Las lecciones para el futuro de un fotógrafo que sigue enfrentándose al desastre de Fukushima
Guíade Japón
Arte Cultura- English
- 日本語
- 简体字
- 繁體字
- Français
- Español
- العربية
- Русский
Dos museos conmemorativos en Hamadōri, Fukushima
En la zona de Hamadōri, en la costa de la prefectura de Fukushima, una zona afectada por el Gran Terremoto del Este de Japón y gravemente dañada por el accidente de la central nuclear de Fukushima Dai-ichi, hay dos instalaciones denominadas “Denshō-kan” que transmiten las lecciones del desastre a las generaciones futuras.
Uno es el Museo Conmemorativo del Gran Terremoto del Este de Japón y el Desastre Nuclear, inaugurado en la ciudad de Futaba el 20 de septiembre de 2020. El otro se inauguró el 12 de julio de 2023 en el distrito de Odaka, en la ciudad de Minamisōma.
Este último está gestionado por el fotógrafo Nakasuji Jun, que lleva mucho tiempo fotografiando las zonas afectadas por los dos accidentes nucleares, Chernóbil y Fukushima. ¿Por qué ha seguido fotografiando centrales nucleares? ¿Y por qué tomó la iniciativa de crear el museo? Le preguntamos por su andadura hasta la fecha y por sus ideas sobre el museo.
Nakasuji, que se licenció en la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio, trabajó para una editorial y más tarde se hizo fotógrafo freelance. Visitó por primera vez Chernóbil (Ucrania) en 2007. El impulso le llegó de un lugar inesperado.
“Empecé una serie de fotografías de ruinas para una revista, y una vez que me lancé fotografiarlas, me resultó muy interesante, así que visité todas las ruinas de Japón. Cuando pensé en viajar al extranjero para fotografiar ruinas, me vino a la cabeza Chernóbil”.
En Chernóbil habían pasado 21 años desde que se produjo el accidente nuclear en 1986, pero seguía siendo un lugar apabullante, muy alejado de la idea de “reconstrucción”. Nakasuji se sintió abrumado por la magnitud de la catástrofe, que trascendía el concepto de ruinas.
“En un campo árido, a unos cuatro kilómetros de la central, convertida en un gigantesco ataúd de piedra, hay una ciudad llamada Pripyat en la que vivían 50.000 trabajadores de la central nuclear y sus familias, que fueron evacuados en masa inmediatamente después del accidente, dejando el lugar deshabitado. La vida allí había permanecido exactamente igual que entonces”.
Ese paisaje quedó profundamente grabado en la mente de Nakasuji. Le transmitía una sensación de desconexión implacable, en la que la vida de la gente quedaba truncada tras el accidente.
“En el momento en que falla la energía nuclear, se congelan todas las actividades que se estaban desarrollando hasta entonces. Fui testigo del horror de la situación. En la época del accidente, Ucrania era una antigua república de la Unión Soviética, por lo que en el radio de 30 km que estaba vedado la vida de la gente de la era soviética se conservaba intacta. Los murales de propaganda socialista y los retratos de Lenin estaban por todas partes. Mi interés por la enigmática Unión Soviética era tan fuerte que empecé a hacer fotografías que relacionaban esas cosas con las ruinas”.
Inmediatamente después del accidente circularon muchas fotografías de Chernóbil, pero pocas había de las instalaciones convertidas en ruinas por el largo paso del tiempo. Los editores que vieron las fotos quedaron horrorizados por su poderoso impacto.
Después, Nakasuji empezó a visitar Chernóbil una vez al año. Esto se debió a que, además de la enorme escala de la ciudad, quería registrar la imagen cambiante de Chernóbil en un eje temporal. Estas actividades continuaron hasta 2014, y los resultados fueron recopilados en el libro fotográfico Ruten Cherunobuiri (Cambios en Chernóbil) 2007-2014.
El papel de los fotógrafos en las catástrofes
En la primavera de 2011, cuatro años después de que empezara a fotografiar Chernóbil, se produjo el Gran Terremoto del Este de Japón. El movimiento antinuclear cobró impulso, pero Nakasuji, que conoce bien el horror de los accidentes nucleares, no se implicó activamente.
“En los movimientos sociales, la ideología se hace tan fuerte que los opositores y los partidarios se dividen en dos extremos y el debate se hace imposible: el 10 % y el 10 % están enfrentados, y al 80 % restante ni siquiera le interesa. Las secuelas de Chernóbil ilustran claramente el horror del accidente nuclear y, como fotógrafo, decidí dedicarme a documentar y transmitir lo que nos dicen las zonas afectadas”.
Un año después del accidente, obtuvo permiso para trabajar en la localidad de Namie, colindante al norte de la ciudad de Futaba, donde toda la población había sido evacuada. Nakasuji empezó a desplazarse a Fukushima desde su casa en Hachiōji, Tokio, una vez al mes. Pensaba que era muy consciente de los horrores del accidente nuclear de Chernóbil, pero en Fukushima se enfrentaba con frecuencia a escenas que le dejaban sin habla.
“La escena en un centro comercial de la ciudad de Tomioka (al sur de la ciudad de Ōkuma) que visité en 2015 era espantosa. Los animales salvajes devoraban la comida esparcida por todas las tiendas, las moscas revoloteaban entre los animales que allí morían y nacían gusanos. Las arañas se reúnen para alimentarse de ellos y tejen su tela en todo tipo de lugares. En cuanto puse un pie dentro, se me paralizó el olfato”.
Lo que Nakasuji mantuvo en Fukushima fue la misma mirada fotográfica que en Chernóbil.
“Tanto en Chernóbil como en Fukushima, los fotógrafos de informativos intentan retratar el horror oscureciendo el cielo, etcétera. Con ello quieren transmitir el horror de la energía nuclear, pero es una idea demasiado fuerte y me siento como si me obligaran a decir sí o no. En su lugar, me gustaría centrarme en la belleza del paisaje abandonado. En realidad, el cielo azul de Hamadōri es muy amplio, con nubes flotantes que pasan lentamente a la deriva. Hay graves problemas en este paisaje aparentemente idílico. Creo que esas brechas captarán el interés y la imaginación de mucha gente”.
Narrar las lecciones del accidente a través del arte
La idea de construir a mano un museo conmemorativo con la población local y voluntarios se le ocurrió a Nakasuji cuando visitó el Museo Conmemorativo del Gran Terremoto del Este de Japón y el Desastre Nuclear, construido con un coste total de 5.300 millones de yenes.
Nakasuji recuerda: “Fui justo después de que se inaugurara, pero apenas tenía contenido. En otras palabras, me pareció que únicamente tenían la intención de atraer nuevas industrias”.
A pesar de autodenominarse museo conmemorativo, no daba la impresión de que se tomara en serio las lecciones del accidente nuclear y, para cambiar esto, lanzó el proyecto “Oretachi no Denshō-kan” (Nuestro museo conmemorativo). Por cierto, “ore” es un pronombre en primera persona utilizado habitualmente por las mujeres de la zona, especialmente las mayores.
“En Ucrania hubo un programa para escuchar a personas que sufrieron el accidente nuclear y pintar cuadros con sus experiencias, aunque ahora se ha interrumpido por la guerra. En Japón, en cambio, ha habido poca actividad de este tipo, y sentí una sensación de crisis ante la posibilidad de que se perdiera la memoria del accidente nuclear. El arte a veces puede brindar la oportunidad de pensar de una manera más suave. Desde 2017 me he asociado con artistas de la pintura, el teatro y la música para organizar de forma continuada la ‘Exposición Moyai’ con el fin de transmitir el accidente nuclear a través de diversas formas de expresión. Quería exponer esa iniciativa de forma permanente en la zona afectada”.
El solar se encontraba en el distrito de Odaka, en la ciudad de Minamisōma, donde se levantó la designación de la zona de evacuación en 2016. Muchos de los residentes siguen buscándose la vida de diversas formas tras el accidente nuclear. Nakasuji tiene las siguientes esperanzas puestas en el nacimiento de un pequeño museo conmemorativo en tal lugar.
“En primer lugar, quiero que sea un lugar animado al que la gente de la zona pueda ir en cualquier momento. Como está cerca de una ruta escolar, me gustaría que la visitaran niños interesados en el arte. También nos gustaría implicarnos cada vez más con la comunidad local, por ejemplo organizando talleres para niños”.
El fotógrafo, que sigue creyendo en el potencial del arte, añadió lo siguiente con una sonrisa al final.
“Yo recomendaría a todo el que venga a Hamadōri que visite los dos museos conmemorativos. Mirar el accidente nuclear desde distintos ángulos puede causar confusión. Si esa confusión les lleva a pensar más profundamente sobre el accidente nuclear y sobre Fukushima, entonces creo que tendría sentido haber creado el ‘Oretachi no Denshō-kan’”.
Oretachi no Denshō-kan
- Dirección: 2-23 Minamimachi, distrito de Odaka, ciudad de Minamisōma, prefectura de Fukushima
- Días de apertura: abierto todos los días hasta el 16 de agosto de 2023; abierto de viernes a domingo y festivos del 17 de agosto al 26 de noviembre, y después de forma irregular. *Ver Facebook para días de apertura, eventos y consultas.
- Horario de apertura: de 11.00 a 17.30 h.
- Entrada: gratuita.
- Acceso: 7 minutos a pie desde la estación de Odaka en la línea JR Jōban.
(Traducido al español del original en japonés. Fotografía del encabezado: la primera planta del Oretachi no Denshō-kan, una estructura sencilla pero impregnada de la voluntad de los artistas. Una pintura gigante de la artista Yamauchi Wakana tiene una fuerte presencia en el techo. Fotografía de Nakasuji Jun)