El maestro Miyairi Norihiro es autor de un buen número de katanas de gran intrepidez y belleza. También ha creado piezas de arte como los elegantes cuchillos tōsu. En estas fotografías nos muestra la estética singular de las espadas japonesas desde el taller donde da a luz a estas obras de artesanía.
El acero parece llegar a transparentarse en el poderoso patrón ondulado de la cuchilla de una espada majestuosa. Las katanas, como objetos artísticos, guardan una estética propia al igual que lo hace la cerámica más refinada.
Una de las peculiaridades de las espadas japonesas es su patrón (hamon) parecido a un oleaje en la cuchilla.
La artesanía de espadas japonesas vivió su punto álgido entre el período Kamakura (1185-1333), cuando los samuráis impusieron su dominio, y el período Nanboku-chō (1336-1392). El maestro espadero Miyairi Norihiro es heredero de la quintaesencia de este arte, y la lleva un paso más allá, superando los conseguido por otras escuelas, cuando crea con destreza sus modernas espadas. Las espadas de Miyairi animan el alma del que las observa.
Miyairi Norihiro trabajando en su forja, situada en la ciudad de Tōmi, en la prefectura de Nagano.
Pero Miyairi no se centra únicamente en el mundo de las intrépidas espadas japonesas, y pone toda su destreza también en la creación de finos tōsu, unos cuchillos que tenían un gran valor sentimental para la nobleza del período Tenpyō (729-749) como utensilios de escritorio, accesorios o amuletos, algunos de los cuales forman parte de los tesoros del Shōsōin, considerados un importante Patrimonio Cultural. Además, Miyairi no solo se dedica a crear hojas de tōsu sino también la totalidad del ornamento de forma meticulosa, incluyendo el tallado de motivos en marfil teñido y las decoraciones metálicas.
Fotografía: Kimura Naoto
Texto: Kutsuwada Satsuki
Fotografía del encabezado: Miyairi Norihiro comprueba una de sus últimas espadas observándola desde distintos ángulos, comprobando la curva de la espada, el ancho de la cuchilla, la forma de la punta, el reflejo del acero y el patrón en la hoja, entre otros aspectos.
Cuando se pone manos a la obra, Miyairi siempre viste un atuendo de trabajo de color blanco conocido como samue.
Una de las partes de la espada en la que se puede admirar su belleza es la punta, conocida en japonés como bōshi (literalmente, el “sombrero”).
La sacralidad del fuego y sus misteriosas chispas.
Una vigorosa espada oodachi de 1,7 metros de longitud.
Miyairi no se permite la más mínima concesión hasta que logra crear una espada conforme a sus exigencias.
Un cuchillo tōsu con magníficos motivos tallados en marfil teñido.
Palabras del japonés como tanren 鍛錬 (entrenamiento) o kensan 研鑽 (estudios) surgieron de las forjas de espadas.
Una reproducción de dos karatachi del siglo VIII.
Durante el verano, Miyairi tiene que soportar en su taller temperaturas que superan los 40 grados.
Una reproducción de una espada karayōtachi, uno de los tesoros del Shōsōin.
El acero se envuelve en papel japonés, se ata con unos cordones de cáñamo, y se forja en el fuego tras espolvorearlo con cenizas de paja y arcilla.
Un cuchillo tōsu diseñado a imagen de los tesoros del Shōsōin.
Miyairi comprueba el hamon, el patrón que queda en la hoja, tras sacar la espada del fuego.
Tras ajustar la forma de la espada, Miyairi utiliza la piedra amoladera para afilarla.
Desde la forja de Miyairi en la ciudad de Tōmi, en la prefectura de Nagano, se puede observar la cordillera de Yatsugatake nevada.