La erupción del monte Ontake revela la debilidad de la vulcanología japonesa
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El monte Ontake, origen de la investigación vulcanológica japonesa
La erupción del monte Ontake —entre las prefecturas de Nagano y Gifu— que tuvo lugar en septiembre de 2014 supuso el peor desastre volcánico de Japón en número de víctimas desde la Segunda Guerra Mundial.
El monte Ontake se considera el punto de origen de la investigación vulcanológica en Japón. Dejó a la comunidad investigadora boquiabierta cuando en 1979 erupcionó por primera vez en la historia, porque se creía que jamás lo haría. Tras dicho acontecimiento se revisaron las previsiones de erupción de los volcanes de todo el archipiélago y se profundizaron las investigaciones geológicas en sus zonas circundantes. Con ello se descubrió que en los últimos diez mil años el volcán de Ontake había tenido al menos cuatro erupciones de magma de gran escala y once explosiones hidrovolcánicas como la que aconteció el pasado septiembre. El número de volcanes registrados como activos en Japón se amplió hasta los 110. Hallazgos como estos se deben a la diligente labor de los vulcanólogos, cuyas investigaciones casi no reciben publicidad. Incluso el término shi-kazan (volcán extinto), tan utilizado antaño, ha quedado totalmente obsoleto.
El organismo que se encarga de la observación de los volcanes y la previsión de las erupciones es la Agencia Meteorológica de Japón. Hay 47 volcanes de referencia en todo el país que se mantienen en observación las veinticuatro horas del día con dispositivos como sismógrafos, inclinómetros y cámaras de vídeo. Aun así, en la agencia el número de profesionales especializados en vulcanología en la universidad es tan exiguo, que casi no se puede hablar de una “comunidad de especialistas” propiamente dicha. Por eso hasta la fecha los investigadores de las universidades han desarrollado un papel crucial en la investigación vulcanológica.
La sociedad demanda “médicos de cabecera” para los volcanes
Lo complicado de los desastres provocados por volcanes es que no son fenómenos pasajeros sino que tienden a prolongarse, y su evolución resulta difícil de predecir. En erupciones con repercusiones sociales graves como la del monte Unzen-Fugen (prefectura de Nagasaki) en 1990 y la del monte Usu (prefectura de Hokkaidō) en el año 2000, los investigadores universitarios que vivían en la zona evaluaban la actividad volcánica, asesoraban al gobierno regional y contaban con la confianza de los vecinos que habitaban al pie del volcán.
Los gobiernos regionales cuentan con poquísimos profesionales y gobernantes que entienden de vulcanología, y a menudo les cuesta interpretar la información oficial que publica la Agencia Meteorológica. La estrecha relación con los investigadores es lo que les ha facilitado el acceso a una información más comprensible. En ocasiones los investigadores han recibido una fuerte presión por parte de los residentes de su zona para poner fin cuanto antes a las evacuaciones preventivas; esto supone una gran carga mental y física para los investigadores, que a veces se han visto obligados a seguir supervisando la actividad volcánica mientras recibían tratamiento por dolencias derivadas del estrés.
Tras la erupción del monte Ontake, el gobernador de la prefectura de Nagano Abe Shuichi declaró: “Necesitamos formar investigadores que conozcan a fondo las características del volcán. Es muy importante contar con personas preparadas en los alrededores del volcán en todo momento”. Así pues, existe una apremiante necesidad de investigadores que actúen como “médicos de cabecera” de los volcanes. Sin embargo, en las situaciones que voy a describir más adelante resulta difícil satisfacer tal demanda. En un panorama en que la investigación vulcanológica y la propia prevención de desastres peligran gravemente, hacerse con una buena plantilla de estos “médicos de cabecera” queda fuera del mapa.
Italia toma medidas para aumentar el número de investigadores
Según el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes Ciencia y Tecnología, el profesorado especializado en vulcanología de las universidades de todo el país —entre profesores titulares y asociados, lectores, asistentes docentes e investigadores interinos— ha disminuido hasta alcanzar la cifra actual de 47 personas. En Italia, en cambio, están llevando a cabo una política a escala nacional para ampliar la plantilla de especialistas y actualmente cuentan con más de 150 (aunque cabe apuntar que la definición de especialistas difiere bastante de la que se admite en Japón). La comunidad vulcanóloga en Japón se autoproclama “un sector de 40 personas” desde hace muchos años, pero en la actualidad suenan voces de alarma que denuncian que en realidad solo existen unos 30 especialistas solventes y que la vulcanología japonesa está a punto de desmoronarse.
Los investigadores que viven en las zonas volcánicas ejerciendo de “médicos de cabecera” de la vulcanología son cada vez más escasos: ya solo los hay en los montes Usu, Fugen, Sakurajima, Aso y Kusatsu-Shirane. La Universidad de Tokio, por ejemplo, solía tener profesores y técnicos afincados en observatorios vulcanológicos como los de Kirishima e Izu Ōshima, pero ahora están casi desiertos. En el monte Ontake y en el monte Fuji no hay ni un solo investigador permanente.
Por más que la gravedad de la situación se clame desde hace años, se trata de un problema profundamente arraigado que se resiste a una solución efectiva.
La falta de salidas profesionales de los vulcanólogos japoneses
Para empezar, los estudiantes que persiguen una carrera investigadora en vulcanología son cada vez menos. Además del cupo de plazas que marca el examen de admisión a la universidad, son pocos los estudiantes que eligen la geología en la educación secundaria. El número de profesores de secundaria que enseñan geología también es apabullantemente parco en comparación con los de otras ciencias como la física, la química y la biología.
Las salidas profesionales para los estudiantes que se especializan en vulcanología en la universidad son extremadamente limitadas. Aunque se decidan por la carrera investigadora, las plazas de profesorado universitario tienden a disminuir. Además, el problema de tener que ejercer la investigación en condiciones laborales inestables una vez obtenido el doctorado no es exclusivo de la vulcanología, sino que se trata de un gran mal generalizado en la educación superior japonesa. En los últimos años cada vez más estudiantes de maestría en vulcanología se desaniman de continuar con el doctorado al ver la situación de antiguos estudiantes que siguieron ese camino. “Hay años en que son solo el 10 % (los alumnos que siguen hasta el doctorado)”, se lamenta un investigador de una universidad nacional. Ni siquiera la Agencia Meteorológica de Japón ofrece puestos de trabajo para vulcanólogos.
El presupuesto investigador encoge al corporativizar las universidades nacionales
La corporativización de las universidades nacionales iniciada en 2004 ha tenido un gran impacto sobre la situación de la vulcanología japonesa. El Gobierno reduce progresivamente la partida destinada a la gestión de las universidades nacionales corporativizadas. A medida que el presupuesto para la investigación se recorta para priorizar la eficiencia financiera, los vulcanólogos de estas universidades se ven cada vez más apurados para cubrir los puestos de trabajo que quedan vacantes y para mantener los equipos de observación. La documentación y las reuniones se han multiplicado. Y, para colmo, a pesar de que la sismología y la vulcanología son áreas que requieren muchos años de observación para recopilar datos útiles, y de que las investigaciones están revelando información nueva, se les exige mostrar resultados a corto plazo.
Una forma visible de mostrar resultados para los investigadores son las publicaciones. Sin embargo, la observación de volcanes que llevan largos años sin erupcionar no es carne de publicación, y los investigadores que ejercen de “médicos de cabecera” en las zonas volcánicas no siempre reciben reconocimiento por parte de las universidades. Cuando se inició la corporativización de las universidades, numerosos miembros de la comunidad investigadora tanto del campo de la vulcanología como de investigación básica y de investigación con resultados a largo plazo pusieron el grito en el cielo, pero la sociedad hizo oídos sordos.
Erupciones de volcanes que se quedan sin observación
Ante la ardua situación de las universidades, en 2008 el Ministerio de Educación emitió un nuevo criterio para concentrar los recursos de observación en ciertos volcanes. De los 33 volcanes que las universidades venían observando hasta entonces, se decidió reforzar la observación de los 16 considerados más relevantes académicamente, y se dejó a criterio de cada universidad la observación de los 17 restantes. A pesar de que el monte Ontake no se encontraba entre los 16 volcanes elegidos, la Universidad de Nagoya decidió seguir observándolo en vista de las pequeñas erupciones registradas en 1979, 1991 y 2007.
“Parece que los volcanes sepan que los investigadores los hemos abandonado”, se lamentaba uno de los participantes del Congreso de Vulcanología de Japón que se celebró en Fukuoka en noviembre de 2014. El monte Shinmoe —parte del complejo volcánico del Kirishima— entró en erupción en 2011, después de que la Universidad de Tokio lo dejase sin observación. En agosto de 2014 hubo una erupción de flujo piroclástico en Kuchinoerabujima, después de que se jubilase el profesor de la Universidad de Kioto que había dedicado largos años a observar los volcanes de Kagoshima. Parecido sucedió con el monte Ontake, que erupcionó el pasado septiembre tras jubilarse el experto profesor de la universidad de Nagoya que se encargaba de observarlo. Y, por lo visto, los equipos de observación volcánica van a seguir encogiendo.
En contrapartida a esta situación, la sociedad demanda cada vez más vulcanólogos investigadores. En 2008 la Oficina del Gabinete emitió una serie de directivas que recomendaban la creación de un Consejo de Prevención de Desastres alrededor de cada volcán activo en que participasen investigadores. El Gobierno se ha lanzado a reformar la observación de los volcanes tras la erupción del monte Ontake, pero la escasez de personal es escandalosa.
La creación de un organismo oficial para la investigación vulcanológica
¿Hay algún modo de acabar con esta peligrosa situación, que hace más de 10 años que se advierte? Los investigadores abogan por la creación de un instituto nacional para la investigación vulcanológica o bien una agencia de sismología y vulcanología.
Japón no cuenta con ningún organismo nacional que integre la observación y la investigación vulcanológica de todo el país. Otros países donde abundan los volcanes, como EE. UU., Italia e Indonesia, sí cuentan con este tipo de organismos, que además ofrecen una salida profesional para los jóvenes que se especializan en vulcanología en la universidad. Japón debe considerar seriamente la contratación de jóvenes vulcanólogos en la Agencia Meteorológica o en los gobiernos regionales.
A fin de cuentas, la situación actual no puede resolverse con el esfuerzo aislado de las universidades: necesita de la intervención gubernamental. Japón aloja el 7 % de todos los volcanes activos del mundo en su territorio, y el siglo xx no fue más que un período casualmente falto de grandes erupciones volcánicas. Los expertos indican que en el siglo xxi el monte Sakurajima podría experimentar 5 o 6 erupciones gigantes como la que hubo en el período Taishō.
En los últimos tiempos se ha creado la Agencia del Consumidor, la Agencia de Turismo y se está considerando crear hasta una Agencia del Deporte, pero parece que la creación de un organismo especializado en vulcanología es un asunto de baja prioridad. Quizás para que esto cambie será necesario que se produzca una erupción titánica o que el mismo Fuji erupcione, pero nadie nos asegura que para entonces todavía queden investigadores.
Fotografía del titular: El acceso al monte Ontake se restringió tras la erupción. Fotografía tomada por el autor en Ōtakimura (prefectura de Nagano) el 7 de octubre de 2014.volcanes activos vulcanología Agencia Meteorológica de Japón