La cultura japonesa, desprotegida ante el coronavirus

Cultura

El mundo de la cultura y el espectáculo está acumulando enormes pérdidas en la crisis del nuevo coronavirus. Fukui Kensaku, un abogado que conoce muy de cerca el sector advierte que si nadie hace nada, esta crisis amenaza con destruir los pilares que sostienen el mundo de la cultura y de las artes en Japón.

Fukui Kensaku FUKUI Kensaku

Abogado, colegiado en el estado de Nueva York (EE. UU.). Responsable de la Kottōdōri Hōritu Jimusho (Oficina Jurídica Kotto Dori). Se ha especializado en derechos de propiedad intelectual y en prestar apoyo jurídico al mundo del arte y los espectáculos. Es profesor visitante de la Facultad de Artes de la Universidad Nihon, de la Universidad de Kobe (posgrado) y de la iU. Es autor de Kaiteiban: Chosakuken to wa nani ka (“¿Qué son los derechos de autor? Edición revisada”; Shūeisha Shinsho) y de 18-sai no chosakuken nyūmon (“Introducción a los derechos de autor para el lector de 18 años”; Chikuma Shinsho), entre otras obras.

Un sector que ha restringido su actividad antes que el resto

El mundo de la cultura y del espectáculo se enfrenta en Japón a una grave crisis. Más de un mes antes de que el Gobierno declarase el estado de emergencia (7 de abril) comenzaron a ser cancelados o aplazados de forma voluntaria muchos actos culturales en vivo, como obras de teatro o conciertos, en respuesta a las peticiones de las autoridades. Las pérdidas económicas siguen acumulándose sin que haya perspectivas claras de reanudación. En muchos países occidentales los Gobiernos han tomado medidas de emergencia específicamente dirigidas al mundo de la cultura, pero hasta el momento en Japón nada indica que el Gobierno esté por la labor.

El 26 de febrero, el primer ministro Abe Shinzō hizo un llamamiento a la cancelación voluntaria de los eventos deportivos y culturales programados para fechas próximas. “En respuesta a esta petición”, explica Fukui Kensaku, abogado especializado en problemas legales relativos al mundo del arte y el espectáculo, “al día siguiente muchos grandes teatros comenzaron a cerrar sus puertas. Lo hicieron, seguramente, por su sentido de la responsabilidad social o, en algunos casos, porque se sentían presionados al ver que otros teatros cerraban, no porque se hubiera emitido una orden con fundamento legal”.

“Ahora es imposible llevar a cabo la mayor parte de los espectáculos en vivo. Y cuanto más a última hora se hacen las cancelaciones, más masivas son las pérdidas que producen estos eventos. Supongo que esa primera petición, que no iba en la línea señalada por los órganos consultivos, se formuló directamente de arriba abajo, sin que en el entorno del primer ministro hubiera un conocimiento suficiente sobre el funcionamiento del sector”.

Según un estudio de la Asociación Japonesa de Instituciones Culturales Públicas (Kōbunkyō), entre finales de febrero y mediados de marzo, las cancelaciones afectaban a más del 90 % de los eventos propios (organizados por los propios locales) que estaban programados.

“Por ejemplo, en el caso de un teatro con un aforo de entre 700 y 1.000 personas, cancelar intempestivamente las representaciones durante un mes puede ocasionar a los organizadores pérdidas superiores a los 100 millones de yenes. La preparación de los eventos comienza más de medio año antes de su realización, hay que contar con actores, con todo el equipo humano, hacer los ensayos, contratar el local, encargar la escenografía, están también los gastos en publicidad…, todo eso ya se ha pagado. Y, cuando sucede algo, el importe de las entradas hay que devolverlo íntegramente”.

Según los datos publicados por el Instituto de Investigaciones PIA sobre el efecto de la crisis del coronavirus en este sector, para el 23 de marzo eran ya 81.000 los eventos culturales y deportivos cuyos ingresos previstos habían desaparecido o se habían reducido al ser cancelados, afectando a un total de 58 millones de espectadores. La suma de las entradas que han dejado de colocarse ascendía a 175.000 millones de yenes. En caso de que la paralización se extienda hasta finales de mayo, se estima que las pérdidas serán de 330.000 millones.

Debería haberse pactado con los organizadores

Ni el Gobierno central ni los Gobiernos regionales y locales muestran disposición a indemnizar a los organizadores por las pérdidas en que están incurriendo debido a cancelaciones o aplazamientos de eventos. Por ejemplo, Koike Yuriko, gobernadora de Tokio, pidió a los organizadores que suspendieran voluntariamente sus eventos pero acerca de la posibilidad de ofrecer indemnizaciones vino a decir que no había un criterio unánime sobre que fuera correcto utilizar el dinero de los impuestos para cubrir esas pérdidas (23 de marzo).

Aunque, en rueda de prensa, Abe dijo que Japón no podía permitir que se extinguiera la llama de la cultura, añadió que resultaría “difícil” utilizar los impuestos para compensar por las pérdidas, sugiriendo que solo se podría hacer frente a la situación mediante subsidios (28 de marzo).

“Ampararse en que es solo una autorrestricción para no ofrecer compensaciones es ridículo”, manifiesta Fukui. “Si su postura es que no se les puede dar un tratamiento especial a los eventos culturales o a los espectáculos en vivo, por lo menos deberían tomar medidas que reflejen con justeza el hecho de que las pérdidas se producen antes que en otros sectores y que, además, son mayores”.

“Si hubiera compartido previamente con los organizadores su intención de pedir que el sector restringiera sus actividades, las pérdidas podrían haberse reducido a la mitad. Con el súbito anuncio de finales de marzo muchos eventos en vivo se suspendieron entre lágrimas y, mientras tanto, la gente seguía comiendo y bebiendo como siempre en las tabernas, y los salones de pachinko también estaban abiertos. Se previno contra el alto riesgo de contagio que suponían los trenes llenos, pero sobre esto el Gobierno no hizo ningún anuncio claro. Por lo menos, deberían darse compensaciones por las pérdidas correspondientes a esas seis semanas que se adelantó la petición de autorrestricciones con respecto a otros sectores. Además, eventos en vivo los hay de muchos tipos. Los estándares de ventilación de interiores que se imponen últimamente a locales como teatros o salones son muy exigentes y en eventos como obras teatrales o conciertos de música clásica, los espectadores no hablan entre ellos. Estas diferencias tenían que haberse tomado en cuenta. Pero en cuanto se conocieron los primeros contagios en bares con actuaciones en vivo, todos los espectáculos en vivo fueron vistos con la misma hostilidad. Por supuesto, habría sido otra cosa si, como se ha hecho en los países occidentales, se hubiera instado a cancelar estos actos ofreciendo compensaciones. Por ejemplo, en Londres se cerraron los teatros al mismo tiempo que los restaurantes, pubs y clubes nocturnos. Y, como corresponde, las ayudas se hicieron públicas también al mismo tiempo”.

Ayudas rápidas y directas

En otros países, se respondió rápidamente con diversas ayudas al mundo de la cultura. En Reino Unido, el 23 de marzo la agencia nacional Arts Council England anunció ayudas de emergencia para grupos culturales, freelances y artistas por un valor total de 160 millones de libras esterlinas, equivalentes a 21.200 millones de yenes. En Estados Unidos, donde las artes escénicas están sustentadas por un sistema tributario que favorece las donaciones, el Gobierno federal decidió facilitar ayudas directas por un total de 230 millones de dólares (cerca de 25.000 millones de yenes) a través de la agencia federal independiente National Endowment for the Arts y otras cuatro entidades sin ánimo de lucro. En Alemania, el Bundestag (Parlamento o Dieta Federal) aprobó un paquete de ayudas por valor de 750.000 millones de euros (unos 89 billones de yenes), de los cuales un máximo de 50.000 millones de euros (unos seis billones de yenes) podrán asignarse a artistas y autónomos. Fueron muy significativas las declaraciones de la ministra de Cultura, Monika Grütters, quien, en un enérgico mensaje de apoyo, dijo que los artistas eran imprescindibles para la subsistencia de la nación. Por su parte, el titular de la gubernamental Agencia de Asuntos Culturales de Japón, Miyata Ryōhei, no ha dado a conocer ninguna medida concreta, pese a haber dicho cosas como que, para vencer al virus, iba a ser el primero en ofrecer nuevas ayudas al arte y a la cultura, o que este era el momento para avanzar juntos, confiados en la fuerza de la cultura, porque “no hay noche sin amanecer” (27 de marzo). “El presupuesto anual de la agencia es de unos 100.000 millones de yenes, una gran parte de los cuales van a la preservación del patrimonio cultural. Sin duda, mucha gente ha perdido ya todas las esperanzas que cabía depositar en ella”.

Cuando pase la tormenta será demasiado tarde

El día 7 de abril, el Gobierno anunció una serie de medidas económicas de emergencia. Como parte de ellas, se estableció un nuevo subsidio a la sostenibilidad, dirigido a los freelance y otros autónomos, así como a las pequeñas y medianas empresas, mediante el cual se asignarán, tras solicitud, un máximo entre uno (autónomos) y dos (compañías) millones de yenes a aquellos cuyos ingresos hayan sido al menos un 50 % menores de los obtenidos en el mismo periodo del ejercicio anterior. Se ha dispuesto, también, que los compradores de entradas que renuncien al reembolso podrán beneficiarse de la deducción fiscal aplicable a las donaciones. Además, como forma de fomentar el consumo una vez se supere la crisis del coronavirus, se lanzará la campaña Go to, con la cual quienes compren entradas de eventos se beneficiarán de diversos descuentos mediante cupones y otros instrumentos, además de subvencionarse estas actividades por otros medios.

“En círculos teatrales”, comenta Fukui, “hay quien piensa que el subsidio a la sostenibilidad puede ser un balón de oxígeno para los organizadores de eventos de pequeña escala. Sin embargo, se recibe la impresión de que tanto las medidas como los subsidios concretos llegan demasiado tarde, al menos más tarde que en otros países, y que tramitación podría ser muy engorrosa. Además, no suponen ninguna solución para los eventos de media ni de gran escala”.

“Es indispensable ofrecer ayudas de emergencia a los organizadores que no van a quedar cubiertos por las presentes medidas de apoyo. Hay empresarios que están ya al borde de la quiebra. Si se produce alguna quiebra importante hacia junio, es posible que veamos al Gobierno apresurarse a apagar el fuego, pero ya no habrá remedio. Si las ayudas no llegan ya, los organizadores no van a poder maniobrar de ninguna forma y cuando se pase la crisis ya no habrá a nadie a quien ayudar”, afirma el experto.

El 8 de abril, la Conferencia Nacional de Gobernadores Prefecturales hizo pública una propuesta para que el Estado central compensase, a la mayor brevedad posible, las pérdidas en que estaban incurriendo los organizadores de eventos debido a las autorrestricciones y cancelaciones. “Como propuesta, hay que valorarla positivamente”, opina Fukui, pero si lo que pretenden es conseguir que el Gobierno central compense por las pérdidas, en primer lugar deberían ser sus propios Gobiernos regionales los que tomasen la iniciativa con las ayudas. Compensar primero por las pérdidas mediante algún mecanismo de emergencia para salvar a las empresas que están a punto de quebrar y luego negociar con el Gobierno central para que se haga cargo de parte del costo. Si no se hace algo así, las entidades culturales van a ir quebrando en cadena. Especialmente en Tokio, hay que hacer algo parecido a toda costa”. 

¿Podrá Japón seguir sustentando su imagen cool?

La crisis del coronavirus pasará pero, en previsión de nuevas crisis similares, es necesario que el sector y el Gobierno estén en permanente contacto e intercambien información sobre los sistemas de ayudas y sobre la manera de reactivar los eventos. Igualmente, Fukui estima necesario que el Gobierno establezca un seguro público al que puedan acogerse los organizadores, pues actualmente los seguros privados no dan cobertura para las cancelaciones de eventos justificadas en la necesidad de evitar la extensión de una enfermedad contagiosa. “Si ni el Gobierno central ni los regionales ofrecen compensaciones y tampoco hay un seguro que cubra las pérdidas, la única solución será hacer pagar los platos rotos al espectador, estableciendo una regla según la cual en estos casos no tenga derecho a reclamar que se le devuelva el importe de la entrada. Sería una verdadera lástima, pero habrá que ir haciéndose a la idea porque, de no hacerse algo así, las empresas del sector no tendrán otra opción que bajar la persiana o declararse en quiebra”, sentencia.

Fukui cree que en estos momentos en que no podemos salir ni disponer de nuestro tiempo libremente, mucha gente está dándose cuenta de lo maravilloso que es poder disfrutar de una obra teatral o un concierto en vivo. “Todos tenemos nuestras ideas que no necesariamente coinciden con las de otros, pero las artes y la cultura son cosas necesarias en nuestras vidas. Sin embargo, los márgenes de beneficio que quedan en los eventos son bajos y los fundamentos económicos del sector, débiles. Si nos comparamos con los países europeos, en Japón la proporción de los presupuestos generales del Estado que se dedica a la cultura es pequeña, menor incluso que la que dedica nuestro vecino, Corea del Sur. Tampoco tenemos suficientes incentivos fiscales para quienes hacen donaciones al mundo de la cultura, comparables, por ejemplo, a los de Estados Unidos, donde este método se usa más que el de las ayudas directas. Aun así, gracias a los esfuerzos realizados por el sector privado, patrocinando eventos o financiándolos a través de fundaciones, el mundo de las artes, la cultura y el espectáculo en Japón se las ha arreglado para mantener una originalidad y una energía que lo hacen único en el mundo. Me temo que, aunque el Gobierno finalmente conceda ayudas de urgencia, estás serán pequeñas y tardías: “too late, too little”, como suele decirse en inglés. La iniciativa privada seguirá luchando por salir adelante, pero, tal como están las cosas, se ven venir muchas quiebras y muchos abandonos de actividades. Habrá que ver si, aun quedando desacreditado, el Gobierno de Japón sigue haciendo campaña con su lema “Cool Japan”.

Fotografía del encabezado: Cartel anuncia la suspensión del show de kabuki de primavera en el famoso teatro Kabuki-za de Ginza (Tokio, 15 de marzo de 2020). (Jiji Press)

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