Hacia una revisión de las directrices básicas de defensa
La seguridad nacional: algo más que capacidad de repeler agresiones
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Ha llegado el momento de la revisión general
Hoy en día, en Japón existe una mayor conciencia sobre la crítica situación de seguridad nacional que vive el país y se está despertando el interés por las cuestiones relacionadas con la defensa. Es algo natural, en vista de la invasión rusa de Ucrania y del aumento de las tensiones en el estrecho de Taiwán. Se recibe la impresión de que estamos llegando a un consenso sobre la necesidad de reforzar las capacidades defensivas de Japón. Sin embargo, pese a que vivimos un periodo de grandes transformaciones que están haciendo temblar el orden internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial, el debate general sobre qué capacidades de defensa deberíamos adquirir brilla por su ausencia y el interés sigue concentrándose en cuestiones como la relación entre gasto de defensa y PIB, o la capacidad de golpear a larga distancia, es decir, de atacar bases enemigas.
Es muy dudoso que una política de defensa derivada de esta mentalidad permita que las capacidades de defensa de Japón funcionen en la práctica y sirvan para garantizar la paz y la seguridad del país. Es el momento de dejar de pensar solo en lo más visible y afrontar una revisión general de nuestra seguridad, incluyendo los aspectos que normalmente no se exponen a la luz pública. Si queremos conseguir la cooperación ciudadana, debemos transmitir una imagen completa de los esfuerzos que está haciendo el Gobierno.
Será ya tarde para hablar de esto, pues la Estrategia de Seguridad Nacional deberá estar lista para fin de año, pero aun así plantearé aquí algunos puntos por si pudieran servir de referencia para futuras discusiones.
El noreste asiático, una región peligrosa
Cuando ha pasado ya más de medio año desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, seguimos sin saber cuándo terminará la guerra y el temor a que Moscú utilice armas nucleares no se disipa. La guerra de Ucrania no es un problema exclusivamente para Europa. Afecta al conjunto del orden internacional e inevitablemente tiene un influjo muy grande también en la región donde se encuadra Japón.
El noreste asiático, una región donde no han ocurrido conflictos armados prolongados a gran escala desde que se puso fin a la Guerra de Vietnam, hace cerca de medio siglo, es ahora una región muy peligrosa, con tres Estados nucleares. Las acciones militares chinas de amenaza contra Taiwán llevan camino de convertirse en “normales” y tienen lugar en áreas cada vez más cercanas a la isla. Algunos misiles chinos han caído también en aguas de la zona económica exclusiva de Japón y esto significa que el amenazado no es solo Taiwán.
Buques fletados por el Gobierno chino continúan recorriendo las aguas próximas a las islas Senkaku. Durante este periodo en el que la comunidad internacional tiene su atención concentrada en Ucrania, Corea del Norte ha seguido adelante con sus lanzamientos de misiles, y ya solo durante la primera mitad de este año ha lanzado muchos más misiles balísticos que durante todo el año pasado. También el ejército ruso en la región está en fase de elevada actividad.
El noreste asiático es el principal campo de batalla para las grandes potencias, competencia que va a marcar el tono de la situación internacional en el futuro, muy especialmente el antagonismo entre Estados Unidos y China. Esta es la razón de que, incluso mientras continúa el conflicto de Ucrania, la atención de la comunidad internacional siga sin apartarse de esta otra región.
Japón está situado en la primera línea de batalla del antagonismo chino-estadounidense. La presión es muy grande pues, además, se está produciendo un rápido crecimiento del poderío militar, armas nucleares incluidas, de los países circundantes, cuya actividad militar está intensificándose.
Recomponer el sistema, una tarea de la máxima urgencia
Si quiere garantizar su seguridad y estabilizar la región en un entorno de seguridad nacional que nunca ha sido tan complicado, Japón tendrá que dedicar más recursos que nunca a recuperar y reforzar aquel “orden internacional basado en el respeto a la legalidad”, algo por otra parte lógico si pensamos que solo en un ambiente internacional de paz y estabilidad puede Japón asegurar su supervivencia. Sería, además, una irresponsabilidad hacia la comunidad internacional dejar de hacer ese esfuerzo.
El Gobierno de Japón se propone revisar para finales de año la Estrategia de Seguridad Nacional (en adelante, Estrategia) y reforzar contundentemente las capacidades defensivas del país. La Estrategia fue redactada hace ya nueve años, en 2013, y el mundo actual tiene muy poco que ver con el de entonces. En esa época anterior a la guerra de Ucrania que se nos antoja ya lejana, la humanidad se veía obligada a olvidar diferencias y cooperar para afrontar amenazas comunes como el cambio climático o, a partir de 2019, el nuevo coronavirus. Al mismo tiempo, la cooperación global fue haciéndose más y más difícil conforme se agudizaba el antagonismo entre China y Estados Unidos y el mundo entraba en una nueva era de competencia entre superpotencias. Revisar la Estrategia es una necesidad apremiante. Japón debe recomponer su sistema de seguridad nacional a toda prisa, aprovechando la ocasión que da la invasión rusa de Ucrania.
Poder disuasorio efectivo sobre los “tres pilares”
El esfuerzo que tendremos que hacer para conseguirlo deberá ser un esfuerzo prolongado, en especial en lo relativo al fortalecimiento de las capacidades defensivas. Aumentar hoy el gasto de defensa no nos traerá mayores capacidades defensivas mañana. La guerra de Ucrania, los ejercicios militares chinos y otros sucesos de nuestros días nos enseñan muchas cosas sobre las formas actuales de hacer la guerra. Prepararse para responder a ese tipo de situaciones es sin duda necesario, pero también lo es adelantarse a los hechos y prepararse para lo que podría ocurrir dentro de 10 o 15 años.
Es mucho, por tanto, el trabajo que nos queda por hacer. Con las prisas, uno acaba atendiendo solo a los problemas más evidentes, o limitándose a hacer los arreglos más urgentes para salvar las apariencias, pero estas actitudes no funcionan a largo plazo. Es precisamente en situaciones como las que vivimos cuando más necesario resulta un acercamiento integral para hacer políticas de peso, que nos lleve a interesarnos no solo por la capacidad de combate frontal, sino también por otros aspectos menos llamativos que escapan a la luz pública, como el apoyo logístico en retaguardia o las políticas que toma el Gobierno en su conjunto.
Lo más importante, al fin y al cabo, es si vamos a ser capaces de disuadir a quien trate de agredirnos. Aunque pueda, eventualmente, rechazarse con éxito una agresión ya cometida, tener que recurrir a esos métodos es un exponente del fracaso de nuestra estrategia de seguridad nacional. Para poder ejercer una disuasión realmente efectiva, es necesario crear un sistema que nos permita luchar y vencer, y enviar ese “mensaje estratégico” a los países circundantes. Pero a Japón le es prácticamente imposible construir por sí solo tal sistema. El supuesto realismo de quienes preconizan una defensa solo de Japón y para Japón resulta, estando como estamos rodeados de potencias nucleares, muy poco realista.
Hasta ahora, la defensa de Japón se ha sustentado sobre tres pilares: sus propios esfuerzos defensivos, la alianza nipo-estadounidense y la cooperación multilateral con países de dentro y fuera de la región. Lógicamente, nuestra defensa debe basarse ante todo en nuestros propios esfuerzos, pero tampoco podemos prescindir de ninguno de los otros dos pilares.
La capacidad total, lo más importante
Acerca de nuestros futuros esfuerzos de defensa, me gustaría hacer tres precisiones.
En primer lugar, no deberíamos pensar tanto en el equilibrio estático de fuerzas militares comparándonos cuantitativamente con un país en particular, como en construir un sistema que nos permita poner en juego todo nuestro poderío como país.
Ya no es posible juzgar la superioridad de un país sobre otro atendiendo únicamente a sus capacidades bélicas, como venía haciéndose hasta ahora. Ahora hay otras capacidades igualmente esenciales: la de usar la información como arma, la de dominar el ciberespacio, o la de usar los servicios de guardacostas y otros cuerpos y fuerzas como medios para garantizar la seguridad nacional.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la disuasión consiste en hacer que los países que suponen una amenaza desistan de sus propósitos, pero dado que tener una idea clara de los propósitos de tales países es muy difícil, lo más realista es adquirir capacidad de respuesta para repeler una agresión. Y si esto es así, entonces el punto sería pertrecharse de municiones, suministros y combustibles, reforzar la capacidad de transporte y aumentar también el sistema de atención médica de guerra y las capacidades de apoyo logístico en general.
Igualmente necesario es dotarse de capacidad de resistencia frente a ataques, de forma que sea posible minimizar los daños recibidos. Y pensar que la amenaza podría no proceder de un único país. Rusia y China, por ejemplo, podrían hacer movimientos coordinados; Corea del Norte estaría deseosa de pescar en río revuelto, en caso de que Japón sufriera algún ataque por parte de China. Tendremos que prepararnos, pues, para amenazas múltiples.
En segundo lugar, dado que la defensa nacional es una tarea que Japón no puede desempeñar completamente por sí solo, es obligado prepararse para luchar junto a Estados Unidos, aliado de Japón, y junto a los otros socios de dentro y fuera de la región. Aceptado esto, primero tendremos que mantener un nivel de tecnología militar equiparable al de Estados Unidos y el resto de nuestros socios. Especialmente importante es alcanzar el nivel de ciberseguridad exigido por Estados Unidos. Hoy en día, los sistemas de defensa están conectados mediante redes informáticas. Por esta razón, además de rebajar nuestra vulnerabilidad a ataques contra equipos y redes, tenemos que evaluar correctamente la elegibilidad de quienes tienen acceso a dichas redes y sistemas. Sobre la premisa de realizar todos estos esfuerzos, deberemos también dejar en claro que habrá que proceder a un nuevo reparto de funciones para afrontar con éxito una batalla que será multidimensional, pues se librará en tierra, mar, aire, espacio exterior y ciberespacio.
Asegurarse recursos humanos y equipamiento
En tercer lugar, a partir de ahora las guerras van a comprometer en mayor medida que las del pasado todo el poderío de los países. Se necesita, por tanto, un sistema de defensa nacional al que contribuyan todas las fuerzas vivas del país.
Se dice que los ejércitos son organizaciones autónomas y autosuficientes, y quizás pueda decirse lo mismo de las Fuerzas de Autodefensa, pero asegurarse el personal, el equipamiento y las instalaciones necesarios no es algo que pueda hacerse sin una base social y ciudadana. Un problema impostergable es, por ejemplo, el de cómo conseguir personal de calidad y formarlo en una época marcada por la escasez de nacimientos.
Las personas no son un costo. Son activos que brillan más cuanto más se las pule. Además, a los miembros de las Fuerzas de Autodefensa se les exige que arriesguen su vida en el combate. Para conseguir un personal así, se necesitan métodos muy diferentes de los que se utilizan para reclutar y formar al resto de los funcionarios. Otra necesidad perentoria es la reconstrucción de la industria de defensa, que continúa en declive. Depender del extranjero para abastecerse de armas entraña sus riesgos, como se ha visto en el hecho recientemente señalado de que el suministro de armas estadounidenses a Taiwán podría sufrir retrasos a causa de la priorización de la respuesta a la invasión rusa de Ucrania. Si no se posibilita que la industria japonesa pueda invertir en defensa con seguridad, la capacidad defensiva de Japón irá perdiendo sus bases productivas y tecnológicas y, finalmente, desaparecerá.
Por otra parte, se está hablando del uso de armas nucleares, biológicas y químicas en Ucrania. Necesitamos un buen sistema de protección frente a este armamento de destrucción masiva, y habrá también que preparar sin demora refugios que poder ofrecer a la población.
Las fuerzas defensivas son las únicas capaces de repeler una agresión, pero en sí mismas no son más que uno de los apartados de la seguridad nacional. Solo situándolas correctamente dentro del programa integral de la seguridad nacional pueden mostrar su valor y solo así es posible obtener para ellas la comprensión de la ciudadanía. Esperamos que la próxima Estrategia de Seguridad Nacional nos sirva una visión comprensible de ese programa integral.
Fotografía del encabezado: El Izumo, el mayor buque de escolta de la Marina de Autodefensa, en fotografía de cortesía de la Oficina del Estado Mayor de la Marina, Ministerio de Defensa. (Jiji Press)
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