Tres grandes festivales de Japón

Tres grandes festivales con batallas entre hombres

Cultura Vida

En esta serie seleccionamos los tres festivales más destacados de cada categoría de entre los incontables matsuri que se celebran por todo Japón. En esta entrega les presentamos tres festivales con impetuosas batallas en las que saltan chispas y los mikoshi embisten a la gente.

Batallas intensas que siguen un guion

Todos los festivales en los que se ofrendan luchas a los dioses son muy impresionantes. Algunos de los actos que incluyen correrían el peligro de desaparecer si se tratara de meros espectáculos, pero se siguen conservando y perpetuando como ritos tradicionales.

Los matsuri con luchas se dividen en grandes categorías según su formato. Existen, por ejemplo, los de tipo competición, en que se intenta arrebatar la “fortuna” al contrincante, los de tipo enfrentamiento, en los que se predice lo abundante que será la cosecha o la pesca según quién gana, o los de tipo pelea, en que carrozas o mikoshi (santuarios portátiles) chocan entre ellos. En algunos festivales de tipo pelea, se destruyen sin miramientos espléndidas carrozas y al final se queman, poniendo de manifiesto el carácter efímero de estas celebraciones.

En los festivales de lucha de tipo ataque y defensa, se asigna previamente un papel a cada equipo y la batalla se desarrolla siguiendo un guion. En casi todos se sabe de antemano quién ganará. Como está todo planeado, pocas veces se producen lesiones y el público, que anima con escandalosos vítores, lo vive con emoción, pero también con cierta tranquilidad. Les presentamos tres festivales de este estilo que son especialmente populares en Japón.

El Dōsojin Matsuri de Nagano

(Nozawaonsen, 13-15 de enero)

Se reza a dos estatuas de dioses que representan el matrimonio para encontrar una buena pareja y tener fertilidad.
Se reza a dos estatuas de dioses que representan el matrimonio para encontrar una buena pareja y tener fertilidad.

Nozawaonsen, una localidad de la zona de Kitashinshū de la prefectura de Nagano, es el único pueblo en Japón que lleva la palabra onsen (baños de aguas termales) en el nombre. Con sus trece establecimientos públicos, cuenta con una larga historia como destino de baño. Aunque la población no alcanza los 4.000 habitantes, en invierno unos 140.000 aficionados al esquí y el snowboard japoneses y de otros países acuden a disfrutar de su excelente nieve. El 15 de enero, en plena temporada, se celebra el Dōsojin Matsuri, que es conocido como “el festival más peligroso de Japón” y resulta sorprendente en un pueblo de aguas termales.

Originalmente a los dōsojin, divinidades protectoras de los viajeros, se les rendía culto en lugares como los límites de los pueblos, cruces de carreteras o pasos de montaña para evitar que los desastres entraran en la localidad, pero también se los veneraba como deidades cotidianas para rogar por la salud y el desarrollo sano de los niños y el buen parto. En Nozawaonsen pueden verse parejas de dōsojin no solo en el borde de las carreteras, sino en tiendas, alojamientos o restaurantes.

El otakiage, que consiste en quemar amuletos del año que ha terminado, como las decoraciones y el primer escrito de Año Nuevo, es uno de los actos típicos del koshōgatsu. En algunas zonas se conoce como dondoyaki o sagichō. En ciertos lugares del Este de Japón este ritual se practica en el Dōsojin Matsuri, y el de Nozawaonsen es especialmente famoso por su encarnizada lucha con fuego.

El pabellón sagrado queda finalizado después de que un sacerdote le practique un ritual de purificación.
El pabellón sagrado queda finalizado después de que un sacerdote le practique un ritual de purificación.

En la primera jornada del festival, el día 13, se traen árboles sagrados y maderos de la montaña. Desde la madrugada del día 14 hasta el mediodía del 15, se erige un enorme pabellón sagrado de más de 10 metros de alto donde se librará la batalla. El montaje se lleva a cabo durante la noche, usando técnicas de construcción tradicionales, sin clavos ni alambres.

Los faroles de madera de 9 metros de alto que se colocan a ambos lados del pabellón añaden belleza al festival. Existe la costumbre de que las familias que tuvieron al primer hijo en el año anterior ofrenden unos farolillos especiales (hatsudōrō) para rogar por el crecimiento sano del bebé.

Una batalla en la que literalmente saltan chispas.
Una batalla en la que literalmente saltan chispas.

En el festival ofrendadores, niños y adultos ―en este orden― van encendiendo antorchas para prender fuego al espléndido pabellón. Los hombres de 42 años se suben al tejado y los jóvenes de 25 guardan la entrada. Ambas edades se consideran años de mal augurio para los hombres en Japón. Los espectadores animan con vítores de “Ganbare, ganbare!” (‘¡Ánimo!’) a los jóvenes que protegen el pabellón golpeando las antorchas para tumbarlas.

Tras una hora y media de lucha, el fuego al fin se apodera del pabellón. Una vez la batalla termina y los hombres bajan del tejado, los hatsudōrō y el propio santuario se consumen entre el rugido del fuego. Se cree que las voraces llamas ahuyentan el mal, por lo que tanto los atacantes como los defensores de la batalla celebran el buen fin del festival. Al día siguiente, los lugareños se llevan a casa las cenizas que quedan para usarlas como amuletos de protección contra incendios.

Los farolillos hatsudōrō, como el pabellón sagrado, quedan reducidos a cenizas.
Los farolillos hatsudōrō, como el pabellón sagrado, quedan reducidos a cenizas.

El Toriou Matsuri de Saga

(Imari, víspera del primer día del conejo de diciembre)

Se preparan 833 bolitas de arroz en conmemoración del número de víctimas de la batalla que dio origen a la celebración.
Se preparan 833 bolitas de arroz en conmemoración del número de víctimas de la batalla que dio origen a la celebración.

El Toriou Matsuri, un ritual sintoísta del distrito de Niri de Imari, una ciudad del oeste de la prefectura de Saga, es un festival de lucha de tipo ataque y defensa con fuego especialmente impresionante. Los feligreses veteranos del santuario de Kaminohara Hachimangū adoptan el papel de defensores y los jóvenes, el de atacantes. En el enfrentamiento saltan chispas alrededor de unas bolitas de arroz de nueva cosecha llamadas gokūsan. Se cuenta que el festival data de cuando un general que fue derrotado hace 700 años, en la batalla de Nanbokuchō (de las Cortes del Norte y el Sur), se entrenó con fuego para recuperar su poder y más tarde se convirtió en un acto de plegaria por las buenas cosechas.

El día del festival, los hombres de la zona preparan 833 bolitas de arroz glutinoso. Al caer la noche, los defensores colocan esos gokūsan en una cesta de bambú llamada tebo y la llevan al santuario, protegiéndola con antorchas. Los atacantes los persiguen provocándolos.

Entrando al recinto del santuario con una antorcha gigante.
Entrando al recinto del santuario con una antorcha gigante.

Una vez dentro del recinto del santuario, se rocía a los atacantes con agua purificadora y empieza la batalla. El enfrentamiento empieza con gritos de “Oshaenka!” (‘¡Venid!’) y “Uchaenka!” (‘¡Lanzad el fuego!’) y ambos bandos intentan hacerse con las bolitas de arroz entre las chispas de las antorchas que se desprenden al golpear el suelo con fuerza. Se cree que zarandear enérgicamente el tebo durante la lucha hace que aumente el poder del espíritu que mora en el arroz. Tras 15 minutos de encarnizada lucha, los jóvenes se hacen con el botín y se declaran ganadores. Después se ofrece el arroz a los lugareños como obsequio de buena fortuna y todos se lo comen rogando por la salud y la longevidad.

Los atacantes usan hojas de sakaki para protegerse del fuego que los defensores les lanzan sin tregua.
Los atacantes usan hojas de sakaki para protegerse del fuego que los defensores les lanzan sin tregua.

El Imazu Ōmikoshi de Ehime

(Matsuyama, 7 de octubre)

El mikoshi deambula y causa alboroto por la zona durante todo el día.
El mikoshi deambula y causa alboroto por la zona durante todo el día.

El Matsuyama Aki Matsuri de Matsuyama, capital de la prefectura de Ehime, es famoso como festival desenfrenado de marcado tinte regional en los que los santuarios portátiles chocan unos contra otros o se lanzan al río para rogar por una pesca y una cosecha abundantes. El Imazu Ōmikoshi de Nishihabu, un barrio del suroeste de la ciudad, presenta una intensa batalla entre dos equipos de pescadores rudos de la zona —los veteranos, llamados iemochi, y los jóvenes— que luchan por hacerse con el mikoshi.

El escenario de la batalla se sitúa en los santuarios de Mishima Daimyō y Sumiyoshi, de la misma zona. En la tarde del día anterior al festival, se sacan dos grandes mikoshi del santuario de Mishima Daimyō y se pasean por el recinto sagrado. Los veteranos llevan el mikoshi antiguo y los jóvenes se encargan del santuario del año anterior. Si los mikoshi sufren daños graves, hay que repararlos o sustituirlos por otros nuevos, por lo que los preparativos empiezan con seis meses de antelación.

Daiba, un espíritu con máscara de ogro, aparece en la procesión de mikoshi y golpea a la gente con un palo de bambú para traerles salud.
Daiba, un espíritu con máscara de ogro, aparece en la procesión de mikoshi y golpea a la gente con un palo de bambú para traerles salud.

Después de introducir los espíritus en dos mikoshi en el santuario de Sumiyoshi la madrugada del día del festival, se sacan en procesión durante diez horas. Los mikoshi se zarandean enérgicamente frente a las casas que visitan y se introducen con ímpetu en la entrada. Aunque se provoquen desperfectos en la casa, casi siempre se dejan sin reparar porque se consideran cicatrices provocadas por los dioses que hay que agradecer.

Por la noche, la procesión de mikoshi se dirige al santuario de Sumiyoshi guiada por farolillos de papel y los veteranos, que acceden antes al santuario, esperan a los jóvenes bajo el pórtico torii. Es entonces cuando empieza el espectáculo y ambos equipos se enzarzan en un combate de tres asaltos.

El equipo joven avanza a toda velocidad mientras sus hijos les animan gritando “¡Vamos, papá!”.
El equipo joven avanza a toda velocidad mientras sus hijos les animan gritando “¡Vamos, papá!”.

Cuando el líder del equipo de jóvenes vocea “Venga, todos a una. ¡Sacad todas vuestras fuerzas y gritad!”, el mikoshi es llevado a toda velocidad hacia el pórtico torii. Los veteranos se les interponen en el camino advirtiendo “No os dejaremos entrar tan fácilmente”. Entonces embisten el mikoshi hasta que lo tumban y el equipo se cae al suelo. Es el momento de máxima exaltación para los hombres.

Cuando el mikoshi está en el suelo, el ataque cambia de bando. Ahora los veteranos llevan el santuario portátil y corren hacia el torii con todo su ímpetu. Los jóvenes que defienden hacen todo lo posible por tumbarlo. En el segundo asalto, el equipo defensor también tira el santuario al suelo.

En el tercer asalto, los jóvenes cargan contra los veteranos, que los provocan al grito de “Motekoi” (abreviación de ‘Traedlo y presentad vuestros respetos’), y al fin logran traspasar el torii. Ambos equipos se alegran de que, a través de esa lucha, el deseo de los veteranos de “legar el futuro” se haya transmitido a los jóvenes, y la tradición de este festival que une el espíritu de los residentes se mantiene viva para seguir al año siguiente.

En el caos de la batalla, tanto el mikoshi como sus portadores terminan por los suelos.
En el caos de la batalla, tanto el mikoshi como sus portadores terminan por los suelos.

*Fechas estimadas a partir de las de años anteriores.
Fotografías: Haga Library.

(Traducido al español del original en japonés.)

Nagano Saga Festivales Aichi