Los problemas de los JJ. OO. de Tokio 2020
Olimpiadas “con o sin COVID”: las declaraciones del COI sacuden al Gobierno japonés
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Interpretando las palabras del vicepresidente del COI John Coates
El 7 de septiembre, antes de que se anunciaran las elecciones a la presidencia del Partido Liberal Democrático (PLD), la Agence France Presse difundió unas declaraciones extraídas de una entrevista telefónica con el vicepresidente del COI John Coates, también presidente de la Comisión de Coordinación para los Juegos Olímpicos de Verano de Tokio 2020, que supervisa los preparativos para el acontecimiento: “Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio se llevarán a cabo con o sin COVID. Empezarán el 23 de julio del año que viene y serán recordados como las olimpiadas que conquistaron al coronavirus, la luz al final del túnel”.
¿Qué significa “con o sin COVID”? La pandemia sigue propagándose por el mundo. Las vacunas experimentales que se han probado hasta la fecha presentan efectos secundarios y se estima que aún se tardará en desarrollar un remedio viable. Celebrar unas olimpiadas en estas condiciones, ignorando los riesgos para la salud de los atletas y el público, solo podría calificarse de irresponsable.
En la rueda de prensa mantenida el 9 de septiembre, después de la reunión directiva del COI, el presidente Thomas Bach puntualizó “La premisa es garantizar la seguridad de todos los participantes. Los responsables del COI, incluido el señor Coates, están haciendo todo lo posible para lograrlo”. Aun así, las declaraciones de Coates parecen encerrar otras implicaciones.
La mayoría de los contratos del Comité Organizador de Tokio 2020 con patrocinadores de Japón expiran a finales de diciembre de este año. Actualmente están en curso las negociaciones para prolongarlos, pero la incertidumbre sobre la viabilidad del acontecimiento dificulta el diálogo e impide garantizar la recaudación de ingresos.
La intervención de Coates podría interpretarse como un intento de “echar un cable” al Comité Organizador de Tokio 2020. Quizás la intención fuera mostrar el respaldo del COI asegurando que el acontecimiento se celebrará pase lo que pase para agilizar las negociaciones con las empresas colaboradoras.
Sin embargo, la afirmación del vicepresidente del COI también puede analizarse desde otra perspectiva. Si las olimpiadas se cancelan, habrá que abonar muchas compensaciones y se incurrirá en grandes pérdidas. En caso de que eso suceda, el COI no quiere asumir toda la responsabilidad de poner fin al proyecto. Cabe recordar que fue el Gobierno japonés quien abogó por aplazarlo. Lo que dijo Coates en la rueda de prensa puede expresar la voluntad del COI de dejar en manos del Gobierno nipón la decisión de llevar a cabo los Juegos. Puede que el vicepresidente del COI estuviera advirtiendo que el cambio de Administración no es excusa para que Japón se desentienda de la responsabilidad de decidir.
El primer ministro que propuso retrasar Tokio 2020 ya no está
El Contrato con la Ciudad Anfitriona de los Juegos Olímpicos establece que la autoridad de decidir sobre la cancelación de las olimpiadas recae sobre el COI. Este documento compromete al COI, al Gobierno metropolitano de Tokio y al Comité Olímpico Japonés, y constituye la base sobre la que se funda el Comité Organizador de Tokio 2020. Con todo, fue el Gobierno japonés, con Abe Shinzō a la cabeza, quien optó por una posposición que el contrato no preveía.
El 24 de marzo de 2020, el entonces primer ministro Abe Shinzō convocó en su oficina a la gobernadora de Tokio Koike Yuriko y al presidente del Comité Organizador de Tokio 2020 Mori Yoshirō para llamar por teléfono al presidente del COI Thomas Bach y solicitar la postergación de los Juegos a verano de 2021. Puesto que el cargo de Abe como presidente del PLD expiraba en septiembre de 2021, en la política japonesa se apuntaba que el premier pretendía hacer de las olimpiadas la culminación de su prolongado mandato.
La propuesta de retrasar las olimpiadas debió de ser como un regalo caído del cielo para el COI, dado que numerosos atletas y comités olímpicos de todo el mundo se oponían a que se llevasen adelante en el calendario previsto.
Anteriormente el Gobierno del país que acogía las olimpiadas no desempeñaba un papel activo en ellas, sino que se limitaba a respaldar a la ciudad anfitriona desde un segundo plano. Con la titánica expansión del acontecimiento, sin embargo, la Administración nacional ha pasado a implicarse intensamente en su gestión.
Abe Shinzō encabezó siempre el liderazgo de los Juegos de Tokio. Logró que Tokio saliera elegida como sede en la reunión general del COI de 2013 al poner de relieve la seguridad de Japón asegurando que la situación del accidente nuclear de Fukushima estaba “bajo control”. Asimismo protagonizó acciones tan visibles como su aparición disfrazado de Super Mario en la ceremonia de clausura de Río 2016.
La situación sufrió un giro inesperado cuando la persona clave de la gestión olímpica japonesa tuvo que renunciar a su cargo por un brote de colitis ulcerosa, una enfermedad crónica que padece desde hace años. Es evidente que al COI le inquieta que no esté claro quién tiene la responsabilidad de las olimpiadas en Japón ahora.
¿Quién cubre las pérdidas, el Gobierno metropolitano de Tokio o el Gobierno central?
La semana siguiente a la renuncia de Abe, el Gobierno mantuvo su primera reunión de coordinación sobre medidas para el nuevo coronavirus de cara a la celebración de los Juegos, en la que también participaron el Gobierno metropolitano de Tokio y el Comité Organizador de Tokio 2020. Se debatieron temas como las medidas de prevención del virus o la relajación de las restricciones de ingreso en el país para los participantes.
Sin embargo, pocas personas del sector olímpico consideran que aquella reunión fuera clave para decidir si la competición tendrá lugar, ya que, aunque las medidas preventivas sean una cuestión de interés, el problema yace en no poder garantizar el fondo para pagar cientos de miles de millones de yenes que costará el aplazamiento.
Ya ha pasado casi medio año desde que se decidiera retrasar las olimpiadas, y todavía no se sabe si van a llevarse a cabo sin público, con un público limitado o con el aforo completo. Hasta que esto se aclare, será imposible concretar los planes de preparación y de asignar los presupuestos.
Si se opta por limitar el público, los 90.000 millones de yenes que el Comité Organizador de Tokio 2020 esperaba recaudar con las entradas se verán menguados y habrá que asumir las comisiones de devolución a aquellos que ya han adquirido sus entradas. Con todo, aunque las gradas terminen llenándose al máximo, seguirá requiriéndose una inversión gigantesca en las medidas de prevención del coronavirus y el control de entrada al país.
El Comité Organizador de Tokio 2020 prevé adoptar una política de austeridad financiera y contempla la simplificación del acontecimiento. Aunque el COI ha sugerido la posibilidad de reducir el aforo, ha dado a entender que no admitirá que las competiciones y las ceremonias de inauguración y clausura se lleven a cabo sin público asistente. Así pues, los costes solo podrán reducirse hasta cierto punto.
Si al Comité Organizador no le alcanzan los fondos, el Gobierno metropolitano de Tokio será el responsable de subsanar el déficit. No obstante, ya se ha gastado más del 90 % de la reserva de ajuste de financiación pública (que superaba los 900.000 millones de yenes) en las medidas contra el coronavirus. Por eso el Gobierno central tendrá que hacerse cargo de las pérdidas que la Administración de la capital no pueda cubrir. El dossier de la candidatura establece así el sistema para suplir las deficiencias financieras: “Si el Gobierno metropolitano de Tokio no puede asumir los costes, en última instancia lo hará el Gobierno central, atendiendo a la legislación nacional correspondiente. Este mecanismo para subsanar la falta de fondos funcionará igualmente en el caso de producirse una cancelación total o parcial de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020”.
Quien se comprometió ante el COI a garantizar la financiación gubernamental necesaria fue el entonces primer ministro Abe Shinzō; él era el “aval” que asumía la responsabilidad última.
¿La Administración Suga puede cancelar las olimpiadas?
En la rueda de prensa que mantuvo en ocasión de su dimisión, Abe Shinzō lanzó el siguiente comentario sobre la celebración de las olimpiadas, que él mismo tenía que haber liderado: “Hay que asumir la responsabilidad como país anfitrión, ciñéndose al calendario y efectuando todos los preparativos necesarios. El líder que me sucede sin duda seguirá este mismo planteamiento”.
Tras asumir su cargo como secretario jefe del Gabinete, Suga Yoshihide, que llevaba años trabajando para el primer ministro Abe, concedió una entrevista a los periódicos deportivos en la que aseguró que quería llevar adelante los Juegos “cueste lo que cueste”. En cambio, en la carrera electoral para la presidencia del PLD, no se pronunció sobre las olimpiadas y se puede considerar que no ha establecido ningún punto de contacto con el COI.
En los círculos políticos japoneses se vaticina que el primer ministro Suga disolverá la Cámara Baja y convocará elecciones generales. Aunque la fecha dependerá de la situación de la pandemia, hay medios de comunicación que apuntan que las votaciones podrían darse el 25 de octubre o el 1 de noviembre.
El entonces ministro de Defensa Kōno Tarō también comentó, en una conferencia virtual: “Es posible que en octubre se disuelva la Cámara Baja y haya elecciones generales. Teniendo en cuenta las fechas de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio, pospuestos al año que viene, no queda mucho margen para disolver la Cámara Baja y convocar comicios”. Estas palabras indican que existe un vínculo entre el calendario político venidero, que determinará la suerte de la Administración Suga, y la celebración de Tokio 2020. Los daños que sufriría el nuevo Gobierno si los Juegos se cancelasen serían incalculables. Por eso podría resultar ventajoso disolver la Cámara Baja y convocar elecciones generales antes de que se decida si se llevan a cabo. Queda por ver si Suga se decantará por seguir este calendario.
Propuestas internacionales para idear “otros tipos de competiciones”
Recientemente en el Reino Unido ha salido una noticia relevante sobre los Juegos de Tokio. El presidente de la Federación Internacional de Atletismo y miembro del COI Sebastian Coe declaró que la celebración postergada del acontecimiento “no está asegurada” y sugirió que, si no puede llevarse a cabo en 2021, “Puede que tengamos que pensar de un modo un poco alternativo cómo crear otros tipos de competiciones”.
No está claro a qué tipo de acontecimientos se refiere Coe, pero su intervención demuestra que la figura más poderosa del atletismo mundial contempla la necesidad de adaptar las competiciones a la era del coronavirus.
Mientras no se logre frenar la expansión de la pandemia, será difícil desplegar un acontecimiento que reúna a personas de todo el mundo. ¿Significa eso que hay margen para considerar la opción de “dispersarlo”? A principios de septiembre la ciudad suiza de Lausana, donde se halla la sede central del COI, acogió una competición internacional de salto con pértiga en la que se limitó el aforo a mil espectadores. El presidente del COI Thomas Bach también asistió.
El Movimiento Olímpico, que persigue la paz internacional a través del deporte, se materializa precisamente cuando se reúnen deportistas y espectadores de todo el mundo. Sin embargo, si las tecnologías de la comunicación permiten llevar a cabo una celebración que una a las diferentes partes del planeta a pesar de que las competiciones se dispersen en distintos lugares, se abrirán ante nosotros nuevas posibilidades.
Sebastian Coe fue campeón olímpico de los 1.500 metros en Moscú 1980 —con los países participantes divididos en dos bloques por la Guerra Fría— y en Los Ángeles 1984. También presidió el Comité Organizador de Londres 2012. Se dice que sus declaraciones respecto a la pandemia en la primavera pasada (“No debemos sacrificar la seguridad de los atletas”) allanaron el camino para la posposición de los Juegos.
Contrariamente a lo que sucede en otros países, en Japón el sector deportivo casi no emite sus opiniones y sigue dependiendo de la política, pero la tendencia a decidir sobre asuntos olímpicos sin contar con los deportistas se está cuestionando. Es hora de que los responsables del deporte, empezando por el Comité Olímpico Japonés, levanten la voz.
Los que sufren cuando pierden la oportunidad de competir por cuestiones políticas son los deportistas. La cancelación de Tokio 1940 por la guerra chino-japonesa y la ausencia de muchos deportistas en Moscú 1980 a causa de la Guerra Fría fueron consecuencia de la política. No podemos permitir que ese pasado se repita.
Fotografía del encabezado: John Coates, vicepresidente del COI y presidente de la Comisión de Coordinación para los Juegos Olímpicos de Verano de Tokio 2020. (Jiji Press)
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