La naturaleza de Hokkaidō captada por Mizukoshi Takeshi
La belleza de los lagos y ríos de las tierras del norte
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Durante décadas me he dedicado a recorrer el mundo en busca de paisajes de todo tipo, desde las selvas tropicales del ecuador hasta las tundras polares. La experiencia me ha permitido constatar cómo los ecosistemas de cada lugar se ven determinados por el agua y la luz solar. Son estos dos elementos los que generan la infinita variedad de entornos terrestres, dando lugar a bosques, campos nevados o desiertos. Resulta evidente si consideramos que el agua surgió en la Tierra, se enfrió lentamente y, hace 3.800 millones de años, apareció un primer organismo vivo en el mar que puso en marcha el proceso evolutivo que nos ha traído hasta nuestros días.
Las ciénagas, los humedales y los ríos cambian de aspecto a un ritmo trepidante en función de la meteorología. Hasta la posición del sol, que varía en cada momento, nos desvela distintos paisajes. A veces la superficie de un lago que estaba oscura empieza a resplandecer cuando la luz solar se cuela entre las nubes y yo, que estaba junto a la orilla decaído, me veo súbitamente imbuido de un nuevo ánimo. La particular abundancia de estos entornos de agua dulce que revelan un mundo tan delicado y cambiante es el principal factor de mi fascinación por Hokkaidō.
Lagos formados por volcanes
La mayoría de los lagos cenagosos de Hokkaidō fueron originados por volcanes. Los alrededores del lago Kussharo, donde yo vivo, son una zona que abunda especialmente en lagos dentro de la parte este de la isla y todos se formaron por la actividad volcánica. Los lagos Akan, Kussharo y Mashū son calderas volcánicas, grandes depresiones creadas por erupciones que dejaron agujeros. El lago Kussharo, con sus 57 kilómetros de perímetro, es el más grande de este tipo en Japón.
La lamentable transformación de los lagos
Una mañana especialmente fría de febrero fui testigo del omiwatari, un fenómeno por el cual es conocido el lago Suwa (prefectura de Nagano) que consiste en la formación de grietas en el hielo que luego se tapan y sobresalen de la superficie del lago. Al congelarse y dilatarse, el lago emitió un sonido que recordaba al ruido de un animal. El fuerte viento levantaba la nieve e iba dejando al descubierto el hielo de la superficie. De vez en cuando, el viento se intensificaba y creaba polvo de nieve. Justo después de que el hielo empezara de nuevo a emitir su canto, se levantó el polvo de la superficie del lago, se oyó un ruido explosivo y, en un instante, se había abierto una grieta que corría hasta la lejanía. Me contaron que al día siguiente se había formado un omiwatari de más de un metro de hielo.
En el momento más frío del invierno, los lagos del este de Hokkaidō se cubren por completo de una capa de hielo de 30 centímetros. Cuando me mudé a orillas del lago Kussharo, salía a pasear casi todas las mañanas, pero solo observé aquel singular fenómeno natural en una ocasión. El omiwatari se ha continuado produciendo cada invierno en los treinta años posteriores, pero, desafortunadamente, nunca he vuelto a presenciar ese instante.
Sucede otra cosa lamentable en el lago. En mis tiempos, los días soleados la superficie del lago Kussharo brillaba en tonos esmeralda. El hermoso color se debía a que un terremoto ocurrido en 1938 había hecho brotar aguas termales del fondo del lago que habían elevado la acidez de las aguas. Sin embargo, al reducirse el nivel de acidez, los peces que supuestamente se habían extinguido fueron regresando paulatinamente y el lago color esmeralda se convirtió en algo del pasado.
En los últimos diez años el lago Mashū, situado unos 20 kilómetros al este del Kussharo, ha dejado de congelarse por completo y ahora es raro verlo cubierto por una capa de hielo. Es una verdadera lástima, ya que su superficie plateada ofrecía un paisaje de ensueño. Seguramente tenga la culpa el calentamiento global. Sea como fuere, es otro cambio más que me entristece.
El este de Hokkaidō, paraíso de humedales
Hokkaidō tiene lagunas costeras, un tipo de cuerpos de agua que casi no se ven en otras prefecturas de Japón. Se trata de lagos que se crean cuando en la costa se forman cordones litorales (formación de arena alargada que entra en el mar) o bancos de arena (cordones litorales que llegan hasta una orilla) en los que se acumula el agua. Cuando se llenan de barro porque baja el nivel del mar o les entran sedimentos de un río, acaban transformándose en humedales. Muchos de los humedales que hay en las cercanías de las lagunas presentan una abundante vegetación y se convierten en jardines de flores naturales en verano. En el este de Hokkaidō, los humedales en torno a los lagos Fūren (Betsukai, Nemuro), Tōro (Shibecha) y Saroma y la península de Notsuke se llenan de flores hermosas con las que regalarnos la vista.
Los humedales de Kushiro, que ocupan una extensión de 268,6 kilómetros cuadrados (60 % de la extensión de los humedales de Japón), también tienen su origen geológico en las lagunas costeras. En invierno son una parada en la ruta migratoria de aves marinas como los gansos salvajes y los patos.
Ríos que engendran vida
Se suele decir que cuando los occidentales ven los ríos japoneses, los encuentran tan distintos de los de sus países que, más que ríos, les parecen una sucesión de pequeñas cascadas. Seguramente sea porque, al estar las montañas tan cerca del mar, la mayoría de los ríos presenta un cauce muy inclinado y escasean los que tienen aspecto de ríos grandes. Puede que, en Japón, lo que para ellos es un río propiamente dicho solo exista en Hokkaidō. Ishikari, el Teshio o el Tokachi, por ejemplo, ostentan la envergadura de grandes ríos. La principal característica de los ríos de Hokkaidō es que fluyen desde terrenos montañosos mil metros más bajos que los de los Alpes japoneses.
La segunda característica, que se observa en la desembocadura del Teshio, es que tienen dos épocas de subida: el deshielo, entre abril y mayo, y la estación de los tifones y las lluvias fuertes, entre julio y septiembre.
La tercera característica es la presencia de peces que remontan el río desde el mar para poner los huevos, como el salmón y la trucha. Los alevines de salmón chum, salmón rosado, salmón masu y otras especies que nacieron en los ríos migran al mar de Ojotsk y al Pacífico norte y luego regresan al origen.
Los entornos de agua dulce en Japón van mudando su aspecto en cada estación del año. Los lagos cenagosos, los humedales y los ríos de Hokkaidō, la gran isla del norte, se caracterizan por un invierno en el que las temperaturas bajan de cero incluso durante el día, lo que hace que el agua se convierta en nieve y hielo transformando el paisaje en un auténtico espectáculo.
Fotografías y texto: Mizukoshi Takeshi.
Fotografía del encabezado: El río Setsuri, hábitat de la grulla japonesa, no se congela ni en invierno.
(Traducido al español del original en japonés.)