Empresas originales

Japón, una mina de empresas longevas

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Perviven en Japón muchas compañías con varios siglos de historia a sus espaldas. Muchas de ellas han sido regidas por una misma familia a lo largo de generaciones. Funabashi Haruo, presidente del think tank Sirius Institute, nos da una visión general de estas longevas organizaciones y de lo que se esconde tras su perdurabilidad.

20.000 empresas centenarias

Parece lógico pensar que de la trayectoria vital de las numerosas empresas centenarias que subsisten en Japón puede extraerse algo instructivo para la nueva sociedad industrial a la que se dirige la humanidad y también para sus jóvenes empresas. Y es que estas compañías centenarias son colectividades humanas que vienen haciendo de la sostenibilidad su valor supremo. En las siguientes líneas haré algunas reflexiones sobre el rumbo seguido por estas empresas.

Son, efectivamente, muchas las empresas japonesas que podemos llamar centenarias. Entre ellas, el grupo más nutrido lo conforman las empresas familiares trasmitidas, preservadas y desarrolladas a lo largo de muchas generaciones. Según una estadística, de un total cercano a los 1,24 millones de empresas familiares existentes en Japón, unas 20.000 cuentan con más de 100 años de historia. De ellas, cerca de 1.200 tienen más de dos siglos, 400 más de tres y unas 30 más de cinco. Se dice que siete de estas últimas han estado activas durante más de 1.000 años.

Estar en íntimo contacto con la vida de la comunidad en la que se insertan, ser empresas familiares y coexistir con la cultura tradicional son algunos de los rasgos que encontramos en las ramas industriales que albergan un mayor número de empresas centenarias.

El primero de estos rasgos está presente en ramas industriales como la producción de alimentos y fármacos, en especial en la industria del sake, los dulces tradicionales, la salsa de soja, el miso (pasta de soja fermentada) o los productos de la medicina oriental. Parece lógico que estos artículos indispensables muestren una mayor fortaleza que los objetos suntuarios o de lujo.

Los ejemplos más paradigmáticos del segundo rasgo –el hecho de ser empresas familiares–, los encontramos en campos en los que se exige el dominio de técnicas artesanales, como los ryokan (hoteles tradicionales), la producción de papel japonés, la forja y la fundición de metales. Puede decirse que aquellos negocios a los que puede darse continuidad a una escala familiar son los que mayor adaptabilidad muestran a los cambios de tendencias.

En cuanto al tercer rasgo, la coexistencia con la cultura tradicional, se advierte en las empresas que vienen elaborando los materiales e instrumentos utilizados por la Casa Imperial, los antiguos daimyōs o señores feudales, los templos budistas y santuarios sintoístas, la ceremonia del té, el ikebana o el teatro Noh, siendo quizás los exponentes más conspicuos los llamados Senke Jisshoku o diez tradiciones artesanales de la casa de Sen, grupos de empresas familiares que han venido surtiendo de cerámica y otros muchos materiales e instrumentos a los cultivadores de la ceremonia del té.  

Por qué alcanzan tal longevidad las empresas japonesas

A continuación trataré de exponer las razones por las que han subsistido en Japón tantas empresas centenarias, desde tres perspectivas: las condiciones geográficas de Japón, el pensamiento y la religiosidad formados durante su historia, y su peculiar forma de entender los negocios y la empresa.

Comenzaré por los aspectos geográficos y climáticos. Como rasgos generales de nuestro país podrá decirse que Japón es un apartado archipiélago en medio del océano, de clima templado, con abundantes lluvias y una orografía insospechadamente variada para sus modestas dimensiones.

Su condición de apartado archipiélago ha comportado un bajo riesgo de sufrir invasiones de otros pueblos (apenas contamos, en toda nuestra historia, con los dos intentos de penetración mongola ocurridos en el siglo XIII), lo cual diferencia claramente a Japón de China, los países europeos y otros estados continentales permanentemente sometidos a invasiones extranjeras. Por otra parte, su clima templado y su pluviosidad han hecho posible el cultivo del arroz, que ha sido capaz de soportar una población proporcionalmente grande si consideramos la estrechez del territorio. La diversidad en la configuración del terreno ha servido, además, a modo de seguro.

En segundo lugar, en el seno de las corrientes de pensamiento y de la religiosidad japonesa, ha habido una mentalidad según la cual no se excluía lo extraño y se aspiraba a la coexistencia y la coprosperidad. El exponente más emblemático de esto podemos encontrarlo en la Casa Imperial, la más longeva del mundo entre las que han ostentado una jefatura de estado. El concepto tradicional chino de yì xìng gé mìng (en japonés: ekisei kakumei), según el cual una dinastía es suplantada por otra cuando pierde sus virtudes morales, nunca ha existido en Japón, donde se parte de la premisa de que la Casa Imperial sigue una línea genealógica ininterrumpida (bansei ikkei).

Por otra parte, los japoneses han vivido en un ambiente de coexistencia de sintoísmo, confucianismo y budismo. Es lo que se ha dado en llamar “cohabitación de pensamiento”. En un mundo así no podían ocurrir de ninguna manera –y, de hecho, no han ocurrido– las guerras religiosas en las que la sangre se lava con más sangre, en un ambiente de exclusión, que se dan en el mundo del monoteísmo. Habrá quien lo califique de falta de principios o de exhaustividad, pero, al margen de eso, es lo que ha creado un ambiente en que la concordia se tiene en gran estima y se cultiva la tolerancia.

Todo buen amante del sake conoce el Hiroki, un producto sin filtrado de carbón activado ni pasteurización. Se trata de un sake de difícil conservación que se expide en pequeños lotes, por lo que hay que ir a buscarlo a tiendas especializadas en licores locales, aunque ni siquiera allí es fácil obtenerlo. Hiroki Shūzō, la empresa productora, es una vieja y prestigiosa bodega que opera desde mediados del periodo Edo en la pequeña ciudad de Aizubange, en la zona occidental de la cuenca de Aizu, en Fukushima.

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(Fotografía: Uzawa Akihiko)

La influencia de la forma de entender el negocio y la empresa en Japón

En tercer lugar tenemos la peculiar forma en que los japoneses entendemos los negocios y la empresa. Los japoneses siempre hemos pensado que los negocios tienen una significación social, y que su objetivo no es el mero lucro. Nunca hemos tenido la idea de que la organización empresarial pueda poseerse. Para nosotros la empresa ha sido ante todo el negocio familiar, algo que debe transmitirse de generación en generación. Algunos administradores de compañías centenarias suelen decir que ellos son como corredores en una carrera de relevos, y que su misión es la de pasar el testigo recibido a la siguiente generación sin ningún percance.

Además, del mismo modo en que los propietarios y administradores no piensan que la empresa sea un mero instrumento de lucro con el que pueden hacer y deshacer a su capricho, los empleados tampoco ven la empresa como algo de lo que obtienen un medio de subsistencia a cambio de su trabajo, ni la conciben como una propiedad de un capitalista con el que mantienen, como obreros, una relación de enfrentamiento.

Muchos japoneses trabajan esperando encontrar en su compañía o en su lugar de trabajo, la autorrealización o una satisfacción personal. Se piensa que el dinero es importante, pero que más importante que el dinero es encontrar la manera de llevar una vida laboral plena. Si se parte de este pensamiento, es natural que los empleados sientan incluso cariño hacia su empresa.

Se considera, por todo lo anterior, que la forma en que los japoneses conciben los negocios y la empresa contribuye a favorecer la continuidad de las compañías.

Ocho reglas para la longevidad: misión y perspectiva de largo plazo

Pese a ello, no hay que pensar que todas las empresas hayan sobrevivido. Las que lo han logrado son el limitado grupo de las que se las han arreglado para afrontar exitosamente todos los más variados riesgos. Reflexionaré a continuación sobre cuál ha podido ser el secreto de la perdurabilidad de estas empresas.

El primero sería la conciencia de misión, o una visión clara. Seguir una guía, desarrollar una praxis sobre cuestiones como qué virtudes son las que la empresa nunca debe perder, o qué es lo que deben tener siempre en mente los administradores de la empresa y sus herederos. Esa guía a la que me refiero queda plasmada en el caso de algunas empresas en forma de máximas o preceptos de la casa, mientras que en otras pervive en forma de principios que se transmiten oralmente y en secreto, de generación en generación.

Otro medio de plasmación de esa guía rectora es la transmisión de anécdotas, dichos y andanzas de sus fundadores, o la conservación de algún tipo de acto o de ritual que simbolice los valores en los que creían. De cualquier modo, en lo que apenas se ven excepciones entre las compañías centenarias, es en la existencia de unos valores, de un eje en torno al que esa compañía gira.

El segundo secreto sería que estas empresas son administradas con una visión empresarial de largo plazo. Porque partimos de que su condición de centenaria confiere a esa empresa un peso, una dignidad. Una empresa con 200 años de existencia se mueve a otros 200 años vista; la que ha llegado a los 500 años está pensado ya en los siguientes 500. Por consiguiente, sus fundamentos administrativos nunca consisten en dar prioridad a la ganancia inmediata, al lucro, sino en aspirar a una prolongada prosperidad. La prioridad es proteger el noren, que simboliza esa pujanza sostenida. El noren no es sino la cortina o toldo que protege la entrada de la tienda o negocio, pero como lleva impreso el logo de la compañía, ha pasado a representar su reputación o buen nombre. Por eso existen expresiones como “manchar el noren”, equivalentes a “empañar la reputación del negocio o marca”, algo que hay que evitar a toda costa.

Vista del jardín del albergue con fuentes termales Higashiyama Onsen, uno de los establecimientos con más solera de Aizu-Wakamatsu (prefectura de Fukushima). Famosa ya como lugar de recreo del señoría feudal de Aizu durante el periodo Edo, en 1873 comenzó a funcionar como ryokan (hotel de estilo japonés). Se han alojado en él destacados estadistas de la Era Meiji como Itō Hirobumi, sabios como el bacteriólogo Noguchi Hideyo, poetas y poetisas como Yosano Akiko, así como otros personajes más próximos en el tiempo, como el ex primer ministro de Japón Koizumi Jun´ichirō. El ryokan, construido siguiendo el estilo sukiyazukuri, que aplica a las viviendas las características de las antiguas casas de té, transporta al visitante a la Era Meiji. Ha sido nombrado patrimonio cultural de la nación.

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(Fotografía: Uzawa Akihiko)

Formación del personal, dirección humana, respeto al cliente y carácter social

El tercer principio que han seguido estas empresas centenarias es anteponer el ser humano a cualquier otra cosa. Es decir, se ha seguido una administración de empresas de carácter humano. Los trabajadores no han sido vistos como simples piezas de la empresa, sino como protagonistas del crecimiento de la misma. Por eso, la formación en la empresa se ha tomado con gran celo y los nombramientos para los diversos puestos se han otorgado estudiando detenidamente las posibilidades de cada trabajador, con unas perspectivas de largo plazo. En algunos casos, los empleados han sido considerados miembros de pleno derecho del clan empresarial familiar, y este principio se ha hecho constar en las máximas o preceptos de la casa.

Igualmente, hay que fijarse en el hecho de que esa actitud de conceder la máxima importancia al personal se ha venido mostrando también en lo concerniente a los puestos de dirección. Especialmente en lo tocante a la gobernanza corporativa, en muchas empresas se han ideado sistemas para impedir que personas sin las necesarias dotes o ambición puedan acceder a los puestos de mando (mediante la selección de los sucesores, la implementación de una formación integral para el liderazgo, o la eliminación de los candidatos no cualificados en consejos familiares formalmente constituidos). Paralelamente, se ha procedido a desvincular propiedad y dirección, con sistemas equivalentes al de las consejerías ejecutivas en la empresa moderna.

El cuarto es llevar al extremo el principio de dar la máxima prioridad al cliente. No será necesario decir que las empresas, tanto las grandes como las chicas, se constituyen y perduran solo cuando disponen de una clientela. Sin embargo, que existe también una tendencia a dejarse cegar por las ansias de lucro, y a dormirse en los laureles descuidando al cliente, es algo de lo que deben estar bien apercibidos los dirigentes de las empresas centenarias.

El quinto sería lo que podríamos llamar carácter social de la empresa. No me refiero a cosas tan obvias como que el negocio al que se dedica una empresa no debe ser censurable desde el punto de vista social. Me refiero a la actitud básica de tratar de contribuir a lo público, mediante su actividad empresarial, de una forma cada vez más decidida.

Sobriedad y economía sin temor a los cambios

El sexto principio es una actitud de permanente renovación sin temor a los cambios. Otra forma de decirlo sería ser capaz de desprenderse de la carga que supone una experiencia exitosa en el pasado. No cabe duda de que uno de los secretos para convertirse en una empresa centenaria es saber qué cosas se pueden y cuáles no se pueden cambiar cuando se trata de responder a los cambios sociales y a la evolución de las necesidades del cliente. Hay veces en que puede ser necesario reinventarse a sí mismo. Este pensamiento viene siendo expresado de muy variadas maneras. Se echa mano de la sabiduría zen para advertir de la necesidad de un riguroso examen de conciencia y de no conformarse nunca con la situación actual, o se aplica el principio que alienta el haiku, según el cual lo inmutable es, precisamente, que todo fluye. Hay también un juego de palabras entre shinise (tienda antigua y prestigiosa) y shinmise (tienda nueva o reciente), con el que se da a entender que solo un espíritu renovado garantiza la continuidad. Se apela también a la obligación moral que pesa sobre cada una de las generaciones que se relevan al frente de una empresa de hacer una aportación original. La idea es siempre la misma: cómo sobrevivir como negocio.

Habría otro secreto más, que hace el séptimo. La exhortación a la frugalidad, a la economía. En Japón siempre se ha reprendido el despilfarro de los recursos, una mentalidad que se condensa en la expresión mottainai (“¡qué desperdicio!”). En la dirección de empresas, como en la vida privada, se han incentivado la frugalidad y la economía. Y siempre se ha insistido en que economía y tacañería son dos cosas diferentes. La economía es una forma de reservar recursos para futuras inversiones, mientras que la tacañería consiste solo en no hacer gastos para acumular así más dinero. Pero todavía más importante es la idea de que el ejercicio de la frugalidad y de la economía eleva la categoría de quien así se comporta y de su empresa, y que tiene un importante papel en la formación de una cultura empresarial de sinceridad y honradez que resulta imprescindible para los negocios.

Oigo Seisakusho, que se ha hecho con el 70% del mercado nacional de campanas colgantes o bonshō para templos budistas, opera en la ciudad de Takaoka (prefectura de Toyama) desde su fundación, hace 200 años. Ha suministrado las campanas bonshō a famosos y antiguos templos, como el Nishi Honganji, el Sanjūsangedō, el Naritasan Shinshōji o el Ikegami Honmonji. Recibe también pedidos del extranjero.

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(Fotografía: Cortesía de Oigo Seisakusho)

Esfuerzo por transmitir los valores propios

Para finalizar, el octavo y último principio, sería el de no escatimar esfuerzos para mantener y transmitir dentro de la organización los valores y la forma de entender la administración que vengo explicando. Se hace un gran esfuerzo por recordar, paladear y transmitir a la siguiente generación, aprovechando las numerosas oportunidades que ofrecen los numerosos ritos y ceremonias que se celebran, estos valores a los que me refería, la memoria de la familia fundadora y el vínculo creado entre ella y los empleados, con quienes se ha caminado de la mano en épocas no siempre fáciles.   

Si hubiera que resumir todo esto, diríamos que la regla de oro de toda empresa que aspire a ser centenaria es marcarse con claridad unos objetivos y una misión, demostrar capacidad para adaptarse a los cambios sociales dentro de unas condiciones adecuadas de competitividad, tener siempre en mente a todas las partes implicadas en la actividad empresarial o afectadas por ella (stakeholders), seguir esforzándose a lo largo del tiempo por elevar las capacidades propias y mantener una línea de seriedad y austeridad, todo ello sintiendo que una empresa es un miembro integrante de la sociedad, que vive con ella y que en ella encuentra todo su sentido.

(Referencias: Funabashi Haruo: Shin Nihon eitaigura – kigyō eizoku no hōsoku, Nikkei Business Publications, Inc., 2003. Versión inglesa: Timeless Ventures – 32 Japanese Companies that Imbibed 8 Principles of Longevity, Tata McGrawhill, 2008.

※Este artículo queda complementado por otros dedicados a las prestigiosas empresas a las que se refiere (redacción de nippon.com).

El dojō (variedad de locha) era uno de los pescados más consumidos por las clases populares de la antigua Edo (Tokio). De pequeño tamaño y comestible de la cabeza a la cola, formaba parte del nutritivo y energético cocido dojō nabe. Komagata Dojō, fundado en 1801, es uno de los pocos restaurantes donde es posible disfrutar de aquellos mismos sabores en un ambiente de época, que se ha conservado respetuosamente incluso después de la renovación total del edificio en 1964.

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(Fotografía: Katō Takemi)

Fotografía del título: Utagawa Hiroshige: Animación frente a la casa de modas Iwaki Masuya (PPA/Aflo).

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