Los problemas de los JJ. OO. de Tokio 2020
El coronavirus destruye la agenda de unos Juegos Olímpicos cada vez menos manejables
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El aplazamiento se vuelve inevitable
Era el día 11 de marzo cuando saltó la noticia. El periódico norteamericano Wall Street Journal publicó una entrevista con Takahashi Haruyuki, miembro del Comité Organizador de los Juegos, en la que este señalaba que lo más realista sería posponer su realización uno o dos años. ¿Por qué Takahashi, que al fin y al cabo no es más que un miembro más de dicho órgano, hizo una declaración así a un medio de comunicación tan influyente en la esfera mundial? Otros medios occidentales rebotaron las declaraciones y se desataron todo tipo de especulaciones.
Takahashi, que en el pasado ocupó un puesto en el consejo de dirección de la gigante japonesa de la publicidad Dentsū, fue una de las personas que trabajaron a la sombra para conseguir que Tokio fuera elegida sede de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2020. Se dice que muchos de los apoyos para la candidatura de Tokio los consiguió gracias a los contactos con el mundo del deporte que tenía desde su época en Dentsū. Que una persona que conoce tan bien los entresijos del mundo deportivo haga semejantes declaraciones produjo una gran sorpresa. Un aplazamiento de un año, como finalmente se espera, resulta comprensible, pero hablar de aplazar los juegos dos años era una propuesta completamente imprevista que a nadie se le hubiera ocurrido hacer.
Celebrar los juegos un año más tarde significa correr todo el calendario deportivo mundial de verano y otoño de 2021. Para ese año están previstos campeonatos mundiales de atletismo (Oregon, agosto), natación (Fukuoka, julio-agosto), judo (Tashkent, sin fecha), gimnasia (Copenague, octubre), todos los cuales deberían ser igualmente diferidos si los juegos de Tokio se celebran en julio-agosto de 2021, quedando afectados los contratos que los organismos deportivos internacionales han firmado con sus patrocinadores, así como con los medios de comunicación para los derechos de emisión.
Si se aplazaran dos años, hay que pensar que los Juegos de Invierno, que organizará Pekín, están previstos para febrero de 2022. Será también año de celebración de la Copa Mundial de Fútbol, aunque el excesivo calor que se augura para el verano catarí ha obligado ya a posponer su realización a los meses de noviembre y diciembre. Quiere eso decir que el verano queda deportivamente vacío, abriendo hueco a los juegos de Tokio. La posibilidad de tener tres grandes acontecimientos deportivos distribuidos convenientemente a lo largo de 2022, podría ser un escenario plausible desde la perspectiva del mundo de los negocios.
Sin conocer estos dos posibles cursos de acontecimientos, la idea de diferir los juegos dos años no tendría sentido. Takahashi es un profesional del negocio del deporte y se ve que, como tal, ha hecho sus cuentas.
Pero quedan algunos cabos sueltos. Entre los meses de julio y agosto de 2022 los países de la Commonwealth celebran sus juegos en Birmingham (Reino Unido), y para septiembre se han programado los Juegos Asiáticos, que se celebran en Hangzhou (China). Ambas son importantes reuniones atléticas solo inferiores en categoría a los Juegos Olímpicos. Aunque la expectación no es tan alta como en los últimos años, el hecho es que si ambos tuvieran que posponerse, surgirían no pocos problemas.
Finalmente, el Comité Olímpico Internacional (COI) ha decidido aplazarlos uno año. En todo caso, el aplazamiento de los juegos de Tokio llevará aparejado un sinfín de quebraderos de cabeza para sus organizadores: los gastos de personal y de todo tipo que implica la prolongación de las actividades del Comité Organizador; la necesidad de volver a conseguir voluntarios para cubrir las nuevas fechas; la adjudicación de nuevas entradas para los espectadores; la fijación de nuevos estadios e instalaciones para acoger las pruebas; el problema de las plazas hoteleras…
Un gigante a los pies del dinero
Montados en la ola del comercialismo, los juegos olímpicos han ido hipertrofiándose. La tendencia tuvo su inicio en los juegos de Los Ángeles de 1984. Bajo el liderazgo de Peter Ueberroth, presidente de su comité organizador, se introdujo el sistema de establecer contratos de patrocinio con una única empresa por cada sector industrial. De esta forma, se logró elevar el valor de los contratos. Se dio impulso comercial, asimismo, a otras facetas de los juegos, como la negociación de los derechos de emisión o la venta de bienes. Con todos estos recursos, el “método Ueberroth” demostró ser muy efectivo para sacar adelante unos Juegos Olímpicos que no fuesen gravosos para el contribuyente.
Esta exitosa fórmula se extendió a todo el mundo deportivo. Los juegos olímpicos ampliaron su escala todavía más bajo el liderazgo del presidente del COI Antonio Samaranch, durante cuyo mandato se estableció que los Juegos de invierno se celebrarían dos años después de los de verano, lo cual se hizo efectivo a partir de los de Lillehammer (1994). Con esto se pretendía diversificar las oportunidades de negocio. Las organizaciones deportivas adaptaron su funcionamiento a este nuevo estilo, haciéndose más comerciales y elaborando sus programas anuales de forma que no pisasen ni fueran pisados por los de otras.
En el año 2000 el COI y el Comité Paralímpico Internacional firmaron un acuerdo para que los Juegos Olímpicos fueran seguidos siempre por unos Juegos Paralímpicos en la misma sede. Con esto los juegos se potenciaron aún más, elevándose igualmente el valor comercial del deporte paralímpico. De esta forma se ha venido urdiendo un complicado calendario anual deportivo, en el que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos coexisten con otros “megaeventos” como las copas mundiales de fútbol o rugby, o los campeonatos mundiales del resto de los deportes.
La cadena de televisión norteamericana NBC, que es la que mayores cuotas paga al COI por los derechos de emisión, es también la que, en vista de lo apretado y complejo de dicho calendario, más reparos está poniendo a cualquier cambio de fecha en la celebración de los Juegos. Es un secreto a voces que los horarios de celebración de cada una de las pruebas olímpicas se fijan en función de las exigencias de la cadena televisiva.
Se dice también que la imposibilidad de realizar los Juegos Olímpicos en otoño se debe a que la NBC no da su beneplácito, pues esta estación del año la tiene comprometida con competiciones deportivas que le reportan grandes beneficios, como las ligas profesionales de béisbol, la de baloncesto o de fútbol americano. En Europa, donde la televisión de pago vía satélite está muy extendida, el otoño es plena temporada liguera en el fútbol y hay otros muchos acontecimientos mediáticos que congregan grandes audiencias.
Es decir, que el calendario deportivo está tan sumamente apretado que cualquier variación en las fechas de celebración de los Juegos Olímpicos repercutiría sobre alguna de las grandes citas. Siempre hay algún negocio que debe realizarse en cumplimiento de un contrato previamente concertado.
Los Juegos se han convertido en un evento mastodóntico con muy escasa movilidad. Ahora lo que carcome su gigantesco organismo no es una guerra, un tifón ni un terremoto, sino algo tan minúsculo como un virus. Y si este mastodonte ha de moverse, el resto de la manada tendrá también que hacerlo para dejarle espacio. Pero a estas alturas es difícil que se las arreglen para abrirle hueco. El nuevo coronavirus ha tenido el efecto colateral de sacar a la luz toda esta realidad.
¿Qué pasará con la Agenda 2020?
Pero, ¿cuál es el modelo de Juegos Olímpicos que preconiza Thomas Bach, presidente del COI? Bach asumió su cargo en septiembre de 2013 y un año después, en 2014, estableció la llamada Agenda 2020, con una serie de directrices reformistas. Este alemán, que además de ser oro olímpico como esgrimista es abogado, tiene fama de dirigente realista con capacidad de ajuste y negociación. Además de designar el año olímpico, el guarismo “2020” encierra también la idea de 20+20, en referencia a los 40 puntos o aspectos que pretende reformar.
Dentro de esta agenda, se incluye la directriz de permitir que, además de la sede, otras ciudades e incluso países se impliquen en los juegos. Es precisamente esto lo que ha ocurrido con el maratón y con la marcha atlética, que fueron segregados de Tokio y encomendados a la ciudad de Sapporo (Japón). Pero, como se ha comprobado, esto de ninguna manera ha contribuido a poner freno a la hipertrofia de los juegos, más bien la ha agravado, acarreando nuevos gastos.
Sobre el tamaño de los juegos, la agenda abolió la norma que fijaba en un máximo de 28 el número de deportes incluidos y, a cambio, estableció como nuevo límite un total de 310 pruebas deportivas. Como es sabido, un mismo deporte, como el atletismo, incluye una pluralidad de pruebas, como “maratón femenino” o “100 metros masculinos”.
Además de abolirse la limitación que pesaba sobre el número de deportes, se ha reconocido a la ciudad organizadora el derecho a presentar propuestas, haciendo así posible que nuevos deportes queden incluidos en el programa olímpico. Tokio 2020 cuenta con cinco nuevos deportes (béisbol/softball, karate, escalada deportiva, skateboarding y surf), con lo que se suman al programa 18 nuevas pruebas para obtener un total de 33 deportes y 336 pruebas, es decir, más deportes y más pruebas que en los juegos de Río De Janeiro, donde fueron 28 y 306, respectivamente, lo que demuestra que se está caminando en sentido opuesto al proclamado “adelgazamiento”. En el caso de Tokio, disfrutar del derecho a hacer propuestas de nuevos deportes y pruebas ha equivalido, en la práctica, a prestar oído a las peticiones de los canales de televisión nacionales. Un buen ejemplo es la reincorporación al programa olímpico del béisbol. Pero para la próxima edición de los juegos, con sede en París, se ha decidido ya volver a eliminar tanto el béisbol como el softball, e igual suerte correrá el karate.
La meta es escapar del dominio televisivo
Visto el poder de la NBC y todas estas tendencias, está claro que si queremos evitar la hipertrofia de los juegos y las rigideces del calendario, y hacer realidad ese ideal expresado en la frase “Athletes First” (“los atletas son lo primero”), será necesario revisar profundamente la relación existente entre los Juegos y las cadenas de televisión.
En 2016 el COI dio inicio al servicio de vídeos por Internet Canal Olímpico, lo cual es también parte de la agenda de Bach. Esta iniciativa deja traslucir la intención de la autoridad olímpica internacional de debilitar el dominio ejercido por las grandes televisiones. Se ha establecido también la empresa Olympic Broadcasting Services (OBS), que emite la señal de radiotelevisión internacional. Aun así, los juegos siguen dependiendo en gran parte de los ingresos procedentes de la venta de derechos de emisión. Si va a ser posible o no sustraerse al dominio televisivo seguirá siendo una incógnita durante algún tiempo.
Fotografía del encabezado: Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, dirige un saludo durante la ceremonia de encendido de la llama olímpica. (Jiji Press)
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