Peregrinaje monocromático

Donde habitan los dioses: Amano Yasukawara

Arte Naturaleza Cultura

Ōsaka Hiroshi capta con cámara monocromática elementos de la naturaleza a los que se rinde culto por ser el hogar de divinidades, como rocas o árboles sagrados. En la primera entrega de la serie, les presentamos las fotografías de Amano Yasukawara, donde cuenta el mito que se reunieron el panteón de los dioses nipones cuando la diosa suprema, Amaterasu, se refugió en la cueva sagrada de Amano Iwato.

La cultura del rezo que ha perdurado hasta nuestros días

Los japoneses venimos conservando desde la antigüedad la práctica de juntar las manos para presentar nuestros respetos, agradecimientos y plegarias a la naturaleza. Esta costumbre nace de la creencia en los kami, seres con poder divino que habitan en todos los lugares, desde montes y mares hasta la cocina de casa, brindándonos las más grandes bendiciones y la paz, o las peores calamidades cuando se enojan.

Los kami, también llamados marebito, acuden cuando las personas los invocan. El acto de presentarles ofrendas adquirió la forma de matsuri, o festivales. Cuando esas divinidades nos visitan, se “adhieren” a las cosas. Esas cosas habitadas por lo divino se conocen como yorishiro; si es una gran piedra o una roca, pasa a llamarse iwakura o iwasaka.

Como los kami no se pueden ver ni tocar, se desconoce qué forma tienen. Aun así, el sentimiento de veneración por esos seres que escapan a la comprensión humana se ha mantenido inmutable en la base del pensamiento de los japoneses desde tiempos inmemoriales. Es el mismo sentir que imbuía a Saigyō, un monje de finales del periodo Heian (794-1185), cuando escribió: “No sé quién o qué habrá, pero siento una emoción inexplicable que hace que se me escapen las lágrimas”. Así que decidí visitar con mi cámara esos lugares donde “hay alguien o algo” que todavía se conservan en todo Japón.

Amano Yasukawara, escenario del mito de Amano Iwato

Las aguas cristalinas del río Iwato. Fotografía: Ōsaka Hiroshi.

Las aguas cristalinas del río Iwato. Fotografía: Ōsaka Hiroshi.

Amano Iwato figura en la mitología japonesa como la cueva donde se escondió la diosa del Sol, Amaterasu, asustada por las malas acciones de su hermano menor Susanoo. Al quedarse el mundo a oscuras, todos los dioses, preocupados, se reunieron en Amano Yasukawara. Omoikane urdió un plan para sacar a Amaterasu de la cueva que consistía en hacer que un tokoyo no naganakidori (un gallo divino que emitía un canto largo) cantara para anunciar el amanecer y ejecutar un baile bien animado ante la entrada de la cavidad.

Aunque la leyenda sitúa este episodio en el país divino de Takamano Hara, se cree que en realidad se trataba de un lugar terrenal. Uno de los enclaves que se barajan como posibles escenarios del mito es el santuario Amano Iwato de la prefectura de Miyazaki.

Salí del alojamiento de madrugada y puse rumbo al santuario Amano Iwato. Por más que agucé el oído, no oí cantar al tokoyo no naganakidori. Por el camino vi las montañas de Takachiho, que se alzaban como un muro de madera negra tras una vasta extensión de arrozales. Coronaba el pico más alto una nube lenticular que se asemejaba al sombrero de una seta. No sé si era una señal de algo, pero aquel paisaje inquietante y místico me hizo pensar que tal vez sí estaba ante la llanura divina de Takamano Hara.

El pabellón Nishihongū, consagrado a la cueva del mito de Amano Iwato, se hallaba envuelto del aire frío de la mañana. Caminé por el recinto del santuario y por una senda a orillas del río Iwato, que bajaba rugiendo. Altos acantilados flanqueaban el río y en el cielo, del que solo se veía una franja del mismo ancho que el cauce, empezó a brillar el sol de la mañana.

Amano Yasukawara. Fotografía: Ōsaka Hiroshi.

Amano Yasukawara. Fotografía: Ōsaka Hiroshi.

Tras unos diez minutos andando, llegué al final del camino y de repente surgió ante mí Amano Yasukawara, que hasta entonces se ocultaba tras el acantilado. La enorme cueva parecía un agujero redondo excavado en el monte. En la entrada se erguía un torii y en la parte trasera había un santuario dedicado a Omoikane y al resto de los dioses.

La imagen de incontables montoncitos de piedras en el interior de la cueva me dejó sin aliento. Se dice que los que peregrinan hasta allí los han ido montando para transmitir sus deseos y plegarias. Hoy en día se venera toda la cueva, no solo el santuario. Vistos desde dentro, los montoncitos de piedras, bañados por una luz divina y las gotas de agua, parecían representar a los dioses del panteón japonés. Toda la estampa destilaba el ambiente sacro de Amano Yasukawara.

Montoncitos de piedra dentro de la cueva. Fotografía: Ōsaka Hiroshi.
Montoncitos de piedra dentro de la cueva. Fotografía: Ōsaka Hiroshi.

Las montañas de Takachiho y la nube lenticular. Fotografía: Ōsaka Hiroshi.
Las montañas de Takachiho y la nube lenticular. Fotografía: Ōsaka Hiroshi.

Amano Yasukawara

  • Divinidades a las que se consagra: Omoikane no Kami, todos los dioses.
  • Dirección: 1073-1 Iwato, Takachiho-chō, Nishiusuki-gun, Miyazaki-ken.

La cueva se ubica en el recinto del santuario Amano Iwato y es un conocido lugar para rezar por la energía espiritual que posee gracias a la leyenda que cuenta que todos los dioses de Japón se reunieron allí en una ocasión. Aunque se desconoce la fecha de construcción del santuario, la cueva de Amano Iwato ha sido objeto de veneración desde antiguo y en ella se rinde culto a la divinidad superior, Amaterasu Sumeoomikami.

Reportaje, texto y edición: Kitasaki Jirō.

(Traducido al español del original en japonés.)

sintoismo Fotografía Espiritualidad Naturaleza