La era de la diplomacia pública: de la enemistad a la cordialidad
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Además de Kent Calder, que prounció el discurso inaugural en la primera sesión de debate, el simposio contó con la aportación de Lily Gardner Feldman, catedrática del Instituto Americano de Estudios Germánicos Contemporáneos y de Watanabe Yasushi, profesor de la facultad de estudios medioambientales e información de la Universidad de Keiō.
De la enemistad a la cordialidad
Feldman, especialista en política exterior alemana y reconciliación internacional, subrayó que había dos tipos de diplomacia pública. El primero lo llevan a cabo los gobiernos y tiene por objetivo la mejora de la imagen nacional. El segundo se refiere a actividades en las que las ONG y otros actores no gubernamentales desempeñan el papel principal. Estas actividades pueden describirse como “paradiplomacia” o “transnacionalismo” en el caso de proyectos que transcienden las fronteras nacionales. Feldman dijo que para el éxito de la diplomacia pública resulta esencial que exista una asociación entre actores gubernamentales y no gubernamentales.
Feldman sugirió que los éxitos de Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial podrían servir a Japón como punto útil de referencia para valorar la dirección que debería tomar su propia diplomacia pública, sin olvidar las obvias diferencias entre los sistemas, cultura e historia de ambos países.
Desde 1949 Alemania ha actuado con decisión para proyectar una imagen positiva en la comunidad internacional. La primera prioridad fue la relación del país con el recién instaurado estado de Israel. Gracias a varias décadas de acciones continuadas, durante los últimos diez años Alemania ha forjado una relación de confianza con Israel, hasta el punto de que en la actualidad se reconoce que “para Israel, Alemania es el segundo aliado más importante después de Estados Unidos de América”. Feldman afirmó que, para Alemania, haber forjado una estrecha relación de estas características tan solo setenta años después del Holocausto, “podría considerarse un milagro”. Y habló también de la exitosa reconciliación de Alemania con Francia, su “tradicional enemigo”, y el establecimiento de relaciones amistosas con Polonia y la antigua Checoslovaquia después de la Guerra Fría.
Líderes valientes para abordar el pasado
Para Alemania, la aceptación de la responsabilidad sobre crímenes cometidos en el pasado y el planteamiento de cuestiones históricas sin miedo se ha convertido en el eje central de las acciones de su diplomacia pública.
Feldman destacó varias razones que explican el rotundo éxito de la diplomacia pública de posguerra en Alemania. Son estos: las acciones de diplomacia pública son coherentes, y no varían por los cambios de gobierno que puedan producirse; existe una estrategia recíproca para la acción conjunta con otros países; y la sociedad civil desempeña un papel principal como catalizador de la creación de relaciones amistosas con países antaño enemigos. Tras la reunificación, Alemania se mostró más activa que nunca en su diplomacia pública con el objetivo de disipar los temores sobre una renovada amenaza proveniente de una Alemania ampliada.
Obviamente, el paso de la enemistad a la cordialidad no ha sido siempre tranquilo. Hubo frecuentes casos de protesta y resistencia dentro de Alemania. Feldman dijo que esto demostró la necesidad de un liderazgo político y social que pudiese implementar una diplomacia pública con “visión y valentía”. Como ejemplo de liderazgo valiente, mencionó a Konrad Adenauer, quien entabló negociaciones sobre reparaciones con Israel en 1951, a pesar de la considerable resistencia a esa idea dentro de Alemania.
Cuestiones importantes para la diplomacia pública japonesa
El siguiente en tomar la palabra fue Watanabe Yasushi, profesor de la Universidad de Keiō, entre cuyas obras se encuentra un libro sobre cultura y diplomacia. Sus observaciones sobre cuestiones a tener en cuenta al reflexionar sobre la diplomacia pública se basaron en sus experiencias como miembro de un comité de expertos formado para debatir sobre las relaciones públicas y la diplomacia cultural de Japón tras la catástrofe del terremoto y tsunami de marzo de 2011.
En primer lugar, Watanabe dijo que era importante no llegar a provocaciones. Aunque el rechazo puede ser a veces necesario, las reacciones desmesuradas suelen acabar dañando el interés nacional. Por encima de todo, la diplomacia pública debería centrarse en crear una base para desarrollar el entendimiento y el acercamiento mutuos. Solo cuando esta base está creada pueden funcionar la política y la publicidad. En este momento se presta demasiada atención a estos aspectos, antes de que se haya asentado una base adecuada. Esto significa que a menudo se descuidan importantes aspectos de la diplomacia pública, como el aprendizaje del diálogo y el intercambio cultural.
Watanabe señaló también que un gobierno no puede controlar la imagen nacional. Por este motivo, el Gobierno no debería ser el único actor implicado en las acciones de diplomacia pública. En el caso del discurso del odio, que es un problema cada vez mayor en Japón en este momento, por ejemplo, las imágenes de lo que está ocurriendo se propagan a través de YouTube y medios similares por mucho que el primer ministro Abe Shinzō las critique.
Watanabe destacó que era importante no pensar en lo nacional y lo internacional como dos categorías opuestas mutuamente. En la diplomacia pública, dijo que el objetivo no debería ser “competir” con otros países, e hizo un llamamiento para que se idease un mecanismo que transforme la competencia en colaboración. Especialmente en el caso de noreste asiático, remarcó, donde las relaciones de Japón con los países vecinos continúan siendo tensas, es vital apartarse del pensamiento de suma cero y buscar un tipo de diplomacia pública de suma positiva en la que todos ganen.
La sociedad civil japonesa está todavía en una fase de aprendizaje
Tras algunos comentarios de Kent Calder y Andrew Horvat, que actuó como moderador, continuó el debate. Calder habló de la Comunidad Europea mencionada por Feldman en sus observaciones. Aunque la CE había crecido a partir de circunstancias específicas y únicas de Europa, dijo que Japón podría hacer más para considerar el potencial de una organización mutinacional similar en el este asiático. Este marco, comentó, podría utilizarse para resolver la parálisis de las relaciones bilaterales mediante más intercambios multilaterales.
Horvat insinuó que la sociedad civil japonesa no está suficientemente cohesionada para ofrecer una ayuda eficaz en la búsqueda de la diplomacia pública. Watanabe respondió que desde la Restauración Meiji existe un sentimiento muy arraigado en Japón de que la diplomacia y la politica exterior son asuntos que incumben al Gobierno. También está el hecho de que el Gobierno no confía plenamente en la sociedad civil. En las revisiones del gasto del Gobierno llevadas a cabo hace algunos años, cuando gobernaba el Partido Democrático de Japón, los presupuestos de muchos proyectos relacionados con el hermanamiento de ciudades y con programas de intercambio internacional quedaron drásticamente recortados. Esto, según Horvat, se debió en gran medida a la tendencia de los políticos a exigir resultados a corto plazo.
En la actualidad, prosiguió, la sociedad civil japonesa se encuentra todavía en una “fase de aprendizaje” en lo que se refiere a la gestión política, pero la realidad es que la capacidad básica ya estaba creada. Y afirmó que ahora era necesario reflexionar sobre cómo canalizar esa energía eficazmente hacia la diplomacia pública.
Ciudades hermanadas e intercambios educativos: margen de mejora
Durante el posterior debate, todos los ponentes subrayaron la importancia de una estrecha cooperación a través de programas de hermanamiento de ciudades, punto que ya citó Kent Calder en su discurso inaugural. Se sugirió que no solamente se hermanasen ciudades entre Japón y EE. UU., sino también entre ciudades a ambos lados del Mar de Japón, con Corea, China y el sudeste asiático, como forma eficaz de aportar nueva vitalidad a los intercambios a nivel regional y de evitar quedarse atascados en los problemas históricos que suelen complicar las relaciones bilaterales. Calder dijo estar convencido de que esto sería una útil contribución a la mejora de las relaciones internacionales en el noreste asiático.
Por último, Horvat habló de un programa de intercambio educativo que se aplica en Kioto desde 1989, y que citó como un buen ejemplo del éxito de la diplomacia pública japonesa. Muchas universidades japonesas podrían hacer más, según él, para fomentar solicitudes de estudiantes de sectores desfavorecidos de países como China y Corea del Sur.
Foto de Itabashi Yūichi.
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