Tres grandes festivales de Japón
Tres grandes festivales de carrozas
Guíade Japón
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La montaña a la que descendían las divinidades adquiere un formato portátil
Los días de festival, los dioses recorren la tierra de los fieles montados en santuarios portátiles llamados (mikoshi). Los acompañan carrozas (dashi) en que divinidades y personas desfilan juntas y se ofrendan espectáculos como el ohayashi (orquesta tradicional), las marionetas karakuri, el teatro kabuki aficionado y la danza tradicional nipona. Mientras que casi todos los mikoshi tienen forma de santuario, las carrozas presentan una enorme variedad. Las más comunes, sin embargo, son de dos pisos y cuatro ruedas, con tejados curvos de tipo karahafu. En ciertas regiones se conocen como yatai, yama, hikiyama o danjiri.
Generalmente, se cree que las carrozas provienen del Daijōsai. El Niinamesai es un rito que se celebra desde antiguo en la corte el 23 de noviembre con el que se ofrenda grano de arroz recién cosechado para obtener el favor de los dioses. El Daijōsai es el primer acto de dicho rito que se lleva a cabo cuando un emperador asciende al trono y en él se monta una representación de una montaña llamada hyōnoyama o shimeyama, hecha de sakaki, para señalar el lugar donde descienden las divinidades de los cielos.
En los festivales populares también se plantaban montañas para recibir a seres divinos que acabaron transformándose en carrozas móviles. Las yamahoko del festival Gion de Kioto son un buen ejemplo de ello. Se originó como una procesión de alabardas (hoko), pero en el año 999 se empezaron a usar carrozas parecidas a las del Daijōsai que fueron el prototipo a partir del que se crearon las 34 yamahoko de la actualidad.
Las gentes de todo Japón han creado una espléndida variedad de carrozas a partir de ideas originales. Les presentamos tres festivales especialmente peculiares en los que compiten carrozas magníficas.
El Nada no Kenka Matsuri de Hyōgo
(Himeji, 14 y 15 de octubre).
De la zona de Harima, una localidad del suroeste de la prefectura de Hyōgo, es famoso el Festival Otoñal de Banshū, en el que desfilan grandes carrozas con tejados lacados. En lo que antaño fueron los siete pueblos del distrito de Nada, en el sureste de Himeji, se conservan hermosas carrozas de techo lacado en negro con adornos dorados que participan en el Nada no Kenka Matsuri. El festival, cuyo nombre oficial es Festival Otoñal del Santuario Matsubara Hachiman, data del siglo XV, cuando el señor feudal Akamatsu Masanori reconstruyó el santuario después de que se calcinara en la guerra y los fieles empezaron a celebrar su restablecimiento.
En el primer día del festival (yoimiya), acuden al santuario las carrozas de los siete distritos, que pesan 2,5 toneladas cada una y no tienen ruedas, por lo que se necesitan entre 200 y 300 fieles para acarrearlas. Al entrar en el recinto sagrado, los portadores se provocan mutuamente y zarandean las carrozas verticalmente para indicar que empieza el famoso neriawase, en que las carrozas, alzadas a fuerza de brazos, se empujan unas contra otras. Los gigantescos artefactos pueden caerse si se desequilibran, por lo que es un momento de tensión para el público.
En el segundo día (honmiya), el festival se desplaza al pie del monte Otabi (1,6 kilómetros del santuario), donde se ejecuta el neriawase frente a miles de espectadores.
Solo se construyen carrozas nuevas una vez cada varias décadas, pero en 2014 se dio la rareza de que dos distritos las presentaran. Las dos nuevas adquisiciones compitieron sin aflojar ni un instante y el público presenció el espectáculo conteniendo la respiración.
Otro elemento clave del festival son los choques violentos entre los tres mikoshi; por algo el evento se conoce como kenka matsuri, o ‘festival de pelea’. Sin embargo, en realidad no se trata de una lucha, sino de la representación de una leyenda según la cual la emperatriz Jingū, a quien está consagrado el santuario Matsubara Hachiman, hizo que unos barcos de guerra bajo su control se rozaran unos contra otros para eliminar las conchas de las ostras pegadas en el casco del barco.
Los siete distritos se turnan para manejar los santuarios portátiles que participan en la “pelea”. Cuanto más los rompen, más satisfechos quedan los dioses, por lo que los porteadores se enzarzan día y noche para no perder. No importa que los tejados queden agujereados. Los mikoshi rotos se guardan en la capilla (haiden) para que al año siguiente los saquen los nuevos encargados de portearlos.
Festival de los Tambores de Niihama de Ehime
(Niihama, del 15 al 18 de octubre).
El Festival de los Tambores de Niihama es tan apreciado por la gente de los pueblos pesqueros del este de la prefectura de Ehime que hay un dicho que reza: “Aunque no vuelva al pueblo para el Obon (festividad para honrar los espíritus de los antepasados que se celebra del 13 al 15 de agosto) ni para Fin de Año, vuelvo sin falta para el festival”. Se trata de una celebración muy animada en que las taikodai, carrozas de 5,5 metros de altura y 3 toneladas de peso, desfilan porteadas por unas 150 personas mientras un grupo de jóvenes tocan los tambores incorporados en ellas.
Las algo más de 50 taikodai de Niihama llevan una cubierta de tela llamada jū de la que cuelgan grandes borlas. Su elemento más característico son las cortinas ornamentales, decoradas con bellos bordados tridimensionales de dos dragones enfrentados, uno macho y otro hembra. Se dice que estas cortinas, bordadas por curtidos artesanos con auténtico hilo de oro, cuestan decenas de millones de yenes.
Fue en la primera mitad del siglo XIX cuando las taikodai se incorporaron al festival otoñal de la región, que venía celebrándose desde tiempos antiguos. Al principio eran carrozas pequeñas, pero cuando la ciudad prosperó gracias a la mina de cobre de Besshi —base del conglomerado industrial Sumitomo— a mediados del periodo Meiji (1868-1912), los distritos empezaron a competir entre ellos y el festival amplió su escala y su nivel de ostentación.
El tōitsu yose, que se celebra el 17 de octubre en el campo deportivo Yamane Ground y en el que participan unas 20 taikodai, es un punto álgido del festival. Las carrozas aparecen una a una ante la multitud y se zarandean verticalmente con vigor. Luego se ejecuta el kakikurabe, en que se colocan unas cuantas carrozas bien juntas y se elevan a la vez para luego girarlas en horizontal sin romper la fila. Esos movimientos tan precisos, ejecutados por cientos de personas a la vez, impresionan y demuestran que la coordinación del festival existe también en los vínculos y el apoyo mutuo de la comunidad local.
El mismo día por la tarde, el espacio de delante de la fábrica de Sumitomo Chemical se convierte en el escenario del kakikurabe y el público acude en masa para presenciarlo. Las taikodai se reúnen allí en modo de batalla y se nota la tensión en el ambiente. Un grupo de jóvenes se mete entre el público y despeja el espacio necesario para que las carrozas choquen entre ellas haciendo temblar el suelo, acompañadas de las flautas y los vítores que resuenan en el aire. Esa intensidad es la verdadera esencia de este festival espléndido y fascinante.
El Festival Otoñal de Kanuma de Tochigi
(Kanuma, segundo fin de semana de octubre).
El santuario Nikkō Tōshōgū (Nikkō, prefectura de Tochigi), construido a principios del periodo Edo (1603-1867), es famoso por sus magníficas esculturas, entre las que se incluyen la puerta Yōmeimon, decorada con 508 esculturas, o el Nemuri Neko (gato durmiente) o los Sanzaru (tres monos), atribuidos al legendario escultor Hidari Jingorō. Kanuma, situado 25 kilómetros al sureste, era un pueblo de posta en la ruta de Edo a Nikkō cuya industria carpintera floreció gracias a que los carpinteros del Tōshōgū legaron allí sus técnicas. Las carrozas del festival de Kanuma son conocidas por sus gigantescas tallas de madera; hubo hasta un maestro artesano que talló los doce signos del zodíaco chino en la pagoda de cinco pisos del Tōshōgū.
El festival otoñal del santuario de Kanuma Imamiya cuenta con 27 carrozas hermosamente talladas, llamadas ugoku Yōmeimon (Yōmeimon móviles). Data de 1608, cuando se ofrendó una danza en carrozas para agradecer a los dioses que respondieran a las plegarias de lluvia en una época de extrema sequía.
El primer día se celebra una procesión al santuario de Imamiya con las carrozas de 27 localidades. Las tekomai, jóvenes bailarinas que encabezan la procesión, visten juban (camisón que se lleva debajo del kimono) con uno de los lados desabrochado y hakama (pantalón tradicional), y portan una vara de hierro y un instrumento de madera llamado hyōshigi. Los hombres que van montados en el tejado de las carrozas se mantienen inmóviles y solemnes. Al terminar la plegaria, decoran las carrozas con lámparas de papel y se marchan a continuar con los actos nocturnos del festival.
En ambos días del festival, por la noche un gran número de carrozas se reúnen en los cruces de la ciudad para ejecutar el buttsuke (choque), que no consiste en la colisión entre carrozas, sino en un “choque” de sonidos entre los instrumentos de la orquesta. La tormenta musical que se genera es tan famosa que el festival solía conocerse como Kanuma Buttsuke Matsuri. Los hombres que están en medio de la algarabía de instrumentos cierran los ojos, escuchan con atención y la música les recorre el cuerpo brindándoles “la sensación de flotar en el espacio”.
*Fechas estimadas a partir de las de años anteriores.
Fotografías: Haga Library.
(Traducido al español del original en japonés.)