El rugby japonés da un salto adelante con Eddie Jones
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Con las miradas en la selección: la Copa Mundial transforma el escenario
Durante la reciente Copa Mundial de rugby celebrada en Inglaterra, la selección japonesa jugó partidos memorables. No había faltado a ninguna de las siete ediciones anteriores, pero solo contaba en su haber con una victoria: la que consiguió frente a Zimbawe en el campeonato de 1991. Esta vez, sin embargo, el modesto equipo japonés se impuso por 34-32 al gigante surafricano. Y su hazaña no quedó en eso, pues después de caer frente a Escocia derrotó primero a Samoa, situado por encima de Japón en el ranking, y después a Estados Unidos en el último encuentro, despidiéndose de la copa con tres victorias y una sola derrota.
Dirigió el equipo japonés Eddie Jones, de origen australiano, que había fijado su objetivo en el pase a los cuartos de final. Este objetivo no pudo cumplirse pero la buena actuación del equipo ha traído un cambio total de escenario para el rugby japonés.
El zaguero Gorōmaru Ayumu, que se ha hecho famoso por la curiosa rutina que sigue con las manos cuando se dispone a patear a balón parado, se ha convertido en una verdadera celebridad. La rueda de prensa en que anunció que a partir de 2016 jugaría en el Queensland Reds, uno de los clubs que participa en la liga internacional Super Rugby (Australia, Nueva Zelanda y Suráfrica) fue recogida ampliamente en los más populares programas de las cadenas de televisión japonesas.
El ya exseleccionador Jones ha partido hacia Suráfrica, donde tomará las riendas de otro club de la liga Super Rugby, The Stormers, y la cuestión de quién lo sustituirá al frente de la selección japonesa parece despertar el mismo interés que si se tratase de la selección de fútbol(*1).
Jones solía decir a sus pupilos que una victoria en la Copa Mundial haría que la historia de Japón cambiase y esas palabras han resultado proféticas.
Un buen conocedor de los japoneses
Pero, ¿cómo explicar el grado de éxito alcanzado por Jones? Durante la primera mitad de 2015 lo entrevisté a lo largo de 10 horas. En su opinión, las condiciones para ser seleccionador nacional serían dos: tener experiencia como entrenador de equipos en ese país y contar en su palmarés con una victoria en una competición, dos requisitos innegociables.
Además de cumplir estas condiciones, según Jones, es igualmente importante la capacidad de adaptarse rápidamente al nuevo entorno cuando se debuta a nivel internacional.
La carrera japonesa de Jones como entrenador empezó en la Universidad de Tōkai. Seguidamente, consiguió el subcampeonato de la Copa del Mundo al frente del equipo nacional australiano y, otra vez en Japón, llevó al equipo Suntory al campeonato de la Top League.
“En Japón, como en cualquier otro lugar, para poder ejercer como seleccionador nacional es importante tener experiencia como entrenador en algún otro equipo del país”, sostiene Jones.
Pero Jones no ha sido el primer seleccionador nacional extranjero que ha tenido el rugby japonés. John Kirwan, una de las leyendas de los All Blacks, dirigió el equipo en la Copa Mundial de 2011. Desafortunadamente, su equipo no tuvo el éxito esperado y se despidió del campeonato sin conseguir una sola victoria.
Sus cualidades como entrenador no serían comparables a las de Jones, pero, en mi opinión, la clave del éxito de este hay que buscarla en la agudeza con la que ha sabido observar a los japoneses.
Apretando en los entrenamientos hasta el último momento
Durante su época en la Universidad de Tōkai, Jones fue entrenador adjunto de la selección nacional (1996). La selección concurrió al ahora extinto Pacific Rim Championship y perdió ante Estados Unidos, país al que se suponía al mismo nivel que Japón, por un apabullante 74-5. Nadie se explicaba la derrota, cuando Japón acababa de vencer a ese país por 24-18 unas semanas antes.
Jones, que entonces tenía 36 años, creyó entender que la causa de la derrota había sido la forma en que el equipo había pasado la semana previa al encuentro.
“Los demás países sometieron a sus equipos a jornadas intensivas durante esa semana previa, pero Japón no lo hizo. ¿Y qué ocurrió? A la actuación de los jugadores le faltó tensión, no parecía que estuvieran jugando un partido de alta competición”.
Jones llegó a la conclusión de que “los japoneses rinden más cuando se les exige”.
Una vez accedió al cargo de seleccionador nacional en 2012, Jones cambió su forma de abordar su relación con los jugadores. Dejó su costumbre de aflojarles de vez en cuando las tuercas. Incluso en las salidas al extranjero, cuando el partido estaba próximo, se le veía dando voces y haciendo sudar la camiseta a los muchachos en los entrenamientos. “¡El que quiera hacer jogging que se vuelva a Japón!”, les espetaba sin piedad en cuanto sentía que no apretaban en los sprints.
Es muy posible que, entre los jugadores, alguno sintiera el peso de las duras palabras de Jones, quien, para despertar la conciencia de los jugadores, les recordaba que ellos mismos eran quienes habían comprendido la necesidad de cambiar, que el cambio tenía que venir de ellos mismos, no de su entrenador. Pero este sabía perfectamente que en el aspecto mental todos tenían fuerzas para sobreponerse a esas palabras.
La tendencia a armonizar puede resultar negativa
“Los japoneses tienen mucho aguante. Por mucho que estén sufriendo, tienden a ir hasta el final. Yo les he impuesto a los jugadores entrenamientos durísimos. Me pregunto si en mi país, en Australia, los jugadores habrían resistido algo parecido. Posiblemente yo habría adoptado otro método. Pero, ¿por qué resisten tanto los japoneses? Porque hay una presión entre iguales muy fuerte, y porque odian quedarse rezagados con respecto al resto”.
A los japoneses no les gusta romper el espíritu de grupo. Dicho de otra forma, buscan la armonización con los demás.
En general, en la sociedad japonesa se tiende a respetar el principio de armonización. Se suele valorar la capacidad de desarrollar un trabajo integrándose en un grupo. Pero, a juicio de Jones, especialmente en el caso del rugby, una excesiva tendencia a armonizar puede ser contraproducente.
“Por ejemplo, cuando el balón sale del terreno y hay que formar la touche, los delanteros tienen que dar la señal para hacer una determinada jugada, pero los japoneses, por alguna razón, no son capaces de tomar una decisión personal, pretenden siempre reunirse y quedar en algo entre todos”, explica Jones, para quien esta tendencia parece no ser más que un refinado método de evadirse de la responsabilidad.
“El rugby es un deporte en el que también hay que saber ser resuelto, juzgar y decidir. En los partidos, el juego se desarrolla a toda velocidad, no hay tiempo para la vacilación. Si no eres capaz de juzgar instantáneamente basándote en tu experiencia y conocimientos, pierdes”.
Parece que los japoneses, que hemos vivido siempre en un ambiente de armonización, tenemos que corregir ciertos rasgos de nuestra mentalidad si queremos jugar bien al rugby.
Es interesante. La resistencia, el aguante, que podemos considerar la virtud de los japoneses por excelencia, se ha convertido en la mejor arma de los muchachos de Jones, pero esto lleva finalmente a la armonización, que tiene su lado negativo.
Los opuestos no siempre se presentan por separado. A veces son las dos caras de una misma moneda y nunca se sabe qué efectos puede acarrear esto.
Los jugadores demuestran su autonomía en un final con sorpresa
Soportando la dura dirección de Jones, los jugadores de la selección japonesa han cultivado su capacidad de decisión y su autonomía individual. En el último momento del partido que disputaron contra Suráfrica en la reciente Copa del Mundo, fue eso precisamente lo que los jugadores tuvieron que demostrar.
El marcador señalaba un 32 a 29 en contra de Japón. A poca distancia de la línea de ensayo del equipo surafricano, el árbitro señaló una falta a favor de Japón. Si Japón decidía tratar de transformar el golpe de castigo, podía obtener los tres puntos necesarios para igualar el partido. Incluso un empate habría sido escribir una página en la historia del rugby japonés. Jones aspiraba a que sus hombres patearan el balón y obtuvieran esos tres puntos.
Sin embargo, Michael Leitch, capitán del equipo, optó por la melé. Precisamente en este instante crucial se produjo un descuerdo entre entrenador y capitán.
Coronando una jugada de ataque que congeló la respiración del público, Japón le dio la vuelta al marcador con un ensayo de Karne Hesketh. Un ensayo que revolucionaba la historia del rugby internacional, o quizás incluso la del deporte internacional.
Finalmente los jugadores demostraron que tenían esa autonomía que Jones se había esforzado en insuflarles y protagonizaron un espectacular vuelco al marcador. Jones debió de ser el primer sorprendido cuando sus jugadores eligieron la melé, pero finalizado el encuentro mostró todo su respeto por la “valiente decisión de Leitch”.
Un final feliz para un episodio del rugby japonés en el que todo encajaba a la perfección.
Fotografía del encabezado: Suráfrica-Japón, partido de la liguilla de la Copa Mundial de rugby (19 de septiembre de 2015 en Brighton, Reino Unido). Gorōmaru Ayumu (Yamaha Motor, con el balón) y sus compañeros muestran su alegría tras un ensayo. (Jiji Press)(*1) ^ Posteriormente Eddie Jones ha sido fichado como entrenador de la selección de Inglaterra.