Nagasaki y el legado de las víctimas de la bomba atómica
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183.519 víctimas de la bomba atómica continúan con vida, y su media de edad supera por primera vez los 80 años
Según datos dados a conocer por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón en julio de 2015, cuando se cumplieron 70 años del lanzamiento de la bomba atómica sobre esta ciudad, el número de personas en posesión de la Cartilla Sanitaria para las Víctimas de la Bomba Atómica alcanzaba las 183.519 a finales de marzo del mismo año, 9.200 menos que en la misma época de 2014; la media de edad de los supervivientes, que supera por primera vez los 80 años, se sitúa en 80,13. Además, la cifra de fallecidos en un año es la mayor registrada hasta la fecha. Por ciudades, la cantidad de afectados por la bomba en Nagasaki que continúan con vida asciende a 47.863 personas, 83.367 en el caso de Hiroshima.
Aunque suele decirse que en los 500 metros alrededor del Parque de la Paz, hipocentro de la bomba, la explosión destruyó todo y se cobró la vida de prácticamente todos los que allí se encontraban, una única persona sobrevivió; a día de hoy, reside en la prefectura de Chiba a pesar de tener ya una edad avanzada.
"Los supervivientes de la bomba atómica se van haciendo mayores y pronto llegará el día en que no quede ninguno. Ahora nos enfrentamos al gran problema de cómo continuar transmitiendo la realidad de las víctimas", subraya Karukaya Ken, de la Sección para el Legado de las Víctimas de la Bomba Atómica del Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki. La erosión que representa el que hayan pasado más de 70 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial se agrava no solo en Hiroshima, sino también en Nagasaki.
Nagasaki, y no Kokura, debido al mal tiempo
Veamos cuál es la realidad que se debe seguir transmitiendo.
En agosto de 1945 Estados Unidos decidió lanzar una bomba atómica sobre Japón con el objetivo de zanjar la Segunda Guerra Mundial; Hiroshima, Kokura, Nagasaki y Niigata eran los posibles objetivos de la misma. El 6 de agosto la primera bomba de uranio de la historia caería sobre Hiroshima. Dos días más tarde, la Unión Soviética le declaró la guerra a Japón, mientras que Washington ordenó al destacamento de la Fuerza Aérea que se encontraba en Guam que lanzara la segunda bomba el día 9; el primer objetivo era Kokura, seguido de Nagasaki.
Ese día, el bombardero Bockscar B-29, que transportaba una bomba de plutonio bautizada como Fat Man, despegó de Tinian, en las islas Marianas, rumbo a Kokura antes de las tres de la madrugada. Sin embargo, la visibilidad en esta localidad no era buena debido al humo procedente de las bombas incendiarias y a las nubes que cubrían el cielo, por lo que, al no poder lanzarla, el piloto se dirigió hacia Nagasaki.
"Al parecer, se barajó la posibilidad de que el avión regresara sin lanzar la bomba, pero esta pesaba 4 toneladas, por lo que la aeronave no podía volver. Se quedó con poco combustible, de ahí que volara a Okinawa y no a Tinian", relata Chita Masanobu, director del Pabellón Nacional de la Paz en Memoria de las Víctimas de la Bomba Atómica de Nagasaki. Además, el viento arrastró la bomba, que se alejó en gran medida de la acería y del arsenal Mitsubishi, ambos objetivos iniciales del lanzamiento por tratarse de fábricas de munición, y acabó cayendo en las inmediaciones de la Catedral de Urakami, lugar sagrado para los cristianos de Japón que habían tenido que practicar su fe en secreto durante los años de prohibición. De los aproximadamente 12.000 católicos de la zona, unos 8.500 perdieron la vida; el área se convirtió en un 'campo atómico'.
Un 62 % de la población de Nagasaki se vio afectado por la bomba atómica
Según el Comité de la Ciudad de Nagasaki para la Conservación de la Documentación sobre la Bomba Atómica, a fecha de diciembre de 1945 la cifra de fallecidos por la bomba ascendía a 73.884 personas, de las cuales un 65 % eran ancianos, niños y mujeres. El número de heridos se situaba en 74.909. En aquel entonces, la población de Nagasaki rondaba los 240.000 habitantes, de ahí que aproximadamente el 62 % de las personas que vivían allí muriera o sufriera lesiones.
El registro con los nombres de los supervivientes de la bomba atómica que van falleciendo se actualiza cada año en el Pabellón Nacional de la Paz en Memoria de las Víctimas de la Bomba Atómica de Nagasaki, situado al lado del Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki y a 250 metros del hipocentro de esta; a finales de 2014 constaba de 167 volúmenes en los que figuraban 165.425 personas. En la planta baja se observa una especie de piscina rebosante de agua, elemento que las víctimas de la bomba atómica pedían desesperadamente tras la explosión. El sótano alberga en su primer piso una sala de lectura en la que se pueden leer documentos escritos a mano por 36.400 afectados. Por desgracia, esta información no está disponible en Internet por cuestiones de protección de datos personales, pero los testimonios son realmente gráficos. El crítico Tachibana Takashi ha venido abogando firmemente por su publicación.
En lo que respecta a las víctimas de la bomba atómica de origen extranjero, todavía se desconocen datos precisos, pero se calcula que se cuentan entre 12.000 y 13.000 coreanos, 650 chinos y unas 200 personas de otros lugares.
La embajadora de Estados Unidos en Japón, Caroline Kennedy, "conmovida" por las experiencias de las víctimas de la bomba atómica
Los orígenes del Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki, todo un símbolo de esta ciudad sacudida por la tragedia, se remontan a 1955, año en el que se construyó el Centro Cultural Internacional de Nagasaki, cuyo objetivo era abogar por la paz perpetua. En 1996 el edificio ya se había quedado obsoleto, de modo que decidieron reconstruirlo, también con el fin de mejorar su capacidad para albergar exposiciones. Fue entonces cuando pasó a conocerse por su denominación actual; cuenta con una superficie total de 7.950 m2 repartidos en cuatro plantas.
La cifra anual de visitantes alcanzó los 671.900 en el ejercicio fiscal 2014 –de abril de 2014 a marzo de 2015–. De ellos, 59.000 procedían de países de habla inglesa, mientras que 26.000 eran de Corea del Sur y 25.000 de China. Además del público general, son muchas las personalidades de todo el mundo que viajan a Nagasaki. En abril de 2014 la embajadora de Estados Unidos en Japón, Caroline Kennedy, visitó la ciudad y el Museo. "Me siento conmovida. En la medida de lo posible, deseo apoyar los esfuerzos que se realicen. El presidente Obama tampoco escatima en esfuerzos en pos del desarme nuclear", declaró tras escuchar las experiencias de las víctimas de la bomba atómica. Un año más tarde, la argelina Taous Feroukhi, presidenta de la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear, también visitó Nagasaki.
Las autoridades de Nagasaki han pedido formalmente que el presidente Obama viaje a la ciudad; desean, además, contar con la presencia de líderes de naciones vecinas como China y Corea del Sur. Sin embargo, la visita del mandatario estadounidense no se ha materializado todavía por diversos motivos. Por otra parte, en mayo de 2015, durante la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear, el ministro japonés de Asuntos Exteriores, Kishida Fumio, propuso incluir en el documento que se adoptara en la reunión un llamamiento a los líderes mundiales a visitar Hiroshima y Nagasaki; sin embargo, la propuesta se eliminó tras las protestas de China, entre otros. Lo ocurrido es un efecto secundario de la disputa entre Japón y China en torno a su percepción sobre diferentes hechos históricos; esto causó confusión y decepción entre los supervivientes de la bomba atómica.
Daños en la Catedral de Urakami, lugar santo para los cristianos clandestinos en Japón
Uno de los platos fuertes del Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki es la reproducción de la Catedral de Urakami, reducida a escombros en 1945. En la sala de exposiciones se puede observar una réplica del muro que estaba orientado hacia el sur; tiene 11 metros de altura y resistió la explosión sin derrumbarse. También se exhiben varias estatuas de la Virgen María que sufrieron daños por la onda expansiva.
Los cristianos de Urakami lograron completar la construcción de la homónima catedral en los 30 años que transcurrieron entre 1895 y 1925, tras haber sufrido más de dos siglos de represión y persecución en los que se vieron obligados a profesar su fe en la clandestinidad a principios del período Edo. El templo, de ladrillo rojo, era considerado entonces como el mayor de la cristiandad en Oriente. Sin embargo, su ubicación 500 metros al noreste del hipocentro de la bomba atómica que explotaría 20 años más tarde resultaría en que la onda expansiva arrancara el campanario y su cúpula, y el edificio quedara completamente destruido.
Tras la Segunda Guerra Mundial se debatió sobre la reconstrucción de la Catedral. Los cristianos deseaban que se conservaran los vestigios del edificio y se reconstruyera, ya que originalmente habían sido los creyentes quienes lo habían erigido en la tierra comprada al líder local que había perseguido a los propios cristianos en la clandestinidad. No obstante, también se alzaron voces que opinaban que era necesario construir un nuevo edificio santo y, en la medida de lo posible, olvidar pronto el terrible recuerdo de la bomba atómica.
¿Por qué Nagasaki no alberga un monumento como la Cúpula de la Bomba Atómica de Hiroshima?
Finalmente, la Catedral de Urakami se reconstruyó en 1959 empleando hormigón reforzado. Los escombros a los que el edificio había quedado reducido por la tragedia no se preservaron en su emplazamiento original, sino que se llevaron al Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki, entre otros lugares, para su exposición. En 2009, cinco décadas más tarde, la publicación de un libro relacionado con la demolición de las ruinas sembró el desconcierto entre los vecinos de la zona. Se trata de Nagasaki kieta mō hitotsu no Genbaku Dome (Nagasaki: la desaparición de la otra Cúpula de la Bomba Atómica, editorial Heibonsha), del escritor Takahashi Tsuyoshi.
Lo que viene a decirse en esta obra es que la Cúpula de la Bomba Atómica de Hiroshima se dejó tal y como había quedado tras la explosión, mientras que la Catedral de Urakami se derrumbó y reconstruyó a voluntad de Estados Unidos, entre otras partes, precisamente por ser un lugar sagrado para los católicos en Japón.
El Comité de la Ciudad de Nagasaki para la Conservación de la Documentación sobre la Bomba Atómica mantenía que era necesario preservar las ruinas de la Catedral. Sin embargo, en 1955 el entonces alcalde de la localidad, Tagawa Tsutomu, decidió que el edificio se reconstruyera tras volver de Estados Unidos, a donde había viajado por el hermanamiento de Nagasaki con la ciudad de Saint Paul, Minnesota. Paralelamente, en este país se comenzó a recaudar dinero para los trabajos de reconstrucción del lugar santo.
"La publicación del libro sembró el desconcierto. Creo que existen diversas opiniones, pero se desconoce la verdad", sentencia Chita Masanobu, director del Pabellón Nacional de la Paz en Memoria de las Víctimas de la Bomba Atómica de Nagasaki. El hermanamiento entre Nagasaki y Saint Paul fue el primero que se produjo después de la guerra, hace ya 60 años. Para conmemorar la efeméride, desde agosto hasta noviembre de 2015 el Pabellón Nacional de la Paz en Memoria de las Víctimas de la Bomba Atómica de Nagasaki organiza en la localidad estadounidense una exposición dedicada a lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki. Es la tercera vez que se realiza este tipo de muestra en Estados Unidos, donde las ciudades de Chicago y Las Vegas la acogieron en 2005 y 2006, respectivamente.
La paz y la abolición de las armas nucleares, tan lejos
Es posible que si las ruinas de la Catedral de Urakami se hubieran preservado en su estado original, la Unesco las hubiera declarado Patrimonio de la Humanidad, del mismo modo que ocurrió con la Cúpula de la Bomba Atómica de Hiroshima. A este respecto, es probable que entre los católicos se manifestara cierto sentimiento de evasión respecto a la reconstrucción de la Catedral de Urakami sin deshacerse de los vestigios de la bomba atómica. No obstante, los cristianos de Urakami no se dejaron llevar por pensamientos insignificantes: una estatua de Santa Inés que pertenecía a la Catedral y sufrió daños por la explosión se exhibe en la actualidad en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York como denuncia de los horrores de la bomba atómica.
En cualquier caso, aún queda mucho camino por recorrer hasta que Hiroshima y Nagasaki se conviertan en una 'herencia' del anhelo por la paz y la abolición de las armas nucleares y no se utilicen como moneda de cambio en los círculos de la política mundial y la diplomacia, a juzgar por el problema entre Japón y China durante la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear y el agravamiento del desarrollo de misiles y armamento nuclear por parte de Corea del Norte. De hecho, no fue hasta 44 años después de la bomba atómica que la Asamblea de la Ciudad de Nagasaki decidió adoptar la Declaración de Nagasaki, un documento en pos de la paz perpetua; ocurría en marzo de 1989, inmediatamente antes del final de la Guerra Fría.
Imagen de la cabecera: Estatua de la Paz, Parque de la Paz, Nagasaki. Esta escultura se completó en 1955 gracias a donativos procedentes de Japón y del extranjero.
(Traducción al español del original en japonés)
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