Lo eterno en lo cotidiano: la mirada de Kawauchi Rinko
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Cuando charlo sobre fotografía con extranjeros relacionados con ese mundo y les pregunto por los profesionales japoneses que más les interesan, salen a colación muchos nombres. Hace algún tiempo, muchos citaban a Moriyama Daidō, a Araki Nobuyoshi, a Tōmatsu Shōmei o a Ueda Shōji. Pero últimamente el nombre que siempre está ahí es el de Kawauchi Rinko. Podemos considerarla la figura de nuestro país que más interés despierta en el mundo.
Si inquirimos más por las razones de esa preferencia, todos se explican, al unísono, diciendo que les parece una fotógrafa “muy japonesa”. Algunos añaden que su estilo les recuerda al haiku. Ciertamente, viendo la forma en que dirige su objetivo a las cosas y hechos cotidianos, y cómo sabe extraer de ellos ese instante inesperado con toda su frescura, la comparación con el haiku no parece disparatada. Muchos dicen que les gustan las tonalidades y la atmósfera de sus imágenes, y también ahí, en esa sensación cromática tan tenue y delicada, así como en su composición gráfica basada en la captación de la belleza del instante, se entrevé toda la tradición del nihonga (estilo pictórico japonés formado en la segunda mitad del siglo XIX que recoge toda la tradición pictórica del país).
Pero no sería justo encasillar la expresión fotográfica de Kawauchi como algo puramente japonés. Su trabajo se sale de ese marco, se sitúa a otro nivel, pues encarna valores que son universales en la fotografía contemporánea. Su universo creativo, a lo largo de los más de 20 años que han pasado desde su debut, muestra cada vez mayor profundidad y amplitud.
Luz y oscuridad, vida y muerte: contrapunto
Kawauchi Rinko nació en 1972 en Gokashō, un municipio extinto actualmente comprendido en la ciudad de Higashiōmi (prefectura de Shiga). Tras graduarse en Artes Plásticas por la Escuela de Arte y Diseño de Seian, en 1993 encontró trabajo en un estudio de fotografía de Tokio. En 1997 obtuvo el Gran Premio del concurso Hitotsubo-ten y un año después expuso sus obras en la exposición conmemorativa “Utatane”, celebrada en la galería Guardian Garden de Ginza (Tokio).
Si bien su estilo de captar fragmentos de la realidad cotidiana en película de 6x6 centímetros y exponer en series de imágenes que transmiten una peculiar sensación de flotación estaba ya formado, mostraba todavía una cierta fragilidad. Pero tres años después, en el álbum publicado por Little More bajo el mismo título de Utatane (2001), las fotografías habían ganado mucho en robustez y las series que formaban daban la sensación de mayor audacia. Lo que más atrae la mirada es ese contrapunto de luz y oscuridad, vida y muerte que le sirve de expresión. Si, por una parte, uno encuentra fotografías que reflejan un brillo de vitalidad rebosante de luz, como en la cucharada de tapioca de la portada, también descubrirá otras –un bebé que gatea por un callejón nocturno, una paloma sangrante caída sobre la tierra– que llevan la huella de Tánatos. Abundan también las fotografías “desviadas”, en las que el objeto queda parcialmente fuera de encuadre.
Fue esa una época en la que Kawauchi persistió en la búsqueda de un nuevo mundo visual, en la que fue adquiriendo una capacidad expresiva que le permitía ir fijando sus distintos elementos con firmeza y precisión. Su álbum Utatane, que salió a la luz junto a Hanabi (Little More) y Hanako (ídem), obtuvo una alta valoración y se hizo acreedor al 27 Premio de Fotografía Kimura Ihei.
Exposiciones individuales en Francia y Brasil
Posteriormente, Kawauchi fue dando a conocer su obra mediante otros álbumes: Aila (Little More, 2004), the eyes, the ears (Foil, 2005), Cui Cui (ídem, 2005) y exposiciones. Aila, una palabra turca que significa “familia” o “lazos de sangre”, es una colección de instantáneas centradas en la captación del momento del nacimiento de diversas vidas a lo largo de cuatro años. La colección, que incluye escenas del nacimiento de un bebé, rebosa del convencimiento de que todos los seres vivos estamos unidos como miembros de una única familia. Aila puede calificarse de la obra más positiva entre todas las producidas por Kawauchi.
the eyes, the ears puede entenderse como una continuación de Utatane, si bien se aprecia una voluntad de abordar nuevas áreas de expresión, pues junto a las fotografías en película de 6x6 centímetros se incluyen otras de 35 milímetros y los resultados se exponen imprimiéndolos en una cuadrícula
Cui, cui es, al parecer, una onomatopeya francesa que representa la voz de un polluelo. El tema de esta colección de fotografías tomadas entre 1992 y 2005, algunas de ellas monocromáticas, es la familia de la propia fotógrafa. A primera vista no parece ser más que un registro gráfico corriente de la vida de una familia más, pero contemplando las imágenes, entre las que la muerte del abuelo marca un antes y un después, se siente el cariño que irradian ese espacio y esos momentos que construye la gente cuando se agrupa y reúne, y su irreemplazabilidad. Estas tres colecciones fueron presentadas en 2005 en la Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo de París. A partir de esta época las obras de Kawauchi comenzaron a ser apreciadas también en el extranjero.
En 2007 expuso en el Museo de Arte Contemporáneo de Sao Paulo su trabajo “Semear” (en portugués, “sembrar”) que recoge fotografías tomadas en diferentes lugares de Brasil con motivo de los 100 años del inicio de la migración japonesa a ese país. La editorial Foil ha publicado un álbum homónimo.
El correr de un tiempo mitológico, más allá de lo humano
ILLUMINANCE, editado en 2011 conjuntamente por Foil y por la editorial norteamericana Aperture, muestra a las claras la elevación de la capacidad expresiva de Kawauchi. Casi todas las fotografías incluidas en esta colección reflejan, igualmente, paisajes del entorno más íntimo y cotidiano. Sin embargo, ese contrapunto entre luz y oscuridad, entre vida y muerte, presente en sus anteriores obras, adquiere aquí una amplitud mayor. Encontramos obras que, como las de eclipses solares que abren y cierran la colección, nos hablan ya de una grandeza de escala cósmica. Aunque representen momentos pasajeros, la palabra que vendrá a la mente de quien contemple estas fotografías será probablemente eternidad. En estos algo más de 10 años que han transcurrido desde su debut, Kawauchi se ha hecho con una visión del universo que parece penetrar hasta su esencia.
Su fama en el extranjero siguió creciendo y en 2009 obtuvo el Premio Infinity (sección Arte) del International Center of Photography (ICP) de Nueva York.
Pero el avance de Kawauchi no se detuvo ahí. Para la serie “Ametsuchi”, presentada por primera vez en la exposición individual “Shōdo - Ametsuchi - Kage wo miru” (“Illuminance, Ametsuchi, Seeing Shadow”) celebrada en 2012 en el Museo de Arte Fotográfico de Tokio, Kawauchi se sirve de una cámara de gran tamaño para película de 4x5 pulgadas, todavía mayor que la de 6x6 centímetros. En ella aparecen la quema de hierbas en el monte Aso, el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, las danzas sagradas nocturnas del santuario sintoísta de Shiromi (Miyazaki) o el rastro que deja un puntero láser al señalar la posición de una estrella en un planetarium, actividades humanas sin relación aparente entre sí pero que así presentadas se nos antojan unidas por algún hilo invisible. Esta serie de fotografías está permeada por la voluntad de reflexionar sobre los orígenes y los ritos de las diferentes civilizaciones y culturas fotografiando “aquello que une el cielo y la tierra”, tal como expresó la propia fotógrafa en “Entrevista con Kawauchi Rinko: La obsesión por el tiempo y el recuerdo”, escrito incluido en el álbum de la citada exposición, que fue publicado por Seigensha Art Publishing. Puede sentirse en ellas el devenir de un tiempo de proporciones mitológicas, que supera ampliamente la escala de lo humano.
Una mirada que descubre la muerte en la vida, la vida en la muerte
Pero Kawauchi sigue adelante. En la exposición individual “Kawa ga watashi wo ukeirete kureta” (“Me acogió el río”), celebrada en 2016 en el Museo de Arte Contemporáneo de Kumamoto, la autora lleva a cabo un proyecto muy especial: consigue en primer lugar que diferentes personas le describan por escrito algún paisaje de Kumamoto tal como ha quedado grabado en su recuerdo y luego ella se desplaza a ese lugar para fotografiarlo. Una ambiciosa tentativa de conjugar el recuerdo ajeno con la mirada propia.
En el álbum Halo (HeHe), publicado en 2017, reúne fotos de bandadas de aves migratorias, de una fiesta tradicional de la provincia china de Hebei en la que se produce una lluvia de chispas de metal fundido, y de los ritos del Kamiarizuki o mes en el que, según la tradición, se concitan los dioses en la región japonesa de Izumo. También aquí Kawauchi sabe aprovechar brillantemente esa perspectiva de vista de pájaro que ha hecho suya con “Ametsuchi”, para observar la vida de los humanos en una escala cósmica.
En el álbum as it is (torch press), publicado en 2020, Kawauchi retorna a la época fotográfica de Utatane, que podríamos considerar su punto de partida, y pone su mirada en los objetos y hechos cotidianos. Ahora la lente se centra en su hija, nacida en 2016, y esto es causa de que las escenas que captan vuelvan a ser de asuntos que le tocan de cerca. Algo que era mitad ella misma, mitad alguna otra cosa, va convirtiéndose poco a poco en alguien, y ese alguien se pone en pie, echa a andar, va aceptando el mundo y el mundo va aceptándolo. Tomar un registro fotográfico de ese proceso no tiene nada de particular, todo el mundo lo hace. Pero la fotografía de Kawauchi parece que estuviera bajo el influjo de una magia muy especial. Será porque además de recoger todo el brillo de la vitalidad infantil, sabe detectar con gran sensibilidad ese vector dirigido hacia lo que va muriendo a su alrededor, y encerrar todo eso en sus fotografías.
Captar lo eterno en lo cotidiano e integrar la muerte que alienta en la vida y la vida que alienta en la muerte en un espacio-tiempo mitológico en el que pasado, presente y futuro se funden y forman un todo inseparable. Ese mundo de la fotógrafa Kawauchi Rinko se encamina ahora hacia su madurez.
Fotografías: Kawauchi Rinko
Fotografía del encabezado: Sin título, de la serie de “as it is” (2020).