hametsu (Doctorados de humanidades: el camino al desastre) en 2019.
En años recientes han surgido iniciativas para apoyar a los doctores de ciencias, como programas de prácticas en colaboración entre el Ministerio de Educación y las empresas, pero los de humanidades han quedado abandonados a su suerte. “Formar a tantos doctores sin crear un sistema para ayudarlos a introducirse en el mercado laboral es un desperdicio de capacidad e impuestos. A los profesores a tiempo parcial, al menos creo que hay que ofrecerles un salario y un entorno que les permitan ganarse la vida como investigadores. Las desigualdades respecto al personal numerario son escandalosas. Hay que exigir al Ministerio de Educación una encuesta para conocer la situación real de los profesores a tiempo parcial, ya que el problema no se incluirá en la agenda política a menos que existan datos oficiales”, opina Matsumura.
Fotografía del encabezado: PIXTA.
(Traducido al español del original en japonés.)