[Diapositivas] Escuchando las voces de los grandes búhos de Hokkaidō

Cultura

El búho manchú, que habita en las profundidades de los bosques de Shiretoko y es una de las especies de búho de mayor tamaño en el mundo, estuvo a punto de desaparecer hace años. Les presentamos la obra de un fotógrafo que se dedica a capturar la verdadera esencia de esta imponente ave con el máximo cuidado de no perturbar su hábitat.

Una noche reuní el valor para adentrarme en lo más profundo del bosque y me encontré con un búho. Era 1990 y yo tenía 41 años. Hokkaidō, la región donde nací y crecí, es el hábitat natural del búho manchú, una especie declarada Tesoro Nacional de Japón y en peligro de extinción. El asombro de hallarme cara a cara con un ejemplar y su grandiosa presencia me impactaron de tal modo que me propuse captar su esencia mediante la fotografía.

Compartiendo con los búhos el verde suave de las hojas nuevas que han absorbido el sol de la primavera, el rico aroma de los árboles y el gorjeo de los pájaros, afino el oído para escuchar una voz que emerge de la oscuridad de la noche, buscando una presencia casi invisible. Dedicándome a esta tarea día tras día, acabé cautivado por el gesto y el aspecto del búho manchú. Y fue también así como fui aprendiendo la importancia de la naturaleza, de la que antes tenía una idea imprecisa y de la que, en realidad, nada sabía.

No me fuerzo ni a mí ni tampoco fuerzo a los búhos. No irrumpo en su hogar alborotándolo. Lo que hago es esperar, inmóvil y silencioso, hasta que dejan de reparar en mi presencia. Ese es el método que aún sigo hoy en día para lograr mis fotografías.

Este ejemplar batió las alas dos o tres veces y bajó volando directo al río.

La mayor colonia vive en los bosques de Shiretoko

El búho manchú es una de las especies de búhos más grandes del mundo, con una longitud de 70 centímetros desde la cabeza a la cola, una envergadura de alas de 1,8 metros y más de 4 kilos de peso. El hábitat de esta ave se limita al noreste de Asia: Japón, China y el extremo oriental de Rusia. En Japón solo vive en algunos bosques de la región de Hokkaidō, en las zonas de Tokachi, Shiretoko, Konsen y Hidaka; el 40 % se concentra en la península de Shiretoko.

El gran búho fue nombrado Tesoro Nacional de Japón en 1971, empezó a protegerse oficialmente en 1984 y posteriormente se designó como especie en peligro de extinción. Hubo un momento en el que la población se redujo a unos 70 ejemplares, pero los esfuerzos de conservación llevados a cabo durante tres décadas lograron ir aumentando el número lentamente, y hoy en día ronda los 140.

Nidos en árboles gigantes de más de cien años

Aunque los búhos son aves nocturnas que descansan en el bosque durante las horas de luz y empiezan su actividad cuando se pone el sol, en la época del celo también salen por el día. Cuando hace bueno pescan peces en apacibles riachuelos de poca profundidad y en invierno, cuando es difícil pescar porque la superficie de las aguas se congela, se alimentan de mamíferos, de otras aves y hasta de ranas.

Los búhos manchúes vuelan y planean por el cielo maniobrando con sus alas largas y extensas. Tienen los ojos grandes con el iris de color amarillo. Ululan con un tono grave y un volumen potente que alcanza largas distancias. Cuando el macho emite un reclamo, la hembra le responde de inmediato.

Un polluelo de plumaje marrón claro posado sobre un roble japonés.

Los búhos de Shiretoko habitan un territorio boscoso de 15 kilómetros de largo por 2 de ancho siguiendo el cauce del río. Viven solos o en pareja de macho y hembra. Con una esperanza de vida de hasta 30 años, ponen solo uno o dos huevos en cada camada. Los árboles en los que anidan y crían a sus polluelos son de hoja ancha y tardan más de un siglo en llegar a tener los huecos necesarios para convertirse en la morada de estos pájaros.

Fotografías y texto: Tanaka Hiroshi


Un búho desciende del árbol, frena extendiendo sus alas en vertical y junta las garras para lanzarse al río a pescar.


Los búhos manchúes eran venerados por los ainu —pueblo indígena de Hokkaidō—, que los bautizaron como kotan koru kamui (dioses protectores de la aldea).


Un polluelo nacido en primavera. Su porte no desmerece al de un búho adulto.


Un polluelo se entrena para volar aleteando sobre la rama de un árbol.


El benigno sol de la primavera, cada vez más alto, baña la espalda de un polluelo.


Un polluelo empieza a moverse arqueando el cuerpo y llevándose la garra al pico.


Cuando abandonan el nido, los polluelos de búho manchú todavía no son capaces de volar por el bosque; solo saltan de rama en rama o se lanzan desde lo alto de los árboles para bajar planeando hasta el suelo.


Voy al río donde la noche anterior oí a un búho ululando. Un rayo de sol se cuela entre el follaje iluminando una pluma de búho sobre una roca.


El búho se tira al río y atrapa un pez con sus enormes y afiladas garras.


El búho manchú también es conocido como búho pescador de Blakiston. Haciendo honor a ese nombre, un ejemplar ha pescado lo que parece un salvelino del Pacífico norte.


Una vez se derrite el hielo que cubría el río por completo, vuelve a oírse el agradable sonido del agua que fluye. Es la época en la que los polluelos del búho manchú salen del huevo.


Un búho macho vigila los alrededores del nido.


Después de una hora seguida de temporal, la nevada se detiene y la vista se despeja. En ese preciso instante una hembra de búho desciende ante mis ojos. Al aletear se llena el cuerpo de polvo de nieve.


Camino de huellas de búho sobre el río helado.


Un día de verano oí una voz que ululaba encima del árbol bajo el que tenía la tienda de campaña. Me quedé totalmente paralizado. Ese fue mi primer encuentro con un búho manchú.

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