El fotógrafo de ‘ukiyo-e’ Kichiya y su versión de las ‘Cien famosas vistas de Edo’
La colina del sol poniente y el puente Taiko de Meguro
Guíade Japón
Cultura Arte- English
- 日本語
- 简体字
- 繁體字
- Français
- Español
- العربية
- Русский
¿Por qué Hiroshige pintó los lugares famosos de Meguro nevados?
Las excursiones del periodo Edo estaban vinculadas a la religión y ofrecían alicientes como recorrer los lugares pintorescos del camino o saborear las especialidades de las zonas de los templos. Los propios recintos de templos y santuarios eran destinos para visitar y disfrutar. El más famoso era el Meguro Fudōson, al que los viajeros acudían en masa para contemplar su colección de espléndidos edificios budistas, celosamente protegidos por el clan Tokugawa.
Los que peregrinaban de Edo al Meguro Fudōson bajaban por Gyōnin-zaka y cruzaban el río Meguro por el puente Taiko, una construcción de piedra. Gyōnin-zaka se halla en un terreno muy inclinado del extremo oeste de la elevación que se extiende desde Shirokanedai-chō (actual zona de Shirokanedai en el distrito de Minato). Apodado “la colina del sol poniente” por el hermoso paisaje que creaba el sol del oeste cuando iluminaba los árboles, atraía visitantes especialmente en la época del cambio de hoja.
Aunque Hiroshige dedicó cinco de sus ‘Cien famosas vistas de Edo’ a la zona de Meguro, el emblemático Meguro Fudōson no aparece en ninguna de ellas. El cuadro que nos ocupa tiene como tema el puente Taiko, el río Meguro y la colina del atardecer, pero el artista no eligió plasmarlos con los colores del otoño, sino cubiertos de nieve. Las personas que cruzan el puente se dirigen a Edo, por lo que seguramente regresan de Meguro. La nieve acumulada en los paraguas y los hombros sugiere que está nevando intensamente, lo que hace que todos se apresuren para llegar lo antes posible, sin prestar atención al paisaje.
Podríamos pensar que representar la escena con un paisaje tan invernal fue una transgresión artística por parte de Hiroshige, pero ese mismo lugar aparece también nevado en su Ehon Edo Miyage (Suvenires de Edo), una obra que constituye prácticamente una guía turística de Edo. La explicación que acompaña la imagen en aquella publicación transmite la veneración por el puente y el respeto hacia los artesanos: “El puente Taiko es una rara construcción de piedra pero, al hallarse en una zona tan apartada como Meguro, no es tan famoso como el puente arqueado del santuario de Kameido Tenjin y sus constructores deben de lamentarlo”. Ese paisaje nevado de cielo gris podría ser en realidad un recurso para resaltar el puente Taiko.
Tomé la fotografía un día de enero de 2018 en que cayó una gran nevada. Las cien famosas vistas de Edo incluyen ocho paisajes blancos, así que, las raras veces que nieva fuerte en Tokio, voy de bólido. Ese día visité cinco lugares y Meguro fue mi última parada. Como ya tenía decidido qué iba a fotografiar, coloqué la escalera de tijera rápidamente y empecé la sesión. La ventisca casi no me dejaba ver lo que tenía delante, pero aproveché los instantes en que la nieve aflojaba un poco para pulsar el disparador sin cesar. Elegí la imagen en que salían personas con paraguas andando rápido como en el cuadro, aunque iban en el sentido contrario.
Información sobre el lugar
Meguro Fudōson, Gyōnin-zaka y puente Taiko
Se dice que el Meguro Fudōson se fundó en el año 808 y que es el lugar sagrado más antiguo de Kantō dedicado al dios Fudō Myōō. De nombre oficial Taieizan Gokokuin Ryūsenji, el Gokokuin era un templo subsidiario del Tōeizan Kan’eiji (Ueno, distrito de Taitō), el templo familiar de los Tokugawa. El pabellón principal y otras partes del Meguro Fudōson quedaron calcinados en un incendio en 1615, pero en 1630 el Ryūsenji se convirtió en el templo subsidiario Gokokuin y pasó a gozar de la protección del clan.
El motivo de la predilección de los Tokugawa por este templo guarda relación con la halconería. En Meguro había un lugar para practicar la cetrería que Iemitsu, tercer sogún del clan Tokugawa y especialmente aficionado a esta disciplina, visitó en numerosas ocasiones. Dicen que una vez, cuando un halcón con el que se había encariñado desapareció, Iemitsu rezó por recuperarlo en el Meguro Fudōson y el ave regresó de inmediato. Aliviado, el sogún pasó a venerar profundamente el templo y mandó construir el pabellón principal y más de cincuenta edificios para su recinto. Más tarde el Gobierno del Bakufu siguió velando por el templo y generaciones de sogunes posteriores lo visitaron cuando acudían para practicar la halconería o en otras ocasiones.
Del 1811 al 1842, el Meguro Fudōson organizaba una lotería oficial del Bakufu que coincidía con el festival del templo, el 28 de cada mes, un acto muy concurrido por los ciudadanos de Edo. El arroz cocido con brotes de bambú y los caramelos de Meguro que se vendían en el camino de acceso al recinto principal eran muy apreciados. En la actualidad sigue celebrándose el festival el día 28 de cada mes, con ristras de paradas de comida en la entrada y el interior del recinto.
Gyōnin-zaka sigue siendo una cuesta muy empinada. Su nombre (literalmente, ‘cuesta de los ascetas’) procede de la era Kan’ei (1624-1643), cuando el pabellón de Dainichi Nyorai, que más tarde se convertiría en el templo Daienji, se construyó en plena pendiente y empezó a ser frecuentado por un gran número de ascetas. El Gran Incendio de Meireki, que tuvo lugar en 1772 y es uno de los tres grandes incendios de Edo, se conoce también como “el Gran Incendio de Gyōnin-zaka en Meguro” porque se originó en el templo Daienji. El fuego arrasó una extensión de residencias de samuráis y casas de comerciantes equivalente a dos terceras partes de Edo y llegó hasta Senju (actual distrito de Adachi). El Daienji no obtuvo permiso para su reconstrucción hasta 1848 como castigo por haber causado el desastre, y hoy en día cuenta aún con estatuas budistas como los 500 rakan para conmemorar a las víctimas del incendio. Antaño el punto más alto de la cuesta fue un lugar famoso para contemplar el Fuji, que sigue apareciendo en el horizonte las madrugadas y los atardeceres despejados de invierno.
El puente Taiko de Meguro, una construcción de piedra con forma semicircular como el cuerpo de un tambor taiko, se completó en 1769. Después de que una riada lo destrozara en 1920, se reconstruyó en madera, pero a principios de la era Shōwa (1926-1989) se sustituyó por una estructura de hierro. El puente que se conserva en la actualidad se erigió en 1991, con las obras de reparación del río Meguro. Aunque ahora es plano, ha conservado el nombre original y tiene unos ornamentos con la forma del puente de piedra a los lados. La barandilla metálica presenta motivos en forma de taiko que honran la era en que era un puente arqueado de piedra, un detalle sutil que seguramente pocos captarán.